Medir y pesar las diferencias (con Jeremías Gamboa)
Jeremías Gamboa es uno de los escritores contemporáneos más celebrados en latinoamérica. Sus obras han recibido los elogios de la crítica y de los lectores. Uno de nuestros editores viajó a San José, Costa Rica, para entrevistarse con el autor de Contarlo todo a mediados de mayo.
Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Antonio Cisneros
Por primera vez sentía que tenía algo de los que ellos carecían;
algo con que defenderme del mundo al que estaba obligado a regresar.
Jeremías Gamboa
Una mañana el joven Gamboa despierta encabronado con el mundo. Enciende la computadora y escucha a Lou Reed. Ha viajado desde Lima hasta Colorado con el propósito de estudiar literatura. Escribe con furia, sin ningún plan. Las escenas se acumulan en pequeños brotes, en una serie de fragmentos que darán origen a su primera novela. El autor ha logrado liberarse, romper con el bloqueo que lo ha condenado a la inacción durante los últimos años. Por fin ha encontrado editor para sus primeros cuentos y la tentación de escribir, de continuar con el desarrollo de aquellos brotes, lo convence de regresar a Lima. Abandona la academia y se convierte en escritor. Años más tarde, desde la sala de una antigua fábrica de ron en San José, Costa Rica, dicta un taller de dos días sobre su experiencia con la página en blanco, la resistencia, los impulsos internos de la creación, etc.
Nos reunimos en un bar del Parque Morazán para conversar sobre los mecanismos de su obra. Aunque apenas hemos intercambiado palabras tengo la impresión de conocerlo de antemano. He leído con entusiasmo sus textos, convivido durante horas con sus personajes. Pedimos un par de cervezas y hablamos de literatura:
I
Contarlo todo (2013), la primer novela de Jeremías Gamboa, es un relato sobre la vulnerabilidad y el aprendizaje. Ambientada en la Lima de los noventas y la primera década del siglo, la ciudad se revela como testigo de los miedos y conflictos del protagonista. Gabriel Lisboa, un joven estudiante de periodismo, se enfrenta a una serie de experiencias que terminarán por definir su vida. Proveniente de un barrio periférico, el protagonista asume la literatura como el medio para enfrentarse al mundo. Gabriel y su grupo de amigos se lanzan a la aventura en medio del caos y la desesperanza. En ciertas escenas el protagonista lucha por escribir algunos de los relatos de Punto de fuga —el primer libro de cuentos del autor, publicado por Alfaguara en el 2007—. Los temas parecen recurrentes: la amistad, el amor, la soledad, el aprendizaje, etc, como si algunas experiencias no hubieran sido agotadas por completo.
“Con el tiempo creo que Punto de fuga es un inventario de los temas futuros”, dice Gamboa, “una exploración, las primeras fumarolas de un volcán. El escritor está llamado a sumergirse al centro, a trabajar con lo incandescente. El nudo de muchos de esos cuentos es una sensación de extrañeza, como el personaje de un cuadro que no sabe que está pintado o descubre y acepta que lo está”. Se refiere a Evening interior, un relato basado en la obra del pintor norteamericano Edward Hopper: un hombre observa la calle desde la ventana de un café, descubre, en el edificio de enfrente, la silueta de una mujer entre los ventanales. Una atmósfera de irrealidad inunda la escena. “Ahora lo veo como una exploración de un estado de inacción, de esa sensación de inhibición frente al otro. A mi siempre me gustaron los cuadros de Hopper, me fascinaba el setting, la iluminación, algo que Wong Kar-Wai usa mucho en sus películas, esa relación con la soledad que tenemos todos. Yo me sentí así por muchos años y es algo que di cuenta en el libro”. Recurre entonces a la invención de un cuadro, la unión de dos pinturas de Hopper que originan un nuevo objeto dentro de la ficción, un artificio presente en más de uno de sus textos. “Quise cifrar esas preocupaciones en una imagen, abordarlas desde el estudio de una pintura. Ese cuadro no existe, pero lo escribí para que existiera”.
En ese sentido la narrativa de Gamboa está llena de referencias visuales: una intención por transmitir a través de imágenes determinados estados emocionales y una especie de sensibilidad revelada a través del espacio —de lo que no se puede hablar, es mejor callar, o en su defecto, mostrar—. “En un cuento con el que me divertí muchísimo (Un responso para el cine Colón) escribo sobre un pornografo que se toma el cine en serio. Habla de los directores, de los giros de cámaras, de los filtros, etc. Siempre me ha gustado la literatura que se experimenta, que el lector no sienta que está leyendo sino que se vea en el lugar, en el espacio. Un escritor al que admiro mucho habla de una especie de arte de la inmersión. Quizás de ahí provenga esa sensación cinematográfica. Mi lenguaje tiende a la transparencia, a ser funcional, quizás por influencia del periodismo y las audiovisuales”.
II
Algunas escenas de Contarlo todo sugieren un homenaje a la tradición peruana, a ciertos escritores fundamentales en la formación del autor y de sus personajes. Se los ve recordando a Zavalita desde los bares de Barranco, cruzar las calles de Miraflores, la periferia de la ciudad de madrugada. Ribeyro, Bryce, Cisneros, etc. Pero a diferencias de estos últimos la Lima de Gamboa sufre de los males propios de su generación. Desde una habitación de los suburbios el joven Lisboa se enfrenta al desamparo y a la soledad, a la complejidad de las relaciones humanas y los prejuicios sociales.
“Yo trabajo en conexión con lo que leo. Si escribo sobre la adolescencia intento leer las mejores novelas de cuyas referencias tengo. Eso me sirve para darme cuenta de cuál es mi historia. Mi libros surgieron por una sensación de emoción, de búsqueda ante obras que referían experiencias similares a las mías. Para mí ser periodista era una pérdida de tiempo, yo quería escribir, ser escritor. Cuando leí Tinta Roja de Alberto Fuguet me di cuenta que yo también tenía algo que decir”. El personaje de Fuguet (Chile, 1964) recorre la ciudad en búsqueda de historias para El clamor, un diario sensacionalista de Santiago. El joven Gamboa se gana la vida, entonces, como periodista de Caretas, un prestigioso semanario de investigación. La historia lo inquieta, le demuestra que él también puede escribir, utilizar su propia experiencia como punto de partida. “A veces los libros aparecen como respuestas ante los libros que lees y que te gustan. Contarlo todo, por ejemplo, surge ante la frustración de El pez en el agua. Vargas Llosa no cuenta el momento exacto en que se convirtió en escritor. Yo escribo esta novela para intentar completar ese libro”.
En ciertas escenas de Contarlo todo el protagonista recorre la Avenida Tacna, sin amor. El lector piensa de inmediato en la obra de Vargas Llosa, en algunos fragmentos notables de Conversación en la catedral. Hablamos al respecto y el rostro de Jeremías se llena de entusiasmo: “Conversación en la catedral fue un disparo a la cabeza”, dice. “Cuando escribo pienso en la tradición, en las zonas que han sido referidas por los grandes maestros de la narrativa peruana. Esa es una de las grandes ventajas de los narradores de mi generación. Cuando entraba al territorio de Lima sentía que dialogaba con lo que otros habían escrito”. En una de las escenas de Contarlo todo, el personaje sufre una crisis antes de abandonar el periodismo. Está solo, coqueado y borracho sobre la Avenida Wilson. Termina llorando y una prostituta le escupe la cara. La humillación es total. “En ese momento me doy cuenta de jque mi personaje tiene que caminar hacia la Avenida Tacna”, dice entre risas. “Yo ya había homenajeado a Conversación en otras partes del libro, pero ese momento sobre la Avenida Tacna fue lindo. No sentía que estuviera reescribiendo sino dialogando con la tradición. Me gusta mucho esta idea que tiene Piglia sobre la casa de la novela, sobre el museo intangible de la literatura. En arte es lindo porque observas la continuidad física del diálogo, puedes ver un pintor en función de otro, moverte de una sala a otra. Yo tengo una casa de la novela peruana y latinoamericana con la que me interesa dialogar”.
“Así como Piglia siempre vuelve a Macedonio, a Borges, a Arlt”.
“Me encantaría escribir un libro de ensayos sobre literatura peruana. Me encanta que Piglia haga eso. Esta idea de la construcción, de la red literaria. Nunca lo había pensado pero Piglia es un tipo que quiere hacer conversar a Arlt y a Borges. Un diálogo aparentemente imposible”. Gamboa reconoce en Vargas Llosa y Arguedas a las dos fuerzas tutelares de la narrativa peruana. En uno de los episodios finales de Contarlo todo el protagonista viaja a Ayacucho, una ciudad andina a más de 500 km de Lima. Mientras vaga por las calles lee un libro de Arguedas. Las tramas de ambas novelas parecen reflejarse, entrecruzarse en dos historias sobre la formación y el abandono. “Es curioso porque creo que ese diálogo va continuar. La presencia de Arguedas ha crecido con el tiempo, se vuelve más fuerte a medida que me acerco a mi lado indígena. Me gustaría que mi trabajo sea ese puente entre Vargas Llosa y Arguedas, me encantaría hacerlos dialogar”.
III
En los altavoces suena El baile y el salón de Café Tacvba. Hace un poco de calor y pedimos otra ronda de cervezas. Hablamos de música, de la banda sonora que acompaña a los personajes de sus libros.
“A veces pienso que escribo porque no pude ser músico”, digo.
“Igual yo”, contesta Gamboa, “muchos escritores somos músicos frustrados”.
Desarrollo entonces una teoría a partir de mis obsesiones: una inclinación por buscar una especie de música interna, de especular sobre el tono de los escritores a quienes leo. Vargas Llosa es una sinfonía de Mahler, Piglia un standard de jazz, etc.
“Tus libros, por ejemplo, me suenan a The Clash”.
“Es mi novela punk”, ríe, “por eso la presencia de Lou Reed durante la primera parte. De alguna forma es la fuerza tutelar del libro, una especie de liberación. Es curioso que te diga eso y empiece a sonar Café Tacvba, una de las músicas centrales de mi vida. Hay un cuento de Punto de fuga donde unos chicos salen en un carro a vagar por la ciudad y suena Janie Jones, The Clash total. Yo siento que tengo muchas músicas pero he explorado esas que son más urbanas. Caetano, por ejemplo, me saca de esa tristeza andina con la que lidié por mucho tiempo. A él le toca trabajar lo mulato tanto como a mi me toca trabajar mi herencia indígena. Otros libros estarán acompañados de otros discos, pero la primera parte de Contarlo todo es Lou Reed y la segunda Caetano, así como la primera parte tiene como motivo a Conversación en la catedral y la segunda a La tía Julia y el escribidor”.
“Esa es la parte que más me movió, la segunda”.
“Claro, el amor nos mueve a todos. A mi me conmovió mucho el esfuerzo de este chico por ser escritor. El quiere escribir cuentos y no puede. El está viviendo un cuento, está viviendo una aventura sentimental impresionante. Esa idea me encantaba. Este muchacho que quiere escribir y mientras escribe le pasa el amor, y el amor no te deja escribir porque te vuelve loco. Eso es La tía Julia, como todas las grandes novelas tiene muchas aristas”.
“Y que son los libros que terminan siendo parte de tu formación”
“Yo me formé con el Boom como todo hijo de clase media, mucho por la influencia de mi padre que es un gran autodidacta. Yo fui un lector muy tardío. Cuando leí Pedro Páramo recuerdo haber pensado que sería lindo ser escritor, dedicarme a esto, como quien piensa en ser astronauta. Pero Pedro Páramo fue apenas mi tercera novela. Quizás eso explica un poco mi bloqueo inicial porque empecé a leer una literatura que no era tan cercana a mi experiencia”.
“Es como escuchar música, nadie empieza por Bach”.
“Exacto, habría que empezar por los Beatles”