La victoria no es más que una derrota colateral
El legado de los victoriosos es tan irónico como el de los vencidos
La verdad es la primera víctima de la guerra
Esquilo
Javier Cercas nos presenta un complejo y significativo proceso de reconstrucción histórica en “El Monarca de las Sombras” (2017, Literatura Random House), la búsqueda del pasado del “héroe” familiar: Manuel Mena, lleva a Cercas a una intensa investigación para atar los cabos sueltos del discurso histórico y familiar respecto a la vida de este personaje que, observa todo desde un viejo retrato.
La dicotomía entre el pasado y el presente se entrelazan a lo largo del relato, Cercas, inquieto por la importancia que tiene para su madre la imagen heroica de Manuel Mena, decide a pesar de las contradicciones que implica, desenmarañar el velo de sombras y gloria (que son las dos caras de la misma moneda) en que ha estado envuelto por más de setenta años, al mismo tiempo, el fantasma de Mena, es el fantasma de la guerra que tarde o temprano trasciende de las sombras de la memoria y que para bien o para mal, obliga a ver de cerca el pasado por doloroso que sea. Desenterrar implica remover la pesada lápida de los recuerdos, tanto familiares como colectivos que conforman la memoria.
Los personajes que desfilan a través del relato se enfrentan una y otra vez al recuerdo todavía agonizante de la guerra civil, operación a menudo difícil; las ruinas erigen un torreón sobre el césped y entonces, recordar equivale a ver nuevamente aquellos hechos que definen nuestro actuar como seres humanos, y, por ende, nuestro actuar como sociedad, no obstante, recordar a veces ayuda a entender ciertos porqués sin necesidad de emitir juicios.
El acercamiento hacia el pasado de Manuel Mena lentamente va arrojando luces que disipan la imagen incomprensible y distorsionada que se tiene sobre él, la misma que la historia oficial suele dar a sus héroes y mártires. Mena era uno de tantos jóvenes idealistas que, embriagado por la propaganda de la Falange se lanza a una guerra ajena en la que nadie es realmente indispensable a como lo declara el discurso político, por el contrario, es uno de tantos peones en el tablero. Aunque para su familia sea una suerte de Aquiles. Para Cercas atar todos los puntos sueltos sobre la muerte de Mena, es enfrentarse a la deshonra heredada por su opción política:
“(…) el retrato de Manuel Mena lleva más de setenta años acumulando polvo en silencio, convertido en símbolo perfecto, fúnebre y violento de todos los errores y responsabilidades y la culpa y la vergüenza (…) y el deshonor de mis antepasados.” (Cercas, 2017: 22).
Escudriñar en la memoria de los familiares y demás personas que conocieron a Mena o que al menos, tuvieron la oportunidad de tratar con él y en los archivos de Ibahernardo, sugieren que Mena “era un soldado sediento de gloria y de batallas”. Sin embargo, a medida que la guerra se encrudeció, los ideales empezaron a caer y amontonarse inútilmente igual que los cuerpos de muchos jóvenes como él por todo el campo de batalla. Este Aquiles sediento de lucha gradualmente se va convirtiendo en un Ulises hastiado de la guerra, porque la vida y sus pequeños detalles empiezan a tener más importancia que la gloria efímera de morir en el combate, esta madurez forzada que despierta en él, lo hace entender que al final, los motivos de una guerra son falsos, pero los motivos que tiene un hombre para luchar son los más simples y puede que, los únicos que valgan la pena.
“El monarca de las sombras” nos ofrece una introspección para poder afrontar el pasado, con todos sus aciertos y errores y empezar a comprender el porqué de ciertos eventos, en el caso que se nos presenta, la herencia de la guerra está presente y la manera de asumirla es indagando en los escombros de la misma hasta encontrar las piezas que conforman el rompecabezas. El legado de los victoriosos es tan irónico como el de los vencidos: retratos en las salas de familiares y “un olor a quemado” que se extiende a través de los años. La victoria no es más que una derrota colateral.