El dolor será nuestra fotografía más sincera
Una selección de poemas del libro "Para hacer tropezar a las hormigas (2023, Proyecto Editorial La Chifurnia, Honduras)
Y COMO RECONSTRUYO ESTA CIUDAD
y cómo reconstruyo esta ciudad
hecha por tus comisuras,
repartida por la lluvia
como trozos de un pájaro
que arengó contra la tormenta
y entregó sus siete partes
como un ritual de agua
y cómo digo
que las manos ya no son peces azules
que pelean con su reflejo,
cruel imitación de su especie,
en esta pecera adornada
con la musicalidad del encierro
será mejor ponderar
la astucia de la luz
que se cuela por las ventanas
y vuelve impertinentes
las sombras que avanzan
sobre los pájaros que pintamos
para no sentir la ausencia de vida
en esta casa rota
en estas paredes que nos separan
del mundo que se viene encima
mi voz de niño
canta canciones para moribundos
esos que reciben la voz
con el agrado de lo que está por acabarse.
Estoy jugando con sus rostros
sus nombres y recuerdos
como juguetes miserables
fabricados para mi angustia.
llamaré a la puerta de esta ciudad
y esperaré a que los mendigos acudan
y me cierren en el rostro
su aliento de perros atropellados,
sus uñas ennegrecidas de espera
y sus dientes,
fragmentos misérrimos del hambre,
trituren la fotografía
donde jamás sonreí
para que la ciudad no creyera
que soy feliz con su sangre
aguándome los pies
y cómo reconstruyo esta ciudad
devastada por las piedras que ruedan
hasta la orilla de su nombre
para hacer tropezar a las hormigas
que se llevan, una a una
las hojas de los jardines.
PRIMAVERA INESPERADA
De tu cadáver recojo flores
porque algo de jardín tenía tu nombre
cuando lo pronunciaba presuroso
en pasillo interminable de la casa
que nos vio jugar con los umbrales de las puertas
a hacer y deshacer caminos.
PAPÁ TIENE EL OFICIO DE ESCORAR
Mi amigo dice que el mar es pequeñito,
que cabe en una caja de dos manos
o en el fondo pequeño de una caracola.
Mi amigo nunca ha visto el mar.
Yo no le creo.
¿Cómo algo tan pequeño podría tragarse a un hombre?
-Felipe Granados
Posiblemente mi padre pertenezca a la marea,
por eso la muerte es un lenguaje oculto en sus costas.
Estoy casi seguro de que las mitologías que hablan
de aquellos seres que emergen de lo más profundo
cantando toda su antigüedad,
hablan de mi padre.
Es una certeza negada que las aguas son el hogar de vidrios rotos,
estos se acomodan, de vez en cuando, como un batallón
en contra de las venas que simulan ser arrecifes.
Papá es una botella completa y no sabe cómo abalanzar su furia
para hacerse más punzante:
ignora las rocas que lancé desde la infancia.
Según las palabras que cayeron en desuso,
atropar la arena es un oficio igual de desfasado
para la prístina pureza de la sal.
Papá tiene el oficio de escorar:
torcer cualquier barca
es suficiente para él.
XXII
Desde mañana seré feliz,
mamá.
Abriré la ventana del hombre que era
y meteré pájaros a esa habitación vacía:
no quiero que el recuerdo se colme de silencio.
Mataré a alguien
y dejaré en su cadáver
el ramo de flores que jamás recibí
porque soy hombre
y no merezco flores para celebrar
mi ternura.
Desde mañana
las manos de quienes conocieron mi rostro
harán cuencos para sostener mi llanto
y bautizar sus nuevas nostalgias
con esa agua sucia que brotará
de mi ausencia.
Porque
desde mañana seré feliz,
mamá.
CRUCIFIXIÓN EN SEPIA PARA LA NOSTALGIA
Cuando tenga la edad de cristo sobre el madero
reconoceré el costado que me tocará entregar a la herida.
Siempre el dolor será nuestra fotografía más sincera,
el único rostro que no fingiremos para no espantar a los niños
o para volver blanda nuestra imagen.
El madero reconocerá mi espalda como la callosidad perfecta
para encallar sobre la rocosa sensación de la cercanía
o la nostalgia de creer que el bosque está de nuevo cerca
para humedecer su tacto con la savia que se entrega gustosa
a este inusual cronista de mis cicatrices.
CANCIÓN PARA EL OLVIDO
Mientras viva podrán negarme esta tierra,
pero no evitarán que me funda en ella cuando muera.
-Rafael Lechowsky
Mis manos fueron poblados fantasmas:
frenéticas estrellas
que arrancan la oscuridad del cielo,
el duelo de formas
que se disputa
entre sombras y luces.
Mis manos buscan la geografía del hogar.
La puerta de entrada
es una áspera bienvenida,
un dulce aroma lejano
para todo el que parte,
un ritual necesario
para quien pretende
pertenecer a algún lugar.
Detenerse ante el verde que entra por las ventanas
es añorar todo lo que desde afuera
nos sigue golpeando la memoria.
Extraña labor la de recordar:
resucitar fantasmas,
negarse al olvido
huyendo de todos los espacios blancos
que nublan el pasado
cada vez más difícil de evocar.
Esperar a que vengan de las habitaciones
todos los ruidos de las épocas añoradas,
engañarnos con la vana promesa
de que las manos volverán a sentir
el roce de la infancia.
Agradecer al olvido la razón misma de este
es no construir sobre nuestros nombres
todo el andamiaje necesario para soportar la existencia.
El olvido se nos muestra como agua bendita,
unge nuestra frente, casi besándola
arrodillado a las orillas del llanto.
El olvido no es lo mismo que el abandono:
el primero llega, se instala de forma silenciosa
y empieza a meter sus manos
en todos los rincones de la casa.
El segundo se elige,
ignora lo que es arrepentirse
y pone nombre a todas las tumbas que ha cavado.
DERRUMBE
Una puerta que se abre
es un niño huérfano
tratando de amar, a brazos extendidos,
un muro que se derrumba.
AUTORRETRATO
Tengo la cara de mis amigos muertos.
Juego con las palabras de sus epitafios
a componer un himno
para la orquesta de pájaros
que anidaron en sus recuerdos.
Tengo la cara de la abuela que no conocí,
porque conocer a alguien en la vejez
es conocer toda su maldad
filtrada por el tiempo.
Es ignorar las omisiones culposas
en los relatos sobre sus hijos vivos;
los muertos son una sombra ocre
detrás de sus ojos.
Tengo la cara de las ausencias,
una mancha blanca
donde debe decir familia,
una callosidad donde los labios
deberían sostener un recuerdo,
una partitura de canciones para funerales
donde se instalan los nombres
de todo lo que extraño.
Tengo una cara construida por albañiles
con aspiraciones de pugilistas.
Un nombre que no concuerda con este rostro,
una voz que no hace honor a esta cicatriz
y una mentira que le creí al espejo.
INOCENCIA
mi ternura sólo conoce un idioma:
la infancia
ahí mi voz anhelaba
gritar todos los pájaros
que mi inocencia
arrancó del cielo
PETRICOR
la verdad es una piedra pulida por el agua
-Jorge Boccanera
I
Las piedras hablan un lenguaje de aromas.
II
Desde la piedra brota el agua,
la toco con mi báculo.
En piedra grabé los diez pecados a cometer.
En piedra y sal se convertirá mi sino.
Cuando vuelva a contar las huellas
la lluvia las habrá borrado
para dejar el petricor en lugar de la noche.
III
Aquí la noche,
aquí los destierros.
Aunque llueva
las manos apestan
a la soledad obtenida
en busca de nuestros muertos.
Nos mojamos las manos,
los rostros,
enjuagamos nuestra sed.
Es nuestro símbolo esta limpieza del dolor.
Los pies solo saben andar y tocar las aguas,
golpearse contra las piedras
y gemir.
Aquí recibimos
con bocas abiertas
las gotas
aunque el aroma de la lluvia
nos recuerde al de la sangre.