Parábola - Louise Glück
Tres traducciones de Mario Zetino de Louise Glück, Premio Nobel 2020
AVERNO, 4
Pasamos todo el día
navegando por el archipiélago,
la islas diminutas que fueron
parte de la península
hasta que se partieron
en los fragmentos que ves ahora
flotando en el agua del mar del norte.
Me parecieron seguras,
creo que porque nadie puede vivir allí.
Más tarde nos sentamos en la cocina
y vimos la estrella de la tarde y después la nieve.
Primero una, después la otra.
Nos quedamos callados, hipnotizados por la nieve
como si una turbulencia
que antes había estado oculta
se estuviera haciendo visible,
algo dentro de la noche
ahora expuesto.
En nuestro silencio, estábamos haciendo
esas preguntas que los amigos que confían uno en el otro
se hacen cuando están muy cansados,
cada uno esperando que el otro sepa más
y cuando no es así, esperando
que sus impresiones compartidas formen juntas una intuición.
¿Hay algún beneficio en imponerse a uno mismo
la conciencia de que uno va a morir?
¿Es posible perder la oportunidad de vivir mi propia vida?
Preguntas así.
Estaba nevando fuerte. La noche negra
se había transformado en un aire blanco y cargado.
Algo que no habíamos visto se reveló.
Algo se reveló, pero no su significado.
PARÁBOLA
Primero despojarnos de los bienes mundanos, como lo enseña San Francisco,
para que nuestras almas no sean distraídas
por la ganancia y la pérdida, y también
para que nuestros cuerpos sean libres para moverse
ágilmente por los pasos de montaña, luego teníamos que discutir
hacia dónde debíamos viajar, y la segunda pregunta era
si debíamos tener un propósito, contra lo cual muchos de nosotros
sostuvieron fieramente que tal propósito
era parte de los bienes mundanos, lo cual significaba una limitación o constricción,
mientras que otros dijeron que por esa palabra éramos consagrados
peregrinos, en vez de vagabundos: en nuestras mentes, la palabra,
traducida como un sueño, como un algo buscado, de modo que al concentrarnos
la veríamos destellando entre las piedras, y no
pasaríamos, ciegos, de largo; cada cuestión que surgió después
la debatimos con igual detalle, los argumentos avanzando y retrocediendo,
de modo que nos volvimos, dijeron algunos, menos flexibles y más resignados,
como soldados en una guerra inútil. Y la nieve cayó sobre nosotros, y sopló el viento,
que con el tiempo se calmó: donde había habido nieve, aparecieron muchas flores,
y donde las estrellas habían brillado, el sol surgió sobre la línea de árboles,
de modo que tuvimos sombras de nuevo; esto sucedió muchas veces.
También lluvia, también crecidas a veces, también avalanchas, en las cuales
algunos de nosotros se perdieron, y cada cierto tiempo parecíamos
haber alcanzado un acuerdo, nuestras cantimploras
colgaban de nuestros hombros; pero siempre ese momento pasaba, así
(después de muchos años) estábamos aún en la primera etapa, aún
preparándonos para iniciar un viaje, y sin embargo estábamos cambiados;
podíamos verlo uno en el otro; habíamos cambiado aunque
nunca nos movimos, y uno dijo, ah, miren cómo nos hemos hecho viejos, viajando
del día a la noche, ni hacia adelante ni hacia los lados, y esto pareció
de una extraña manera milagroso. Y aquellos que creían que debíamos tener un propósito,
creyeron que este era el propósito, y aquellos que sentían que debíamos permanecer libres
como condición para encontrar la verdad, sintieron que esta había sido revelada.
EL PASADO
Pequeña luz que en el cielo de pronto
aparece entre
dos ramas de pino, sus finas agujas
ahora recortadas contra la superficie radiante
y arriba de esto el cielo
alto, lleno de plumas…
Huele el aire. Es el olor del pino blanco,
con toda su intensidad cuando el viento sopla a través de él
y el sonido que hace es igual de extraño
que el sonido el del viento en una película…
Las sombras se mueven. Los lazos
hacen su sonido de lazos. Lo que escuchas ahora
será el sonido de un ruiseñor, chordata,
el macho cortejando a la hembra…
Los lazos saltan. La hamaca
se balancea en el viento, amarrada
firmemente entre dos pinos.
Huele el aire. Ese es el olor del pino blanco.
Es la voz de mi madre lo que escuchas
o sólo es el sonido de los árboles
cuando el aire pasa a través de sus ramas
porque ¿qué sonido haría
si pasara a través de la nada?
AVERNO, 4
We spent the whole day
sailing the archipelago,
the tiny islands that were
part of the peninsula
until they’d broken off
into the fragments you see now
floating in the northern sea water.
They seemed safe to me,
I think because no one can live there.
Later we sat in the kitchen
watching the evening start and then the snow.
First one, then the other.
We grew silent, hypnotized by the snow
as though a kind of turbulence
that had been hidden before
was becoming visible,
something within the night
exposed now —
In our silence, we were asking
those questions friends who trust each other
ask out of great fatigue,
each one hoping the other knows more
and when this isn’t so, hoping
their shared impressions will amount to insight.
Is there any benefit in forcing upon oneself
the realization that one must die?
Is it possible to miss the opportunity of one’s life?
Questions like that.
The snow was heavy. The black night
transformed into busy white air.
Something we hadn’t seen revealed.
Only the meaning wasn’t revealed.
(de Averno, 2006)
PARABLE
First divesting ourselves of worldly goods, as St. Francis teaches,
in order that our souls not be distracted
by gain and loss, and in order also
that our bodies be free to move
easily at the mountain passes, we had then to discuss
whither or where we might travel, with the second question being
should we have a purpose, against which
many of us argued fiercely that such purpose
corresponded to worldly goods, meaning a limitation or constriction,
whereas others said it was by this word we were consecrated
pilgrims rather than wanderers: in our minds, the word translated as
a dream, a something-sought, so that by concentrating we might see it
glimmering among the stones, and not
pass blindly by; each
further issue we debated equally fully, the arguments going back and forth,
so that we grew, some said, less flexible and more resigned,
like soldiers in a useless war. And snow fell upon us, and wind blew,
which in time abated—where the snow had been, many flowers appeared,
and where the stars had shone, the sun rose over the tree line
so that we had shadows again; many times this happened.
Also rain, also flooding sometimes, also avalanches, in which
some of us were lost, and periodically we would seem
to have achieved an agreement, our canteens
hoisted upon our shoulders; but always that moment passed, so
(after many years) we were still at that first stage, still
preparing to begin a journey, but we were changed nevertheless;
we could see this in one another; we had changed although
we never moved, and one said, ah, behold how we have aged, traveling
from day to night only, neither forward nor sideward, and this seemed
in a strange way miraculous. And those who believed we should have a purpose
believed this was the purpose, and those who felt we must remain free
in order to encounter truth felt it had been revealed.
(de Faithful and Virtuous Night, 2014)
THE PAST
Small light in the sky appearing
suddenly between
two pine boughs, their fine needles
now etched onto the radiant surface
and above this
high, feathery heaven—
Smell the air. That is the smell of the white pine,
most intense when the wind blows through it
and the sound it makes equally strange,
like the sound of the wind in a movie—
Shadows moving. The ropes
making the sound they make. What you hear now
will be the sound of the nightingale, chordata,
the male bird courting the female—
The ropes shift. The hammock
sways in the wind, tied
firmly between two pine trees.
Smell the air. That is the smell of the white pine.
It is my mother’s voice you hear
or is it only the sound the trees make
when the air passes through them
because what sound would it make,
passing through nothing?
(de Faithful and Virtuous Night, 2014)