Marion Delorme, amante francesa de Rubén Darío

Nacida ca. 1869, comenzó a cantar y bailar en París en 1886. El poeta la menciona en su Autobiografía.

«Todas las hojas son del viento...». Foto de Víctor Ruiz.

Marion Delorme, nacida probablemente en 1869, comenzó a cantar y a bailar en el Alcázar de Invierno de París en 1886, a la edad de 17 años. Como actriz tuvo éxito en Manon, ópera de Jules Massenet y Henri Meilhac, en La Cagnotte, comedia vaudeville de Eugène Labiche, y en Bébé, comedia de Émile de Najac y Alfred Hennequin. A la vez se inició a la vida de cortesana. En 1887, su nombre (mejor dicho su seudónimo artístico, ya que su nombre verdadero se ignora) aparece en el Gil Blas entre las mujeres galantes más cotizadas de París. Fue amante de Rubén Darío, quien la menciona en el capítulo XXXIV de su Autobiografía: “Y vaya una grata memoria a la gallarda Marión Delorme, de victorhugues­co nombre, de guerra, y que habitaba entonces en la avenida Víctor Hugo. Era la cortesana de los más bellos hombros. Hoy vive en su casa de campo y da de comer a sus finas aves de corral”. Se sabe que en junio de 1893 Darío llegó a París con mucho dinero, e indudablemente Marion Delorme le ayudó a gastarlo de la manera más agradable. Delorme tenía protectores poderosos, entre ellos periodistas del semanario Fin de Siècle, donde las noticias sobre su vida mundana abundan durante los años 1887-1906. Con otras señoritas, fue acusada por ultraje público al pudor por haber participado semidesnuda en el desfile del famoso Baile des Quatre-z-Arts, pero fue absuelta. Pertenecía a la elite de las cortesanas, cuyos ingresos alcanzaron 100.000 francos por año, y logró acumular una gran cantidad de riquezas de todo tipo, que Darío y otros admiraron en su apartamento. Varios hombres se suicidaron por ella o amenazaron con hacerlo. Tenía predilección para los extranjeros de alto nivel. Ofrecía cenas en los mejores restaurantes, donde recibía boyardos rusos y “las más brillantes gardenias de la colonia hispanoamericana”. Trataba de motivar a sus clientes para que invirtiesen sus fondos en la compañía del canal de Panamá, que le remuneraba sus servicios con buenos cheques. Para su correspondencia utilizaba un lujoso papel de cartas con el lema “Me abro de noche”. Escribió o dictó una obra de teatro de carácter autobiográfico, El hombre del mundo, que fue escenificada en su casa y en la cual ella misma representaba el papel principal. Lamentablemente la pieza nunca llegó a los teatros, y, según parece, el texto se ha perdido. En 1906, una gran parte de los muebles, cuadros y otros tesoros de Delorme fueron subastados: se estaba preparando para retirarse de las batallas de amor. La Biblioteca Nacional de Francia tiene una gran colección de sus retratos, fotografías tomadas casi todas en los célebres talleres de Reutlinger. Hemos descubierto que Delorme las vendía (entre otros clientes) al Gremio de Fabricantes de la industria fosforera española. Entre 1897 y 1910, en España, dentro de las cajas de fósforos se insertaron pequeñas imágenes de poetas, artistas, políticos, toreros, príncipes, princesas y sobre todo actrices y cortesanas. Eran diferentes series, que hoy todavía se coleccionan. Entre las actrices, Delorme aparece con una frecuencia mayor a cualquiera de sus colegas. Es posible que los fósforos la atraían, por el fuego que llevaba dentro y que le gustaba encender por todos lados.

Presentamos 6 fotos originales del taller Reutlinger, más 6 que se reprodujeron en las cajas de fósforos en España.