Al hipócrita lector: Selección poética de Rossella Di Paolo
Presentamos una selección poética de Rossella Di Paolo.
La pena
Hay quien camina por la playa con
/balanceo de triste
tanteando olas alineadas como huellas
de ajenjo amargo
Cómo succionan las pupilas el cristal
/de olvido
para arrimar cosas rotas escombros
/de danzas
Hay quien se desploma con la boca sucia
/de esa risa
que nada saber de la felicidad
sino de esa amarguísima condición de ajenjo
que descorcha el mar y sirve
alzándole los ojos para dejarlos bien llenos
de algo que no es saliva no es ajenjo sino
/un llantito
de borracho que camina por la playa
con los brazos extendidos queriendo.
El dios del acantilado
Nadie sabrá de mis hombros derruidos
o de mis pasos de piedra edificando distancias
Sólo para mí el conocimiento
de la terrible hondura de estas manos
como la de ciertos estanques que extravían sus fondos
No dirán: tuvo una frente ceñida de espacios
o: una frente adelantada hacia el sueño
Es lo mismo.
Nadie para mi rostro de muralla absorta
con su crecida barba de retama
Nadie para medir el aire que me muerde
Nadie para arrimar la arena tibia que cae de mis ojos.
Mar
No hay orillas para la frente que tantea
para tus pies conmovidos no hay orillas.
Te has alzado en cánticos y cúpulas
y te demoras golpeando
como una campana
contra las espaldas del acantilado
llamando hondo
derrumbándote llamando
derrumbándote ya como un mendigo
con toda su escudilla abierta
por el amor de Dios y entre las ruinas.
El amor del mar
Sobre cuál cuerpo se demora el mar como un beso de musgo
Piedra ahogada de quién que el mar señala
con un dedo verde con un cuerpo verde
apresándose con estupor
Para quién el latido del mar qué abajos
se abisman en la delicia
Qué cobija el mar exacto bajo su peso
Quién lo arrima al prodigio quién dice el mar que es
cuando llega enredándose en la playa
desgajado y temblando
Ausencia de la palabra
scherzando
Ningún grito le hace a la cerradura. Estoy encerrada
en la calle. No puedo entrar a mi casa
mi casa horrible de fantasmas con su mesita
su escalera para abajo su carro negro
su máquina de escribir. He metido todos los gritos
uno por uno en mano y no da
tirar abajo la puerta? Maldecir?
llamar a Alí Babá y sus 40 lecciones de español
en dos semanas?
Mejor morirme de frío en mi casa
que en esta calle de frazada de cuadros.
Mejor morirme de miedo en mi casa
que en este parque de marceaus jugando a los muditos.
Buscar al cerrajero del kiosko de la esquina?
dejarle mi lengua encima de su fragua?
decirle: así era no funciona puede hacerla?
y aquí mire están mis dientes
cópielos que calcen en la puerta?
qué va a hacer el cerrajero con mis cuerdas anudadas
con mi laringe mi cuello corto mis pulmones desinflados
qué va a decir sino oiga pues no se desvista así
que no hay mucha gente
qué va a decir
¡qué importa qué va a decir
si ya de repente hasta no tengo frío
y estoy jugando en el parque feliz de los muditos.
La noche oscura
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
San Juan de la Cruz
En una noche oscura
seis cajas de libros, un vestido, la máquina
de escribir con ansias, en amores inflamada.
Mi madre gritando en la escalera, mis hermanos
los pelos arrancados
¡que no lo sepa nadie!
¡oh dichosa ventura!
una mujer sola, en Lima, qué dirán
salí sin ser notada
qué dirán: puta en cierne
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me veía
en un taxi negro hacia otra habitación
sin otra luz que mi rabia por vivir
y escribir lo que viviera
y esas clases que dictar ajustándome a la lengua
lo que en el corazón ardía:
una mujer sola, en Lima, qué dirán
qué dirán, puta en cierne.
Puta con burdel tapizado de libros
mi cama de combate con tantas palabras que poner
y enderezar
el poema en mi cuello
y todos mis sentidos suspendidos.
Todos no, que allí tuve yo los ojos para verte
de lejos la cabeza, tu adelantada frente
oh noche que guiaste la habitación al lado
oh noche amable más que la alborada
hombros bravos de toro, suaves ojos de toro
oh noche que juntaste
su risa con la mía, su leche en mi café
amado con amada
y el beso en el abismo, los círculos de fuego
amada en el amado transformada.
Quédeme y olvídeme
el rostro recliné sobre ti
el rostro, el vientre, los muslos...
Cesó todo y déjeme
dejando mi cuidado, el llanto del domingo,
la honra de mi casa
todo
entre las azucenas olvidado.
El cuerpo donde habito
I
Todo este buen objeto que es un cuerpo:
sus brazos flacos despegados por arriba
sus alocadas piernas cortadas hacia abajo
y en el medio el pedacito de torso
con su corazón puntual, sus riñones limpios
y este pulmón que se asoma a la ventana
y conversa con el otro
sobre si el cerebro encabezado, si la boca armada
si las altas hogueras parpadeando al unísono.
Ah este cuerpo alegre como un perro chico
con su sexo despierto saltando en la puerta.
Sin este honroso cuerpo, duro y claro,
sin su lúcida arquitectura
de huesos quietos y pellejo alzado
dónde habitaría y cómo
tanta tierna acongojada nada?
II
En los brazos de mi cuerpo estoy
en sus pies me alzo y ando.
De mi cuerpo soy hija única
y en su piel me sumerjo entera.
Sin mi cuerpo no hay voz
ni mi voz ni tu voz
sin las orejas de mi cuerpo
ni tu cuerpo sin los ojos del mío
sin sus manos.
Me ama este cuerpo que yo habito
me abre sus ventanas y me teje
y desteje cada día que me asomo.
Es mi cuerpo quien fabrica las palabras
la conciencia de estar/de ser de aquí
porque él lo quiere
y si no lo quiere entonces nada
de nada.
Amor de verdura II
Tu risa es ancha y feliz como un campo de coliflores
y me hundo en tu barba verde
en tu gran cuerpo de hierba
en el rumor de tus aguas anegándome
descuajándome las piedras hasta hacer de mí
un estruendoso país de vegetales
porque entonces los escucho brotando por mi cuerpo:
en mi cabeza una lechuga enloquecida
en mis axilas la hiedra de los muros
excava sus canales y este hervor de fronda
asomado al puente entre mis piernas
se ajusta a tu corriente
a la luz atronadora que gobierna
los altos pastos que vienen hacia mí
y estallan.
Amanecen dos
la noche rellenó nuestros ojos con arena
pero la violenta marea del día hace su trabajo
se cobra sus piezas
y en su luz flotan los árboles y las antenas
las mesas y las cucharas como pedazos de naufragio
tu cabeza sobresale
tus dedos hacen señas para que me acerque
y te cuide / me cuides
mientras la luz nos empuja sobre el mundo
como peces fríos o tristes o desorientados
pero aquí estoy / aquí estás
para arrimar los escombros los posos lo erizos
la geografía cruel de los sueños donde andamos solos
cada quien debajo de la piedra
si hemos de correr a coger el día
que sea con mis manos al final de tus piernas
siempre así amor furiosamente entremezclados
furiosamente como el día que se alza
y nos sostiene en equilibrio sobre el fuego
y nos desconoce impuro y lejano
mientras la noche avienta sus máscaras de arena
sobre estos cuerpos nuestros
sobre sus ojos
otra vez / siempre a salvo entremezclados.
Profesora de Lengua y Literatura
Sepan que estoy viviendo, nubes,
sepan que canto
Javier Sologuren
Nunca más pararme frente a la pizarra —ecce femina—
con un cucharón
para meter en los platos vacíos de sus cabezas
el engrudo homérico, la berenjena eglógica
el acento esdrújulo y miserable, ni más
tizas de colores, salsas de tomate,
para abrirles las bocas
ojalá el entendimiento.
Ya no la tarjeta en la tostadora horaria
saltando con su tardanza al rojo vivo
ni exámenes para probar cuánto resisten
mis nalgas en el pupitre y cuántas tildes
puede gotear un cárdeno Faber Castell 031.
Se acabó la clase, la ilusión de mango,
todos al recreo, yo al recreo (pero sin vuelta)
al recreo de desclavarme de la pizarra
y saltar por la escalera al fin resucitada.
Último día, las rejas se levantan,
y en este valle ameno
nubes, sepan que canto
sepan que canto, bestias.
Al hipócrita lector
Sólo estas palabras que junto frente a tus ojos
como un montón de lectura
para que tropieces cada vez que salgas
silbando a la calle
mil veces además porque escribo en Lima
y están de huelga los muchachos del alcalde
los tristes, los olvidados muchachos de la orquesta
con su camión ón ón y su triángulo recolector
de capas y bolsas reventando de palabras
y otras inmundicias
Contracara
No escribí nada detrás de las galeras, nada detrás
de los cuadros
ni ficha personal ni premios florales
tan hermosos y convenientes
como coronas de muertos
ni foto en pose de sorpresa
en la mitad de la aparición verbal
con revuelo de musas y palomas encendidas.
No existo sino en lo que va por dentro
como una procesión de grandes negros
sobre las calles cada vez menos claras
de una página, de todas las páginas
que tú no vas a leer porque no me conoces
no fuiste a mi entierro
no tienes la estampita con mi cara de vértigo
atravesada por la fecha o la ciudad natal
no, ni el elogio de plástico (epitafio necesario
para saber quién se pudre debajo) ni tampoco
el bobo angelito de mármol
que lloraría sobre mi voz desenterrándola.
Descabezo estatuas
Me canso de frotar una palabra con otra
Y hacer chispita
Ya no quiero poner esta letra aquí,
Esta tonta coma
Pido una zancadilla para que caiga de narices
El alto verso
Quiero sacar las palabras de mi casa
A empujones
Y coger el pronombre por los pelos
Hasta hacerle confesar la dirección del sustantivo
Para entrar a su línea dando voces
Para arrimarle un clavo entre los ojos
Para aplastar con mis pies a sus mansos adjetivos
Para agarrármela a escobazos con los verbos conjugados
Con los verbos no conjugados y con los adverbios
Si me miran mucho
Quiero abrir las ventanas y que entre
Una luz no escrita
Y apilar los libros en el patio
Y colgar la máquina de escribir en la pared
Como una cabeza de venado con su bala
Limpiamente acertada entre la M y la N
Antes de prender fuego a la casa
Y bailar con mis amigos sobre la lengua de Vallejo
Sin tener después que juntar los pedazos
Y contarlo llorando en un poema.