Capitalismo y otros poemas

Muestra de la obra de una potente poeta española.

Capitalismo



El hombre seboso y trajeado se cuela en nuestra cama cada noche

después de follarse al universo viene a susurrarnos nanas

su obsesión por nosotros no descansa nunca

en nuestros sueños nos persigue

con su disfraz de perro, de vendedor, de cura

de espiga de trigo, de pistola en el bolsillo

su disfraz de muerte, su disfraz de vida



sé que tú le gustas con ojeras

yo le pongo cachondo cuando estoy cansada

me quiere flaca aunque me tienta con chucherías

y a ti elegante aunque te duelan los huesos



cuando estamos a punto de enfermar por agotamiento

nos premia con unas vacaciones

y nos tiende los billetes como el cazador

lanza un hueso al galgo que ahorcará mañana


dice que mis enemigos son aquellos

que quieren lo mismo que yo

porque no hay bastante

nunca hay bastante para todos



y nos cobra por lo que es nuestro

por el agua de lluvia

por el sol y la arena

por los claros del bosque

y los manantiales



envenena la comida con que me alimenta

me prohíbe fumar mientras engorda mi ansiedad

y me quita los chupetes que podrían consolarme



provoca mi llanto

y después me obliga a maquillar las señales de la tristeza



si me pongo rebelde, ríe paternalista

cuenta que él también pasó por esa época

y mi rebeldía la rebaja a moda

que luce en camisetas los sábados por la mañana

cuando sale a comprar los cruasanes y el periódico



en él me da detalle de cada asesinato, de todas las guerras

de las violaciones y los golpes de estado



pero tanta información me deja sorda y ya no escucho

los crujidos ni los llantos en voz baja

las señales del desmoronamiento



y él calla que cada muerto, cada herido

las mujeres violadas y los que sufren torturas

todos recibieron su visita antes de convertirse en lo que son ahora



se zafa de las culpas con promesas

pero yo sé que una palabra suya

bastará para condenarnos


y tengo que darle las gracias porque

¡tú eres una mujer moderna!, grita animoso

de las que habla inglés, trabaja en casa y en la oficina

va al gimnasio y aparenta menos edad de la que dice el dni

tienes nociones de pedagogía aunque apenas veas a tus hijos



además fuiste bendecida con una vocación

para que puedas sentirte mejor que otras

(y yo callo que yo no quiero ser artista

si eso va a convertirme en diferente

porque ya me siento lo bastante sola

y no quiero competir en más carreras)



de todo me habla pero no de quién recogerá los restos del naufragio

ni en qué lugar nos reuniremos los náufragos para organizarnos

para hacer un fuego, compartir la comida y quitarnos el frío



Un día, no sé cuándo, yo le voy a cobrar

sus cadáveres, las humillaciones

el secuestro de la inocencia

el expolio de los sueños



yo le voy a cobrar, no sé cuándo



y la primera puñalada que le voy a meter

va a ser por las caricias que no nos dimos

por los polvos que no echamos

tú y yo

cada vez que se cuela en nuestra cama

y nos dice que mañana, mañana, mañana

mañana el despertador sonará a las 6.30



y veinte minutos de sueño

nos harán mejores soldados a su servicio



Te lo juro, mi amor. Una puñalada

por cada polvo que nos robó

y luego ya el resto, por los presos, por los indigentes

por el dolor que no merecemos sufrir ni ver

por los campos arrasados

por los animales que se hacinan

por los niños que trabajan

por los ojos que se cierran por el cansancio y la muerte

por el tiempo que no volverá

por la vida que nos robaron

por la vida

mi amor

por la vida.
 

 

Veinte  de noviembre

 

 

Te fuiste a morir en la misma fecha

que aquel que te había jodido la vida;

nada personal por su parte:

te la jodió a ti como a tantos otros.

 

En el momento me pareció una coincidencia

con más mala leche que otra cosa:

una ironía fúnebre

una carcajada de la calavera.

Pero luego pensé que tú reirías la última

que noviembre sería el mes de las madres

que guardan la ternura y la dignidad

en un cofre rodeado de pinos y regatos;

no el mes de los que se van entre tubos

ajenos a la muerte como estuvieron ajenos a la vida

y que yacen incorruptos admirando

la solidez del mármol.

 

Una última cosa, madre:

sé por ti que hay ideas que atentan contra el corazón.

Dicho de otro modo:

tener corazón no permite tener ciertas ideas.

Y ninguna otra vida

ninguna otra muerte

me convencerá de lo contrario.

 

…............................................

 

Avanzáis y mi conciencia se estira

hasta ser toda campo de batalla.

Por tierra, mar y calles avanzáis

y sé que no habrá exilio ni tregua

que me libren de este cuerpo a cuerpo.

Sois las decisiones del jarabe amargo

del por tu bien lo hago aunque me duela:

la conquista de las verdes praderas

la ciencia moderna de la tortura

el arte de la violación como arma.

la esclavitud de todos los distintos

Y ahora formáis para el paseíllo

y la foto, escaláis las laderas

de mis lumbares, dejándome la espalda

perdida de estandartes y deshechos.

Yo esgrimo un lirio del valle, el lápiz

que me adorna y ordena las heridas.

Blando un amor que aún sería más grande

si no temiera mirar al matarife

y al cordero. Avanzáis engalanados

con las plumas de firmar sentencias

cheques al portador y nombramientos.

Aprisa reúno mis huestes de  niños

bautizados por multinacionales

y me esfuerzo en aprender sus apodos

para ser una más entre los anónimos.

Tengo que perder el miedo a encontrarlos

en un callejón y que me pidan cuentas.

Tengo que enarbolar la rabia rebuscada

en las basuras y saliros al paso

con un ejército de perros rotos.

Estáis aquí, detrás de mis párpados.

Pensáis que me tenéis por fin rodeada.

Pero hasta aquí os traje porque esto es mío.

Mi cuerpo. Mis delirios. Mis fiebres.

Mis abuelos. Mis amantes. Mis hamacas.

La historia alternativa, la no dicha.

Tengo un nosotros que oponeros por sorpresa.

Son otras nuestras sumas y oraciones.

Tenemos portaaviones de papel.

Ardemos como azules zeppelines.

Yo no soy sólo yo. Os he engañado.

 

 

Hijo mío

 

 

Que soy libre, me dicen.

Pero si quisiera tener otro hijo

tendría que llevarlo al Banco de la esquina

porque suya es mi casa.

Mi niño llamaría padre al director

y madre a la cajera

aprendería a andar con una silla de oficinista

dormiría en un cajón del archivador

y yo sólo sería un pariente lejano

que le sonreiría desde mi puesto en la cola.

Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca

sólo para ver qué tal me lo crían

cómo le afecta el aire acondicionado

si sabe poner un fax

y si el director le regala un juego de sartenes

por su cumpleaños.

 

(De Alfabeto de cicatrices, Editorial Baile del Sol)

 

 

Pocos saben que tengo otra hermana.

El azar nos separó al nacer.

Yo mamaba la leche de mi madre

mientras ella se secaba al sol.

Cuando perforaron mis orejas

ella recibió la ablación del clítoris.

Follé con hombres y sufrí por todos;

a manos de uno solo se quebró ella.

Me separé, lloré, abandoné mis sueños.

Ella murió unas cuantas veces

bajo piedras, ácido, sida y malaria.

Su cuerpo se deshizo y se recompuso.

En una o dos ocasiones fue feliz de morir.

Mi hija creció; mi hermana murió en el parto.

Años después parió una niña y se la quitaron.

Yo veo mi cuerpo envejecer; ella no tiene espejo.

Me pongo cremas antiarrugas

pero toda ella es un surco.

Yo hago listas de lo que le duele:

pero ella es la que administra su dolor.

 

Cómo ganar una guerra perdida:

 

Uno. Excavar trincheras

con palas, lapiceros, saxofones.

De las grietas, hacer cicatrices.

 

Dos. No llevar uniformes.

Cada cual adoptará el disfraz

que menos le ofenda.

 

Tres. No distinguir noche y día.

Permitir la soledad a quien la elija.

Adoptar perros y recién llegados.

 

Cuatro. Celebrar una fiesta

por cada trinchera. Llegará el enemigo

y no entenderá nuestro lenguaje.

 

Les será imposible la conquista:

ellos no aman a los perros mestizos

ni arrancan orgasmos a las palabras.

Perderemos la guerra de las mayúsculas

pero la vida está de nuestra parte:

lloramos y celebramos la brizna.

 

 

Dimitir de mí misma

como quien cierra la puerta

a su casero y le dice hoy no pago.

 

Renunciar a mi representación

porque la piel se me irrita

bajo la baratija de los nombres.

 

Romperme los papeles

parirme anónima, apátrida

esdrújula de orfandad.

 

Relevarme la voz

derrotarme los miembros

tumbar mi estatua.

 

Me destituyo, me revoco

me derroco, me ceso:

implanto en mí el imperio del pájaro.

Ana Pérez Cañamares

Nació en Santa Cruz de Tenerife en 1968 y vive en Madrid. Ha publicado los poemarios La alambrada de mi boca (Baile del Sol), Alfabeto de cicatrices (Baile del Sol), Entre paréntesis. Casi cien haikus (La Baragaña), Las sumas y los restos (Premio Blas de Otero-Villa de Bilbao 2012), Economía de guerra (Lupercalia), De regreso a nosotros (Ya lo dijo Casimiro Parker); el libro de aforismos Ley de conservación del momento (Isla de Siltolá) y el libro de relatos En días idénticos a nubes (Baile del Sol).  El espejo discreto, con el que ganó el premio Vicente Núñez-Diputación de Córdoba 2016 …

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