Un palmo de hojas en el viento

¿Qué están escribiendo los jóvenes poetas de Nicaragua? ¿Qué rumbo llevan sus búsquedas y experimentaciones verbales? A continuación presentamos una muestra de lo más reciente de la poesía joven nicaragüense.

Waiting fotografía de Grethel Paiz

QUERIDO AUSENTE

 

Heme aquí en medio de la incertidumbre

suscitando el reencuentro de mi amor y el tuyo.

No veo cercana posibilidad, porque he tomado de ti

lo casto y lo bueno colgándolo en marcos de papel reciclado.

 

Me basté de ti con el hambre y las sobras del ayer,

 mientras te aferrabas a la pesadez de mi rechazo

 esas noches de asma,

y sin embargo, nunca alguien ha amado mis estrías

como tus labios deliciosos que viéronme de frente y buscaron escondite.

 

Yo que a rastras traigo el corazón henchido de dolor,

soledades y desprecios,

he sentido tus abrazos y consuelos

aun cuando tienes mocedades quejumbrosas en el pecho.

 

En mis caras: carcomida en el pasado,

sonrisa y locura en las mañanas,

rabia y sangre por las tardes y dolor para llevar en las noches.

Jamás dejaste de besarme en todas las facetas.

 

Y yo, ¿qué soy sino solo un palmo de hojas en el viento

alejándose a prisa del timón de esa barca?

Yo queriendo escapar de sus mares eché redes a las aguas

y aun sigo buscando alcanzar el Edén.

El paraíso está en tu infierno sumergido en tus calderos,

contemplando las ascuas de tus caderas y

 el azufre de tus carnes adheridas a la inquieta sexualidad de mi abdomen.

 

¡Veme pues suplicante!

le he pedido ser digna aliada de tus costillas

y no he dejado de ser tu Gólgota

y aun creyendo paradoja tus encantos,

perdóname y después desiste,

aléjate y después recuerda,

que las ponzoñas que corroen en mis hilos

podrían ser la salvedad de tu abismo.

 

 

LA NOCHE QUE CORRESPONDÍ A TUS LABIOS

 

La noche que correspondí a sus labios,

aún pendía de mis sombras el ardor de aquellos ojos,

de sus mudas caricias y esa vez primera que conquistó

el encanto de mis piernas…

 

Él sabía que aún le amaba, pero me colgué de sus brazos;

enloquecida le ayudé con mi vestido

y deslicé por sus paisajes mi boca necesitada.

 

No fue la blandura de sus sábanas.

¡Revuélcame en el piso! le pedí categórica.

 Y allí hundida entre sus ganas y mi completo vacío,

 lloré con el mismo coraje con que le entregué mi vida al traidor.

 

 

ME QUEDÉ

 

Y me quedé, me quedé suspirando por su ausencia

meditando ante el silencio de su boca.

Susurrando adormecida entre el espacio de sus ojos

y su notable indiferencia.

¿Cómo podía alejarme?

Si aun cuando sus brazos apartaron mis caricias,

yo le amé en su rechazo.

Si aún en el encuentro de las sombras, estando ella presente,

sin censura me entregué a sus llamas.

Y después de sentir sus labios asqueados, desdichados y perdidos,

 seguí adorándole como a un dios.

¿Qué hacer? Mas que contemplar el umbral de sus sueños perplejos,

 por los que mis días guardan el brillo incandescente de su gracia

 y me distraen del furor inquieto de estar encadenada

en la mediocridad de mi propio silencio.
 

 

DESTILA TU CUERPO

 

El compendio de nervios destila cristalino por su cuello y espalda.

Temblorosa crisis de espasmos y gozos bajo la mediana parte de su cuerpo

aprieta labios con firmeza ardorosos,

detener la candidez de su pluma quisiera.

 Y es que siempre ha hecho el amor con los ojos cerrados,

 del dime y el dame provocaron su descenso las sábanas del espejo,

 y vio el hermoso vigor de sus hades.

 

Contra la pared asida la vergüenza y el miedo,

restregando pérfida lengua el botón de sus senos,

y destila cristalino sus gritos y ansias.

Ha bajado más allá su equilibrio,

trastornado los rincones pudorosos de su sexo,

y destila cristalino su ardor excitado.

Pinceladas son, bañando cascadas, peñascos y yermos.

Cuando la mesa muy corta quedó a su ingenio

traspuso las piernas muy cerca del cielo,

sendero adánico descubre al vibrar,

osado en sus ganas el tiempo y el aire

y fluye incesante su libre verdad.
 

 

LA PRIMERA NOCHE

 

¿Recuerdas la primera noche?

Fiesta, besos, alcohol y pasión desenfrenada.

Ese día cabizbajos y silenciosos en el ocaso

rasgaste mi espalda con delirio.

 

¡Oh, sí! Yo disfrutaba de tus embriagados

besos acalorados, mientras poco a poco hurgabas

investigando el secreto de mi piel para luego vestirla

con el ardor de tu sensual desdén.

 

Ese día creo que vi las puertas del cielo

mientras pagaba mi condena penitente en el

sacro abismo pagano de tu cuerpo moreno.