Breves anotaciones sobre Huésped de tu sombra

Anotaciones y reflexiones sobre "Huésped de tu sombra", el más reciente poemario de Berman Bans. 
Pescadores en el puerto de Masachapa. Victor Ruíz.
Gaston Bachelard nos ha enseñado que en todo creador operan dos fuerzas imaginantes: la formal y la material. La primera se encarga de verbalizar las emociones, sentimientos y ensoñaciones que alberga toda alma poética; la segunda son todos aquellos elementos con los que el poeta materializa las imágenes íntimas de su creación.  En estos apuntes sobre Huésped de tu sombra (Casasola, 2017), me interesa la forma en la que Berman Bans construye una biografía espiritual a partir del agua, la tierra, el viento y el fuego. Bans, quizá por su formación filosófica, sea el poeta conscientemente más material de la poesía nicaragüense, la presencia de estos elementos no responde a una caprichosa construcción de la imagen, sino a la estructura misma del poemario; en cada apartado nuestro autor irá introduciendo un elemento y de esta manera trazará una visión singular de concebir el inexorable paso del tiempo, los amores perdidos, la música y la literatura.

1. El agua como continuidad

Este primer apartado lleva por título “Continuidad del origen”, sabemos que el agua será el elemento dominante por el epígrafe de Píndaro Excelsa es el agua. La tradición nos ha enseñado que este material es símbolo de lo transitorio y cambiante, lo puro y lo nuevo, el agua también es fundación y origen de todas las cosas; pero a diferencia de otros autores y en contradicción con el mismo nombre de esta primera parte, aquí el agua no es fundadora de nada, sí refleja el paso del tiempo, pero es un tiempo inaprensible, inasible, un tiempo que se fuga, al leer estos poemas no se siente un regreso al origen, sino más bien desasosiego. En El agua y los sueños Bachelard nos advierte que “El ser consagrado al agua es un ser en el vértigo. Muere a cada minuto, sin cesar algo de su sustancia se derrumba”, en este sentido el agua de Bans evoca cosas y rostros perdidos, infancias irrecuperables, amores arrastrados por el inexorable paso del tiempo:


El agua muerta del espejo te devuelve
balbuceando la saliva del deseo,
(Anamnesis)
 
El ojo de agua sigue en su templo líquido
contemplando tus fallidos gestos de calavera insólita.
(Anamnesis)
 
La lluvia sigue derrumbando tumbas
mientras oxida fechas en el cementerio.
Ya sos el vago rostro que viene a ciertas horas.
El rostro afantasmado que miente otros sucesos.
Pronto serás la sombra de muertas construcciones.
Pronto serás la nada con la que nombran el desierto.
(Amnesias)
 
Dónde te he de buscar sino en la lluvia,
cuando la sonrisa de las cosas: árboles, rostros, calles, manos, raíces
en la luz moribunda de mi barrio han empezado desnudas a morirse.
(Fonte castalia)
En todos los ejemplos el agua nos remite a una forma de olvido, no es la evocación proustiana del tiempo perdido, sino la evocación de lo borrado, lo muerto, lo arrastrado por el agua.
 
2. El arraigo del polvo

Esta segunda parte de Huésped de tu sombra es la más poderosa. Aquí la imaginación de Berman Bans alcanza vuelos insospechados y se conecta con lo mejor de la tradición literaria. Al contrario de la primera parte, aquí hay una voz menos pesimista, el sentimiento ya no es de desasosiego sino de retorno y arraigo. El polvo no solo simboliza la muerte sino el regreso al origen. Si bien es cierto que en algunos poemas la tierra y el polvo también son muerte, en los mejores poemas esta tierra también es la mujer, el amor, la poesía. En este apartado la poesía de Bans se conecta con esa gran tradición que fue el romanticismo, esa idea de ver a la mujer como comunión con el todo atraviesa los mejores poemas de esta segunda parte, así por ejemplo en “Descensor” el yo lírico realiza una especie de viaje desde y hacia la mujer:


Ahora es mi cuerpo desnudo transitando el color mate de la noche.
Abra los ojos o cierre los párpados la negrura no cambia
el ritmo descomunal de sus redobles,
la permanentemente cambiante intermitencia de sus tambores.
Vamos hacia la muerte por un pasillo de olvidos cotidianos.
Salimos de tu vientre para danzar en aldeas solitarias
y a tu vientrepétreo regresaremos,
oscuro sésamo de podredumbres violentamente celebradas.
Dicen que a las cinco de la tarde hemos transitado el útero materno
hacia la otra oscurana de los mismos redobles,
y es la misma hora en que resuenan los timbres en las fábricas
y se enciende la pesadumbre en los rostros de ciertos hombres.
Pero ahora el túnel bajo tierra muestra sus escaleras
como la médula en ruinas de religiones muertas
y liturgias clandestinas:
sahumerios aromando cabellos de mujeres
que danzan al ritmo de timbales y tambores.
Nadie me abraza bajo el muérdago. Una caverna no es ninguna casa.
¿Qué rostro he de traicionar con la lengua de las antorchas
bajo esta penumbra que desciende por el esófago de la noche?
¿Cuál es el nombre de la diosa?
Nadie responde en criaderos de cítaras destrozadas.
Y lo primero que viene es el sonido apagado que recorre,
sismo sorprendido de sí mismo, la epidermis
transgresora del abdomen,
la sangre que se agolpa en la incipiente dulzura de la ingle
y ruidos de animales que confunden la luz con la oscurana.
Descender to caverns measurless to man
y besar hendiduras de las rocas en busca de la fuente
¿Qué es más fácil, decir
                            somos de la tierra
                        o proclamar
 este es tu cuerpo, mujer?
Sarcófago tebano, húmeda caverna de salitre,
intensidad de la carne
que electrocuta neuronas
para escapar, entre sudarios lentos, hacia la noche de tu Pascua,
entre cenizas ancestrales que se esparcen susurrantes
desde el oscuro silencio
amanecido en los precipicios de tu boca.
 
3. Discontinuidad del tránsito o profesión de fe en el pesimismo
 
En este tercer apartado, que abre con un epígrafe de Gonzalo Rojas, poeta ígneo,  Bans nos presenta uno de los elementos más importantes de la fenomenología literaria: el fuego. Mucho puede decirse de esta materia: pasión, paso fugaz de un estado a otro, lo transitorio…. Pero en Huésped de tu sombra este elemento de continuidad es más bien de discontinuidad y el primer elemento consumido por el fuego es el lenguaje: …el fuego sin nombre, nervios adentro, / más hoguera que árbol / incinerando el lenguaje en la urdimbre del viento, / el humo que somos / bendiciendo lo efímero sin testigos… En “Ofrenda de ceniza” el yo lírico nos dice: Te ofrezco mi pudridero de palabras… la caducidad de mi silencio… Se ha perdido la fe en el lenguaje y al poeta solo queda para ofrecer: este parlante silente, signo de fuego  / para recordar la fugacidad / de nuestros cuerpos en abandono;  / la pérdida de dios, / la dispersión de nuestros rostros… Sin embargo no todo es desesperanzador en este apartado, si bien es cierto se pierde la fe en el lenguaje como elemento ordenador del desorden y la violencia, por otro lado el poeta erige ese otro lenguaje que no busca el orden, sino la belleza, de ahí que en este apartado se haga homenaje a algunas influencias determinantes en la formación poética de Berman: Mallarmé, Mejía Sánchez, Ian Curtis, entre otros.
 
4. Formas del viento o el regreso a la contemplación poética

De todas las partes de esta bitácora , es en esta donde la voz poética de Huésped de tu sombra se vuelve más contemplativa. Si en los apartados anteriores se invoca la presencia de voces arraigadas en el olvido, la muerte y el pesimismo, aquí se parte de la voz sapiencial del libro de Qohelet o El Eclasistés, el tono de estos poemas es profundamente escéptico pero no desarraigado. El viento se presenta como el elemento que arrastra pero no destruye: El viento que apagó tantas velas / agita las cenizas buscando brasas, este viento no es el agua que necesita la muerte para la resurrección, ni el fuego consumidor del lenguaje, es un viento que se mueve entre la nada de la vida cotidiana llevando y trayendo generaciones. Lo que nos parece decir esta voz lírica es que para ser como “las formas del viento” hay que aferrarse a esta nada, al fin y al cabo nada somos y hacia nada vamos. Somos viento, somos aire.
 
 

Víctor Ruiz

Víctor Ruiz. Poeta, fotógrafo, crítico literario y docente universitario, autor de los poemarios La vigilia perpetua (2008) y La carne oscura de lo incierto (2017). Su poesía ha sido incluida en las antologías Cruce de poesía, Salvador-Nicaragua (2006), Novísimos, poetas nicaragüenses del tercer milenio (2006) y Poetas, pequeños Dioses (Leteo, 2006). Ha brindado talleres de creación poética.  Miembro del Comité de Redacción de la Revista Poéticas. Colaborador de la revista de literatura el Hilo Azul, Revista de Lengua y Literatura del Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias y Carátula. Jefe de redacción de la revista Alastor.

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