Crónica de una atormentada
Un cuento del poeta Víctor BenUri, en exclusiva para Revista Álastor
Estoy seguro que muchas personas han escuchado historias inverosímiles. Historias de todo tipo, por ejemplo: la de un muerto que se le aparece a alguien, sin darse cuenta, este alguien que su interlocutor ya estaba muerto. El famoso lamento femenino a media noche, que, incluso, dicho de esta manera, suena hasta cliché. Un orbe luminoso que baja del cielo despejado y queda levitando a mitad de una calle, luego desaparece con la misma velocidad con la que apareció. El sonido de arrastrar las sillas de la sala a una determinada hora de la noche. O la de un avistamiento de luces en un campamento militar en las montañas de los ochenta por la guerra civil.
Siempre quise ser testigo de algo fantástico, paranormal, ver en primera persona lo que no se puede explicar racionalmente. Incluso ¿por qué no documentarla? Me pareció buena idea como aporte a la nueva literatura de lo paranormal del que hablan las editoriales españolas por el boom de una nueva camada de escritores jóvenes que desde el 2020 acaparan los titulares de la prensa cultural de ese país.
Hay momentos en el que nos contamos mentalmente un sin número de situaciones vividas, así que, me es oportuno relatar los diferentes acontecimientos que le darán forma a esta crónica. Puede que nadie crea lo que leerá a continuación, es difícil creer incluso cuando se conoce a los diferentes testigos que aquí aparecen, testigos que fueron entrevistados bajo juramento de confidencialidad.
¿Cómo iniciar? Con el tiempo, ese dictador que nos encadena a las patas de las manecillas. Recuerdo que empezó al terminar la semana santa de abril 2016. Trabajaba en el área administrativa de una empresa importadora de zapatos. La oficina central controlaba nueve sucursales distribuidas en la capital y en algunos departamentos.
En la tercera semana de ese mes recibimos noticias extrañas de la sucursal en Matagalpa. Era una tienda de zapatos, ubicada sobre la avenida principal, el edificio era de dos pisos. La segunda planta se usaba de bodega, además había un baño, tres habitaciones pequeñas y un amplio espacio remodelado para la línea de caballeros.
Tenía como ventanas unas paletas de cristal pañosas y sucias, algunas estaban rotas. Desde ahí se podía ver a una ciudad llena de verde y de brumas, por las noches el valle se llenaba de luz. A lo lejos, una cruz desde las alturas siempre resguarda a la ciudad, se conoce como Cerro Apante. La encargada había ocupado el cargo desde hacía cinco meses, en poco tiempo activó el segundo piso. Tamara, era su nombre, parecía segura y determinada a cumplir los objetivos.
Recuerdo mis horas de redacción técnica en la carrera de periodismo. Hablamos de los diferentes escritos como el artículo, el reportaje o la crónica, de repente nos desviamos a los que narran acontecimientos paranormales.
─Solamente reportajes creíbles y veraces─ nos ordenó el profesor. Sobre todo, nos recordó que debían ser medibles, con datos estadísticos y comparables con años anteriores u otros estudios. Algunos reportajes presentaron una buena cantidad de información y otros parecieron tan fascinantes, uno en especial, presentado por un colega con un título exuberante: “El hospital psiquiátrico y sus huéspedes”.
Los extraños incidentes empezaron en ese segundo piso. Cada vez que uno de los empleados subía para limpiar, encontraba zapatos caídos, una cantidad significante. Otras veces los estilos aparecían cambiados; deportivos mezclados con botas, casuales con deportivos y zapatillas con chinelas. Tamara aseguró muy convencida que todo era obra de un ex empleado que sirvió de vigilante porque lo había despedido.
En la primera semana del mes de mayo realicé un viaje a Matagalpa en compañía de Omar Ortiz, el chofer asignado, arribamos a las diez de la mañana. Omar era un hombre claro de contextura ancha y tamaño promedio, abultado de estómago, rostro amplio, usaba el corte de pelo a ras del cuero cabelludo como todo militar, sirvió de chofer en el ejército. Cuando entramos a la sucursal me di cuenta de inmediato, todo se veía y sentía extraño ¿sugestión? Puede ser, y puede que haya sido desde el principio.
El ambiente estaba enrarecido, veía los rostros de los empleados, de alguna u otra manera se miraban furtivamente, una complicidad silenciosa con un elevado grado de tensión. Entre bromas y risas nerviosas me comentaron que les lanzaban piedras.
─Un día estábamos todos en la entrada, de repente nos tiraron una piedra, vino del área de niños, por la puerta para subir al segundo piso─ Recordó Omar cuando le tocó llevar un nuevo stock para ampliar el inventario días antes de nuestro viaje.
De él sabía que era agnóstico respecto a espíritus, ovnis, fantasmas y similares, no se dejaba engatusar de nadie, en otro momento, me comentó que no temía y no creía en historias de pueblo. Sin embargo, me envió vía WhatsApp un video del segundo piso, Tamara y su personal lo grabaron con el celular de ella. La escena estaba en movimiento, podía ver toda el área de caballeros, imágenes adentrándose en los aposentos y el baño; oía la voz de los empleados mientras recorrían todo. Hubo una escena que llamó mi atención. La cámara apuntó hacia el fondo, una sombra, la figura de alguien de tamaño mediano se dibujó en la pantalla, una especie de espectro que no fue visto en el momento de la grabación, solo se pudo divisar cuando en el primer piso, todos reunidos, observaron sorprendidos la aparición. O quizás, se trataba de esa capacidad asombrosa del ser humano llamada pareidolia. En el que a veces usamos la sugestión para distorsionar la realidad.
Mostré el video a mis compañeros de la oficina y, pude comprobar que a inicios de la grabación la cámara ya había pasado por ese mismo fondo. El color de las paredes eran crema, dos de mis compañeras mostraron asombro e incredulidad. Una de ellas, literal, se le puso la piel de gallina al ver la misteriosa sombra ─¡es cierto, ahí está la sombra!─ gritó Gloria, la contadora. Sus ojos atónitos no podían creer al comprobar que a inicios de la grabación no había absolutamente nada.
El motivo de mi visita en la sucursal se debía a una capacitación de sistemas de facturación y ejecución de un software de antivirus para la computadora, protegerla de cualquier Malware. Tamara, tenía como equipo de trabajo a dos mujeres y dos hombres; Daniela, Holdyn, Ervin y Daniel. Todos con ese mismo trato educado, propio de la gente del norte.
No sé cómo decirlo de otra manera para no parecer repetitivo; pero, insisto, el ambiente estaba visiblemente raro dentro de la tienda, incluso el brillo del día que penetraba a través del cristal que daba a la calle principal de la ciudad. De repente, sentí una pesadez inexplicable, algo incómoda. Todos coincidieron en que se había intensificado días después del despido del vigilante, no tenían otra explicación, incluso uno de ellos contó que dicho vigilante hacía practicas extrañas y le escucharon decir comentarios no muy comunes.
En el transcurso de las una de la tarde nos encontrábamos absortos en diferentes actividades. Yo me encontraba en el área de caja, operando la computadora, Tamara, al lado mío con notas en la mano, no había ni un cliente. Ervin y Omar en el área de paquetería, junto a la caja. Daniel, en el área de niños, colocaba todo en orden, Holdyn y Daniela en el área de mujeres. Escuché de inmediato, sin más, un impacto metálico sobre el borde del cubículo de la caja, una piedra que salió despedida de la nada, pasó muy cerca mío. Fue de pronto, quedamos como estatuas.
─¡Vio, ya empezaron a tirar piedras! ─ nerviosa dijo Tamara.
Luego, los empleados dirigieron sus miradas hacia mí, como diciéndome ─ ahí está la prueba─ que no era delirio, que no tenían una especie de histeria colectiva imaginándose que las piedras llovían dentro de la sucursal. Salí del cubículo a prisa, me incliné para tomarla, su contextura era terrosa, recordé los escombros en el patio ubicado al fondo de la propiedad. La piedra tenía tonos negruzcos, como carbonizado.
Rápidamente me dirigí a las escaleras del segundo piso, todos vieron mi reacción y me siguieron con sus ojos, subí, estaba claro oscuro, algunos zapatos yacían indolentes en el piso, un cierto desorden reinaba en el área de caballeros, temprano, Daniel había ordenado todos los estantes cuidando que ni un zapato estuviera fuera de su posición. A los pocos segundos Daniel apareció a mi lado.
─ Eso no es nada, yo siempre los dejo en su lugar, al día siguiente me encuentro un montón de zapatos en el piso─ Le vi un tanto sereno, como que no le afectaba el hecho de que ese algo, ese ente desconocido morara en el edificio, manifestándose de forma recurrente y a veces violenta ─Mi Dios es más poderoso que este demonio─ me dijo tranquilo.
Mi corazón estaba agitado por subir a prisa, me dirigí a uno de los cuartos, tras la puerta encontré una silla, en ella, de forma pulcra, observé tendida una camisa polo a rayas, amarillo con blanco, y sobre el asiento un pantalón oscuro y unos zapatos sport como si alguien los hubiese acomodado para usarlos.
─¡Ah sí! Le iba a enseñar eso, la otra vez encontramos un short en vez del pantalón─ gritó Daniel. Entró y reordenó unas cuantas cajas y algunos zapatos. Los demás aguardaban en el primer piso. Me dirigí a la siguiente pieza, totalmente oscura, un silencio perturbador reinaba en el lugar, Daniel accionó el apagador, una luz amarillenta y débil iluminó el área. Todo estaba cubierto de polvo con olor a moho, en el baño de al lado la soledad llenaba las dimensiones y los objetos padecían de abandono.
Mi búsqueda fue infructuosa, nada y nadie que pudiera aventar piedras encontré ahí. Vi la piedra en mi mano derecha; la escaneé por todas partes, retomé la idea del patio y me dirigí hacia allí finalmente, crucé toda la estancia del primer piso bajo las mismas miradas persecutorias de los demás que me vieron andar como un loco hasta llegar a la puerta trasera que da a la bodega, luego al patio, bajé unas altas escaleras. El verde de la grama rechinaba con el atardecer, un fresco aire se esparcía por el terreno, la temperatura empezaba a descender. Llegué hasta los escombros, cerca de un árbol de aguacate, vi un sin número de piedras con las mismas características.
Les informé que todas provenían del patio mientras me agachaba para alcanzar algunas muestras. A las cuatro de la tarde subí al segundo piso, nadie se atrevía a subir solo a esa hora porque en ese momento las actividades eran más intensas. Subí para quedarme a esperar algún movimiento, ser testigo en primera persona de un evento paranormal. Me quedé sentado en medio de la sección de caballeros. Una hora completa en espera, una hora sin que ocurriera algo de importancia, todo estaba inmóvil, excepto mi imaginación. Hubo momentos en que la realidad quedó muda, una ciudad totalmente inaudible, veía de fondo la inmensa cruz en lo alto. A veces imaginaba espesas nubes grises y oscuras sobrevolando el edificio como en las películas. Después de eso, absolutamente nada.
Ese no fue el único viaje en el que sucedieron cosas extrañas. En el mes de junio retornamos para la auditoria de inventarios, esa vez nos acompañó Jeffrey, el encargado. Jeffrey era como un nerd, tenía 23 años, moreno, alto y de cejas sobrepobladas. Sabía de todo respecto a las nuevas tecnologías, un padre muy responsable y muy amante de los comics y animes japoneses. Creo que fue la parte más crítica de todos los eventos.
Recuerdo estar en la sección para damas con Daniela, contando uno de los estantes llamados Isla, en cuestión de segundos, otra piedra impactó en uno de los tubos del estante. Las piedras comenzaron a afectar a los clientes, una de ellas golpeó a un niño en la espalda, era un poco más grande que la anterior, el llanto fue mayúsculo. Se le dijo al cliente que la piedra se soltó de uno de los abanicos del techo, cosa que era imposible, pero no había forma de explicar lógica y razonablemente que una entidad habitaba en el segundo piso y aventaba piedras cuando uno menos lo espera.
Lo más perturbante de estos hechos, fue uno de los llamados de Tamara a la oficina. Nos contó que el espectro se había materializado, los chicos habían visto a una mujer vieja en harapos con un balde ennegrecido caminando en el segundo piso, luego fue vista en el patio y cerca de la bodega. Una de las personas más afectada por este ente fue Holdyn. Era una joven bajita, de pelo crespo y oscuro, morena-clara, era muy sencilla y hablaba de forma confusa. Tamara envió por WhatsApp unas fotos donde aparecía con arañazos en la piel, entre su cuello y la espalda, todo sucedió en el baño. Si todo era sugestión ¿cómo explicar esas marcas? Era difícil pensar que eran lesiones auto infringidas ¿quién se quiere joder la piel provocándose dolor? Solamente una persona con evidente descomposición psicológica.
A inicios del mes de julio, Jeffrey y yo les visitamos con el mismo chofer para hacer revisiones rutinarias. Nueve y media de la mañana leí en la pantalla de mi teléfono a nuestro arribo, Omar parqueó frente al edificio, estaba despejado, hacía mucho sol, pero no había calor en la ciudad. Tamara se precipitó a nuestro encuentro. Saludamos a todos, Holdyn me pareció extraña, tenía ojeras bien marcadas y los ojos enrojecidos, quise sostener la mirada, pero algo me lo impidió, me pareció anormal todo en ella. Así como apareció se alejó de todos y se aisló. Luego Tamara nos informó que quería hablar en privado con nosotros.
Jeffrey y yo nos vimos con aspecto serio ─ ¿Es grave el asunto? ─ pregunté. Nos llevó al segundo piso, entramos a uno de los cuartos; abrió la puerta y accionó el encendido, era un pequeño anexo al lado del baño, atestado de objetos viejos y sucios. Con un aspecto sobrio empezó a relatarnos algunas situaciones que habían superado lo inexplicable con esta empleada.
─Antier, Hoydin estaba en el área de niños, todo el día estuvo como retraída, apartada, nadie se le acercó, la observábamos ahí, metida entre el montón de zapaterito. De pronto desapareció, no supimos donde, la buscamos por todos lados, no sabía que hacer hasta que a Ervin se le ocurrió venir a buscarla aquí mismo donde nos encontramos en este momento, donde usted se encuentra sentado, ella estaba de rodillas─ se dirigió a Jeffry, ambos nos miramos exactamente como podrían verse dos personas que sospechan de la veracidad de lo relatado. Luego continuó.
─Cuando la encontró aquí mismo, abrió la puerta, entró un poco de luz, vio su figura, él gritó: ¡jefa, jefa venga, venga! Encontré a Holdyn como en trance, con su mirada perdida, sus manos juntas hacían una señal extraña y a la misma vez como rezando, decía palabras que yo no entendía. Le grité que reaccionara, traté de separar sus manos, ella me miró y sentí como si otra cosa estuviera ahí, al lado de ella, luego sentí como si ese algo quería entrar en mí─ estas son las cosas difíciles de creer.
Narró todo con tanta seguridad y seriedad que era difícil tomar una postura. Al mismo tiempo afirmaba su total respaldo a Holdyn, no la iba a dejar sola, mientras le recordábamos que las cosas podían salir de control, ya habíamos visto que los clientes estaban siendo perturbados por toda esta situación y que no sabíamos cómo poder explicarles sin que nos viésemos como locos, unos trastornados mentalmente.
Jeffrey escuchó estoico, cada palabra, a pesar que creía más en la ciencia que en lo absurdo. Por otro lado, le pareció interesante someter al análisis lo sucedido para llegar a una conclusión. Tamara le había impresionado con su determinación para defender a Holdyn. Algo sucedía y esperaba en un solo día conocer el origen de todo el revuelo paranormal en la sucursal de Matagalpa.
Saltaron por los aires algunas teorías. Se debatió la implicación del antiguo vigilante, se nos contó que este señor sentía atracción por la empleada, pero ella siempre se alejó de él. Hasta se habló de que la propiedad estaba maldita, ya que los pagos de alquiler se hacían con un nombre diferente al de los dueños.
Era la primera vez que veía a Jeffrey interesado en el caso, tanto así que, al igual que yo, aconsejamos a Tamara mantener vigilada a su compañera, no permitir que se auto aislara. Le pedimos que nos mantuviera informados, todo quedó entre nosotros, porque a uno de los socios le parecían locuras, cuentos de caminos, leyendas urbanas y noticias periodísticas para el sensacionalismo. Salimos del lugar y bajamos para organizar la revisión de inventario, sociabilizamos con todos e informamos a Holdyn nuestras muestras de apoyo. Advertimos a sus compañeros que hicieran lo mismo. Terminamos las actividades a las siete menos quince.
Hubo cena en la sucursal, salí al patio, ese día llegamos con nueva mercadería, Omar se hizo cargo de la entrega, Jeffrey estaba con Tamara en el área de caja. No pasó nada extraño a esa hora. Una brisa apacible cayó sobre Matagalpa, a través de los huecos de las nubes se podía ver el tintineo indómito de las estrellas a leguas de distancia, un tintineo del pasado ─ pensé─ el viento helado volaba entre las luces altas de los edificios construidos en colinas. Alcé la vista al orbe y me pareció como una nave inmóvil suspendida en la nada. Luego dirigí mi vista al segundo piso, a las ventanas polvosas de vidrio, todo estaba en penumbras, traté de ver si aparecía ese ente como sombra vigía desde esa altura. Luego, me uní a Jeffrey y Tamara y le dije a él que habláramos con Holdyn, para que nos concediera una entrevista y nos contara en primera persona su experiencia.
Cenamos a las siete y media de la noche, más relajados. Después de la cena, Jeffrey, Daniela, Holdyn y yo fuimos a un súpermarket a pocas calles de la sucursal. Compramos postre para todos, me acerqué a Holdyn y pregunté si podía relatarnos las cosas que le habían sucedido en el baño y en el anexo a uno de los cuartos del segundo piso, íbamos a prisa sobre las calles empinadas, la brisa se tornó más aguda y, sonriente me dijo:
─Le voy a contar como sucedió todo, de lo que me acuerdo─ Llegamos y golpeamos para que abrieran la puerta principal, dimos a Tamara y al resto su postre, Jeffrey y yo nos quedamos entrevistando en el área de niños a Holdyn ─ Cuéntanos─ Le dije
─De esto es lo que me acuerdo ese día; yo me sentía extraña, me sentía triste y quería estar sola, sentía como que nada me alegraba y como que algo me decía que me apartara de todos─ Jeffrey escuchaba con atención. ─¿Alguien te habló, te ordenó que hicieras algo?─ le preguntó.
─ No, para nada solo me sentía así─ respondió. Luego continuó.
─ Recuerdo que fui al baño, encendí las luces, de repente se apagaron y alguien me guiño del pelo, sentí como si me iban arrancar los pelos de raíz, me dolía la cabeza, me tiró al piso, yo luchaba para soltarme. Tomé de mi cabeza para tratar de soltar lo que me sujetaba, pero, no tocaba nada, solo sentía el dolor que me provocaba el tirón desde la raíz del pelo. Tenía miedo, de repente sentí que me arrebataron la voz, no podía gritar, quedé muda, quería llamar a la jefa, pero no me salía ni una palabra─
─¿Cómo hiciste para soltarte? ─ interrumpió Jeffrey.
─ Cuando me tenía ahí sometida, sentí como cuando alguien con odio clava sus uñas en la piel dejando un gran rasguño con ese ardor punzante. Al final grité como pude, no sé ni cómo logré soltarme y la jefa comenzó a golpear la puerta fuertemente, por suerte no había clientes a esa hora, abrí desesperada, llorando, fue espantoso─
Su relato me parecía una locura, una típica escena de esas películas de terror de los ochentas. Por mi parte, decía a mí mismo, cómo documentar un reportaje de estas magnitudes. ─Una buena cantidad de personas no cree en este tipo de cosas─ por otro lado, tenía las fotos donde ella aparece marcada, videos, entrevistas con los otros empleados, cada uno de ellos contó diferentes situaciones. Anteriormente nos habían mostrado en ese mismo baño el nombre DANIEL escrito con lapicero azul en las paredes. No saben cuál de los dos Daniel, ya que el segundo nombre de Ervin también es Daniel.
Tamara hizo quitar un espejo grande, de cuerpo entero, estaba sobre la pared blanca del baño. Es de la creencia de que los espejos sirven como puertas al mundo de los espíritus.
Ambos aconsejamos a Holdyn que se mantuviera atenta, que no se separara de sus compañeros y que alguien estuviera pendiente de ella cuando usara el baño. Jeffrey le explicó cómo los depredadores escogen a sus víctimas y le dijo que tenía que ser emocionalmente fuerte, porque ese tipo de, quién sabe qué cosa se alimentaba del miedo. Al parecer su escepticismo habría sufrido un golpe. Luego le preguntó cómo sucedió lo que Tamara nos contó cuando arribamos por la mañana, le preguntó si se acordaba de eso.
─ Empezó como la otra vez, me sentía igual, pero esta vez tenía dolor de cabeza. No recuerdo cómo llegué a ese cuartito anexo del segundo piso, pero recuerdo que alguien me decía ahí agachado que dijera unas palabras que no entendía, solo recuerdo que la jefa estaba a mi lado diciéndome que reaccionara, yo no sabía dónde estaba, me sentía atontada y no podía hablar─
─ Tamara sabe que no debes estar sola─ le dije.
Omar terminó de entregar la mercadería a las ocho y quince de la noche, estábamos listos para partir, no hubo ni un solo evento en esas horas, primero debíamos dirigirnos al kilómetro 145 carretera a Jinotega, La Fundadora, para ir a dejar a Ervin.
─¿Qué es La Fundadora?─ pregunté a Ervin.
─Era una finca que pertenecía a Somoza, pero ahora es una comunidad─ respondió.
Retornamos a Managua casi a media noche, hablamos del caso en el transcurso del viaje. Tratábamos de analizar lo más razonable posible cada situación paranormal. Yo había estado en las horas de mayor actividad en el segundo piso, no sucedió nada, fue una decepción. He escuchado a varios decir que cuando alguien anhela ver este tipo de cosas, no ocurre absolutamente nada, que todo se manifiesta de un momento a otro, cuando todos se desentienden de lo que hay alrededor, cuando uno está centrado en algo concreto. Puede que estes barriendo, ordenando, haciendo una factura, cualquier cosa, de repente, sucede.
Al final, Tamara, sacó a relucir su verdadero rostro, todos en la oficina sospechábamos de ella. Había algo que no cuadraba, pero qué era, no lo sabíamos hasta que Daniel y un nuevo miembro en el equipo de Matagalpa llamado Diego nos informaron de las libertades que ella se daba como encargada de la tienda. Llegó a un punto de involucrarse con los dos vigilantes que cambiaban turno. Resultó ser una charlatana que decía ser contadora y auditora. Fue despedida por malversación en la sucursal, hice el viaje con la encargada de recursos humanos para entregarle su despido. Daniel tomó el mando, de todos modos, él ya lo ejercía porque Tamara salía en sus horas laborales para hacer trabajos a otros negocios.
¿Tenía relación Tamara con todos los eventos en la tienda y con lo sucedió a Holdyn? Era una pregunta que debía ser contestada por alguno de los testigos. Después de algunos años, llamé a mi antiguo trabajo y pregunté si aún existía la sucursal de Matagalpa, y si aún Daniel trabajaba para la empresa. Me encontré con que la sucursal había pasado a manos de la hermana de uno de los dueños de la importadora. Daniel, ahora trabaja para una nueva patronal, con una otra razón social. Me facilitaron su número, le llamé para pactar una entrevista, para recordar aquellos sucesos que estuvieron a punto de hacerle perder su trabajo por renuncia. Por suerte, aceptó y quedamos para hablar después del trabajo.
A pesar de los años sigo dudando de todo aquello, todo me parecía sospechoso, Tamara era sospechosa, Holdyn era sospechosa, Daniela, Ervin, incluso Omar, pero no sé por qué nunca dude de Daniel. Él era mi única fuente confiable para salir de dudas y sacarme la espina. ¿Fue real?
Llamé a Daniel por la noche, más distendidos, nos saludamos y preguntamos cada uno por separado qué habíamos hecho en todo este tiempo. Él siguió trabajando para la importadora hasta que los dueños vendieron la sucursal por problemas económicos. Se hizo cargo de entregar el edificio y todo lo que había dentro. Fue propuesto para seguir al mando. Por mi parte, mi respuesta fue lo más corta posible ─aquí sobreviviendo, ya sabes que en este país lo que hacemos es sobrevivir─ para ir directo al grano.
Le pregunté si se acordaba de aquel caso en el tiempo de Tamara, me dijo que perfectamente, que fue una época turbulenta para él. Daniel es creyente, no es asiduo a las iglesias, pero va de vez en cuando, es un hombre de fe, responsable y no bromea con ese tipo de cosas.
─ ¿fue real todo aquello? ─ le interrogué, del otro lado del celular podía escuchar el tono serio de su voz.
─ Si, todo fue real ─ me explicó que Holdyn vivía en una comunidad en donde algunas jóvenes jugaron la güija, algunas quedaron mal, como trastornadas, ella era una de esas jóvenes. Al parecer, eso, lo que haya sido, la siguió desde entonces, llevando consigo aquello que fue invocado. Le pregunté sobre las escenas que tuvo en la tienda, lo confirmó sin dudarlo. Sobre la aparición del espectro en la tienda con aspecto de anciana en harapos, me dijo que se trataba de la abuela de Holdyn. Ella misma lo confirmó a sus compañeros, todo sucedió, todo fue real. Me informó que después del despido de Tamara, los eventos siguieron ocurriendo, pero no tan seguido. Hasta que Holdyn renunció, todo volvió a la normalidad. Pregunté si sabía dónde trabajaba ella actualmente, si sabía si ocurría lo mismo en los otros trabajos. Una conocida de Daniel le confirmó que cuando trabajó con Holdyn siempre tiraban piedras.
Hay cosas que son extrañas, mientras reviso desde el principio esta historia, de repente apareció en mi pantalla una notificación de la Nacional Geographic con el siguiente reportaje “La ciudad india donde vagan los fantasmas”.