La experiencia erótica como liberación en la poesía de Andira Watson y Madeline Mendieta

La obra de dos autoras contemporáneas nicaragüenses es analizada para revelar cómo operan sobre una temática común.

Fotografía de Ernesto Castro Mora, artista invitado en este número (ver galería).

 1. Andira Watson

 

La caribeña Andira Watson se da a conocer por su lírica erótica en los suplementos literarios del país. Su primer libro, Más Excelsa que Eva, publicado en el 2002,  expresa temáticas universales tales como el dolor, el amor, la soledad, búsqueda de sí misma y la muerte. A través de este poemario Watson realiza «un viaje por un mundo interior, personalísimo, donde lo masculino ejerce una presencia valiosa y determinante, justamente porque ser “más excelsa que Eva” es una expresión digna y reivindicadora ante lo femenino…» (Watson, 2002).

Su segundo poemario, En la casa de Ana los árboles no tienen culpa, ganador del Premio Nacional de Poesía Mariana Sansón y publicado en el 2009, hay una diversidad de tópicos evocados con la voz caribeña, aspecto que no se vio en su primer libro. Por medio de este poemario, Andira nos presenta una diversidad de tópicos, entre los que sobresalen el dolor, la lucha por alcanzar un sueño, la aspiración de mujer, la búsqueda. De ahí que Petrie (2009) nos diga que el «ritmo y temáticas trascienden sus ancestros caribeños, quizá como expresión y resultado del sincretismo cultural, de su búsqueda».

Por medio de su escritura, su voz, Andira razona sus miedos más ocultos y reivindica la lucha de la mujer. Es decir, busca darle una voz a la mujer y de esta manera liberarla de la cultura machista. Petrie (2009) destaca que la poesía de Watson solo es un proceso liberador y «si algo tiene de erótica deviene de su sensualidad, más que del atrevimiento».

 

1.1. Más Excelsa que Eva (2002)

Los cuarenta y seis poemas del libro están divididos en dos capítulos, los cuales son dedicados a todas las mujeres que luchan por su emancipación. Cabe destacar que para Helena Ramos (2004, nov. 19) los mejores poemas de Andira son los que «se sitúan en dos polos: el amor —festivo, anhelante, vulnerable, evidenciando los altibajos del proceso de la lucha por el empoderamiento personal— y la muerte, percibida como un fenómeno ontológico e íntimo a la vez». Vale mencionar que esta intimidad que nos menciona Ramos nos traslada al aspecto amoroso y erótico. Para acercarnos a estos tópicos de Watson, tenemos que guiarnos a través de la noche, el dolor, la búsqueda de la voz femenina y la soledad, son los ejes isotópicos que predominan en la autora.

En la primera sección de este poemario, Más Excelsa que Eva, las temáticas que más resaltan son el dolor y la ausencia; estos dos elementos son los que mantienen a la voz poética en búsqueda de su interior, ejemplo de esto es el poema IDA

IDA

 

Estoy

En todos y en ninguno

Amando al vacío

Sintiéndome humanamente sola

Percibiendo el eco de mi propio yo

Únicamente

Para lograr este viaje interior, el yo lírico se aleja de todo, busca la soledad, elemento que es utilizado tanto para la búsqueda interior, como para el encuentro con el amor y la poesía: «Converso con todos y con nadie… pienso y pienso muchas cosas tantas que oigo mis voces aquí dentro y es como si todos y nadie hablaran conmigo» (Ostracismos).

Otros ejes centrales que sobresalen en el primer capítulo son la reivindicación de la mujer ante la visión machista de la sociedad, la escritura y la muerte. «Urgente Novedad» es el título del poema en que se expresa la igualdad de la mujer ante el hombre: «nuestro sueño de nuestra justa mitad / tu parte igualita a la mía igualita al fin ¡la felicidad!»; asimismo, presenta a una mujer trasformadora, en busca de crear nuevas actitudes en el hombre: «te regalo un nuevo corazón… / modelado nuevamente / con la savia reconocida de mi feminidad». A través de este poema Andira busca cómo reinventar los sentimientos del hombre; de este modo nos remite a una cita de Paz (2004, p.173):  «para reinvertar al amor, como pedía el poeta, tenemos que inventar otra vez al hombre».

La pasión por la creación de la poética es manifestada en dos poemas: «Nosotros los solos» y «El carbón de mi creatividad». Este último, dividido en tres capítulos, celebra, por medio de la analogía entre el acto de procreación de la mujer y el acto creador de la poesía, la germinación de las palabras: «parece que mi vientre quiere germinar / como si sola me pudiera engendrar / del amor que me consume / un hijo / nacido solito de mí / parido de esta ansiedad…». A través de estos versos se percibe el placer que le provoca el encuentro con la palabra (poesía), es por medio de esta que existe, se dibuja, se crea, se siente completa a través de la poesía:

Energizo mi alma

Me goteo de a poquito

Y me pinto en el papel

...

Lato fuerte

Me hincho de vida…

Me aventuro en las letras

Y platico con los espíritus detrás de ella

Ahora sé que soy

El último verso del poema «El carbón de mi creatividad» hace alusión a la frase de Descartes «pienso y luego existo»; en este caso, el yo lírico alude a «escribo y luego existo». Por otro lado, podemos ver que hay varios elementos que lo caracterizan como metapoema. Veamos el cuadro.

Cuadro N° 1: elementos metapoéticos de «El carbón de mi creatividad»

 

En fin, la creación de la poesía hace que el yo lírico se sienta una mujer plena, capaz de crear y crearse, ella misma, a través de la escritura. Es decir, que es la creación de la identidad tanto de mujer como de poeta.

Asimismo el segundo capítulo, que se apoya en las imágenes poéticas, está precedido por el poema, que lleva el mismo título del libro, «Más excelsa que Eva», título que nos remite a la primera mujer, definida como «símbolo de la vida […],  pero en su aspecto formal y material. Desde un punto de vista del espíritu, es la inversión de la Virgen María, madre de las almas» (Cirlot, 1992, p. 201).

Por otra parte, podemos señalar que la simbología de Eva, también, ha tenido una connotación erótica, la cual ha sido representada con variedad artística: en la mayoría de las veces es representada como un elemento carnal, provocador, pecadora por haber incitado a Adán a comer del fruto prohibido. Si nos remitimos al poema con el cual inicia la segunda sección, la hablante lírica nos describe lo que siente y dice el amado al momento de poseerla: «Más excelsa que Eva / Yo soy / Eso dice / Eso dijeron sus labios»; esto es indicado por medio de los verbos «dice» y «dijeron», los cuales se reiteran en los versos 12 y 13. Es válido destacar que hay tres elementos simbólicos que destacan, en los versos 4, 13 y 15, la unión del yo lírico con el amado: labios, manos y beso.

Eso dijeron sus labios (v. 4)

Eso dijeron sus manos (13)

Él me besó (v. 15)

El primer elemento, los labios, según Cela (1982, p. 581) tiene un significado  erógeno, ya que «los labios son importantes en la mecánica del placer porque de ellos parten las fibras nerviosas que, reuniéndose en el simpático, llegan a los vasos del pene y producen erección». Mientras que, el segundo elemento, las manos, Según Schneider, citado por Cirlot (1992, p. 296), tienen un papel muy importante «por ser la manifestación corporal del estado interior del ser humano [pues] ella indica la actitud del espíritu cuando este no se manifiesta por las vías acústicas (gesto)». El tercer elemento, el beso, es el que representa la unión, pero no sólo la unión corporal, sino también espiritual. «Él me besó / En /  El / Alma».

Vale indicar que el beso es conocido como la preparación del coito. Por esa razón, se dice que por medio del beso se realiza la unión de espíritu a espíritu. Según Chevalier (2003, p. 186), simboliza la «unión y adhesión mutuas, que ha tomado desde la antigüedad una significación espiritual».

En fin, es por medio de estos tres elementos que la voz poética nos remite a la sensación que experimenta (Excelsa [v. 20] / Fue la sensación [v. 21]) en el encuentro erótico con su amado, el cual es llevado a un plano espiritual.

El leitmotiv del segundo capítulo es el amor irrealizable o, como dice Bataille, el erotismo del corazón; vale destacar que, según Barthes (1983, p. 78), el «corazón es el órgano del deseo (el corazón puede henchirse, desfallecer, etc., como el sexo)». Si nos basamos en el concepto de Barthes, se puede destacar que los poemas de este capítulo también tienen como eje central el deseo, por la constante ausencia del otro, este otro no solo es el amado (cuerpo) sino que, también, la inspiración creadora. De ahí que predomine un discurso de la ausencia, de la búsqueda; si hacemos un recorrido en la historia del discurso de la ausencia, normalmente este es expresado por la mujer, ya que, según Barthes (1983, pp. 45, 46), «la Mujer es sedentaria, el Hombre es cazador, viajero; la Mujer es fiel…, el hombre es rondador […]. Es la mujer quien da forma a la ausencia…».

Por esa ausencia del otro, el sujeto femenino solo puede amar al objeto (amado) por medio de sus pensamientos y sus sueños. De modo que observamos a una mujer con una actitud de víctima, actitud que la conduce a un estado de permanente soledad. Esto es indicado por los títulos de algunos de los poemas de este capítulo: «Amor satélite», «Jauría de deseos», «Pensamientos», «Lejos», «Te he contemplado», «Solo en mí»...; además hay otros poemas que, aunque su título no nos remite a esta temática, su eje central es la soledad del yo lírico o la ausencia del otro. Ejemplo es el poema titulado «Tu nombre José».

Tu nombre José

 

Te escribo en los silencios que desconoces

Mi ángel nocturno

 

traiciono el tiempo

 

Soledad se molesta y arrinconada me guiña un ojo

¡soledad es una niña mimada!

Pregunta por qué te escribo

Pronuncio tu nombre y sé que eres tú

Poema estructurado en 14 versos, los que tienen como eje central la nostalgia por el amado, ya que a este sólo lo puede poseer por medio del pensamiento y la escritura, es por medio de estos dos elementos (el pensamiento y la escritura, poesía) que el yo lírico detiene el tiempo y rompe con la barrera para estar con su amado, «Te escribo en los silencios… (v. 1) / No duermo (v. 10) / Te pienso (v. 11)». Esto lo logra porque el amor que siente es trasladado a un plano más espiritual. Otro de los elementos que connotan el amor espiritualizado es la presencia, en el segundo verso («Mi ángel nocturno») del ángel. Para Chevalier (2003, p. 98), los ángeles son «seres puramente espirituales, o espíritus dotados de un cuerpo etéreo, aéreo; pero sólo pueden tomar de los hombres las apariencias».

Vale aclarar que este ángel no es cualquier ángel, sino que es el ángel nocturno; haciéndonos referencia al elemento nocturno, nos traslada directamente a la simbología de la noche, la cual es «el tiempo de gestaciones, de las germinaciones o de conspiraciones…» (Chevalier, 2003, p. 754). Al unir estos dos elementos podemos decir que este ángel simboliza la fertilidad, pero esta fertilidad del yo lírico es la de crear al amado por medio de su escritura, espiritualizado.

Otro de los aspectos que se pueden resaltar en este poema, «Tu nombre José», es que hay una carencia de signos de puntuación, sólo en el verso cinco y trece se observan signos de admiración e interrogación, respectivamente. Vale recordar que la falta de los signos de puntuación ayuda al movimiento rítmico del poema; sin embargo, en este caso puede simbolizar el instante en el que recuerda, la voz poética, a su amado. El signo de admiración nos representa la admiración o la fascinación que siente ella por la soledad, «Soledad se molesta y arrinconada me guiña un ojo ¡soledad es una niña mimada!».

Cabe destacar que por medio de la construcción de algunos paralelismos sintácticos es que se reafirma esa unidad del yo lírico con la espiritualidad. Es decir que hay una armonía en interior:

Te escribo en los silencios que desconoces (v. 1)

Te escribo en los silencios que desconoces (v. 7)

traiciono al tiempo

Yo traiciono al tiempo

En conclusión, si vemos, la soledad es el momento en que el yo lírico se encuentra con ella misma, con el acto de amar y con el acto de la creación poética. El acto de amar (erótico) es llevado a un plano más espiritualizado, por no poseer el cuerpo del amado, no existe una materia, lo cual lo convierte en un amor neoplatónico.

Otro poema que hace referencia a la nostalgia, o ausencia, del amado es «Joel», y sólo por medio del pensamiento y los sueños es que lo puede tener. «Tu amada presencia (v. 1) / es dueña de mis pensamientos… (v. 2)». La diferencia entre este poema, «Joel», y el anterior, «Tu nombre José», es que es abordado de una manera más pasional, un erotismo corporal, más que espiritual. De modo que no haga referencia a la escritura. Por esta razón, en el verso 3 sobresale el símbolo de la sangre, elemento que está asociado a la pasión, además se relaciona con algunos elementos como el sol, el fuego y la muerte. Del mismo modo, la sangre se relaciona con el calor vital y corporal. De ahí que Chevalier  (2003, p. 910) diga que la «la sangre, principio corporal, es el vehículo de las pasiones…»; quiere decir que el yo lírico aún siente pasión por el amado, aunque esta sea mínima, átomos lejanos (v. 4).

En los versos 6, 7 y 8 está la presencia de tres símbolos: el aire, el olor y el perfume, estos tres elementos representan al amado, ya que en el verso 5 el yo lírico, y puedo sentir, nos describe la presencia de estos tres símbolos, los cuales se complementan con el verso 9, que tus labios despiden. El primer elemento, el aire, no hay que olvidar, es uno de los cuatro elementos, con la tierra, el fuego y el agua, de los orígenes del mundo, tradicionales. El aire juntado con el fuego forma un elemento activo, representa al macho. Además, el aire es un símbolo de espiritualización. Vale mencionar que la voz lírica sólo puede disfrutar a su amado de manera espiritual, por medio de sus pensamientos, ya que no tiene la materia, cuerpo. De ahí que el aire sea «el medio propio de la luz, del vuelo, del perfume, del color, de las vibraciones interplanetarias; es la vía de comunicación entre la tierra y el cielo» (Chevalier, 2003, p. 67).

El segundo y tercer elemento se relacionan; el perfume es uno de los elementos que se utilizan en el rito de introducción a una misa, el cual forma parte de la ofrenda del sacrificio eucarístico, en la veneración al altar. En fin, la perspicacia imperceptible, y por tanto real, del perfume «lo emparenta simbólicamente a una presencia espiritual y a la naturaleza del alma» (Chevalier, 2003, p. 813). Además de indicar una idea de duración y de recuerdo, es decir simboliza la memoria.

Al unir la simbología del aire con el perfume, nos connota la unión del yo lírico con su amado de modo espiritual, porque el aire representa la comunicación entre el cielo y la tierra. Y el perfume, en la cultura hindú, simboliza al elemento tierra.

Vale recordar que el yo lírico tiene a su amado por medio del pensamiento, de ahí que se vea una manera espiritual, aunque esos pensamientos nos transportan a una materia, el cuerpo del amado, el cual está representado por medio de la sinécdoque de los labios. Y estos, como ya se ha dicho, «son importantes en la mecánica del placer...» (Cela, 1982, p.582).

En los últimos versos, podemos observar otros elementos como la noche y el sueño. El primero es el momento perfecto para que el yo lírico se aleje de todo, y encuentre en el silencio y en sus pensamientos, pueda alojar los sentimientos más íntimos. El segundo, el sueño, sugiere la parte onírica del yo lírico, ya que es el símbolo de «la aventura individual, alojado tan profundamente en la intimidad de la conciencia que escapa de su propio creado, el sueño nos aparece como la expresión más secreta y más impúdica de nosotros mismos» (Chevalier, 2003, p. 959).

Concluyendo el análisis, notamos que en la poética de Andira predomina un discurso pasional, el cual la conduce a permanecer en un constante sufrimiento, porque vive en permanente búsqueda del amado. Es decir, el anhelo por tener al amado hace que su creación lírica se torne en una «concupiscencia de la cosa ausente» (San Agustín, citado por Kristeva, 1987, p. 140).

Además, en este poemario, Más Excelsa que Eva, en la mayoría de las composiciones prescinden de los signos de puntuación, lo cual rompe con la ordenación argumentativa. Esta supresión de los signos de puntuación puede simbolizar la ausencia del amado, en algunos poemas. Por otra parte, podemos decir que hay constante reiteración de los signos de interrogación los cuales son una figura literaria «cuya finalidad no es indagar sino poner en evidencia y resaltar, […], algo de lo que previamente se está seguro. Es un recurso expresivo que tiene como objeto provocar el asentimiento del oyente al mensaje que se le comunica» (Calderón, 2008, p. 570).

 

1.2. En la casa de Ana los árboles no tienen culpa (2009)

Segundo poemario de Watson, ganador del premio nacional de poesía Mariana Sansón en el 2009, está estructurado por cincuenta y seis composiciones líricas, las cuales están divididas en cuatro secciones tituladas: “Ana”, “Plásticas urbanas”, “¿Amor?” y “Locura”. Dicho poemario se caracteriza por ser politemático, ya que se inscriben diversidad de temáticas tales como: la lucha contra las injusticias, el miedo, el amor, el dolor, el placer erótico, abuso sexual, la búsqueda de la maternidad, entre otros. De modo que Helena Ramos (2009, junio 26) nos diga que este poemario “conmueve —y a veces perturba— con efluvio carnal y su enigma espiritual. Politemático y unitario, integra la precisión y el arrebato, la vehemente osadía y la serena coherencia”.

La voz lírica, en este poemario, recurre a la utilización de un personaje, Ana, con el fin de presentarnos a la niña que fue y a la mujer en que se convirtió con el pasar del tiempo. La utilización de dos elementos en el título, casa y árboles, nos lo reafirman. La casa tiene una estrecha relación con el cuerpo y pensamientos del ser humano; de ahí que Chevalier (2003, p. 259) nos diga que la casa simboliza “el ser interior […] sus plantas, su sótano […] simbolizan los estados del alma.” Al mismo tiempo, señala que la casa tiene una connotación “femenina, con el sentido de refugio, madre, protección o seno materno”. Mientras que el árbol es símbolo de “la perpetua evolución… sirve también para simbolizar el carácter cíclico de la evolución cósmica: muerte y regeneración” (Chevalier, 2003, p. 118).

Estos dos elementos, la casa y los árboles, son los que nos sugieren el estado interior y la evolución, tanto del estado interior como del cuerpo, del yo lírico, respectivamente. También estos elementos evocan el tiempo y el espacio en los que transcurrieron incidentes vitales que crean su personalidad, forman a la mujer y la vida interior de esta. Aunque la voz lírica, la mujer que es ahora, tenga creada su personalidad, la misma evolución que va experimentando, hacen que la voz lírica, en el transcurrir de la vida, también evoque, sueñe, con las que pudo haber sido. Puede ser que por esa razón el yo lírico inicie el poemario con una cita del poema “No me arrepiento de nada”, de Gioconda Belli.

Desde la mujer que soy,

a veces me da por contemplar

a aquellas que pude haber sido…    

De ahí que nos coloque en una poesía en constante evolución, politemática; para lograr esto, la voz lírica recurre a la creación de la imagen poética y la utilización de los elementos metafóricos. En la primera sección, Ana nos presentan a una niña con muchas interrogantes, dolor e inconformidades. Desde pequeña / Ana siente cuchillos en el estómago / pero dice que sólo los usa / cuando la sacan de quicio. En la segunda sección, Plásticas urbanas, se nos presenta una crítica al estilo de vida que se lleva en la ciudad, Managua.

En la tercera sección, ¿Amor?, se cuestiona las formas en que nos relacionamos los unos con los otros, sentimentalmente. Aunque la hablante lírica para poder cuestionar ese sentimiento lo hace desde su experiencia, viviéndolo, con lucidez se pregunta sobre el amor.  De ahí que haga uso de los signos de interrogación. En la última sección, Locura, la voz lírica lúcida de las problemáticas que enfrenta, nos narra, en esta faceta, varios tópicos tales como: la identidad étnica y el racismo; ejemplo de esto es el poema con el que inicia esta sección, “Diosa negra”.

Dios en nuestras bocas es blasfemia

¡Dios debe ser una Diosa de mi color!

Otra temática es la autoafirmación como mujer, para esto la voz poética introduce el tema de la maternidad, aunque este es un tema muy antiguo en la tradición del arte, y sobre todo en la escritura femenina:

No me pidas

No me pidas explicaciones, hijo.

Tu padre no está aquí para contestar

Y yo no provengo de una especie que se engendra sola.

Otro tópico que es válido señalar es el erótico, el cual, en comparación con su primer poemario publicado, es mínimo. Entre los poemas que podemos destacar: “Con tus ojos”, “Rebelde” y “Canto para Adán”. En estos, el erotismo que sobresale es el corporal, ya que hace alusión al deseo sexual y la perpetuación física de los cuerpos de los amantes, presente con abundantes incorporaciones metafóricas al orgasmo. Por otro lado, el papel del yo lírico deja de ser el pasivo, ya no se presenta en posición de espera del amado, sino que busca y en el acto sexual tiene un papel primordial, expresa, invita y ordena al disfrute del acto sexual.

Observemos el poema titulado “Con tus ojos”. En los primero tres versos, la hablante lírica nos describe al amado, el cual es presentado como un hombre fuerte, velludo, moreno, a quien le ordena poseerla. Esto lo podemos deducir por la constante utilización de los verbos en imperativo, los cuales están a partir del verso 4, “recorreme, oleme, tocame, sorbeme, desquiciame, apretame, metete, emepujame, quedate, escarbame, sumergite, arrancame, sacame, torceme…”.

Del verso 4 al 9  se estructuran los verbos, “recorreme, oleme, tocame, sorbeme, desquiciame, apretame, metete, emepujame, los cuales se combinan con el adjetivo hondo, es reiterado tres veces, y al  unirlos podemos percibir el mandato a que el amado inicie el ritual erótico. A partir del verso 10, por medio de la utilización metafórica, como mina escarbame; según  Cela (1982, p. 637) es metáfora formal, no poco hiperbólica (la vulva semeja una mina) y funcional (el pene entra en ella como una mina). De ahí que la amada realiza la connotación del acto sexual con la excavación de una mina; no olvidemos que en las minas se realizan perforaciones profundas con la finalidad de extraer todos los minerales que estas poseen.

A partir del verso 11 nos describe el acto erótico, en el cual le ordena al amado que se entregue completo, sumergite entero. Es decir, tanto físico como sentimentalmente, por medio de esta entrega conducirá a la amada a borrar todos los malos sentimientos que sentía por el amado: “la rabia por vos sacame” (v. 12). Más adelante, en el verso 14, destaca dos elementos que están estrechamente relacionados con el acto erótico, según Bataille (1970, p. 21), llanto y risa, “la muerte está asociada a las lágrimas y a veces el deseo sexual a la risa […] tanto el objeto de la risa como el de las lágrimas se vinculan a una especie de violencia que interrumpe el curso regular”.

Estos dos elementos, el llanto y la risa, conducen al sentimiento de dolor y de alegría, y, por medio de estos, se llega a la pletórica erótica. En este caso podemos asociar al dolor con la pasión, y esta, la pasión, nos conduce “al sufrimiento… [y lo que esta designa] es un halo de muerto” (Bataille, 2007, p. 15). Por otra parte, Bataille (1970, p. 31) nos dice que “la risa y la muerte, la risa y el erotismo, están ligados”, probablemente por llevar a los seres al estado más placentero, al alcance del ser en los más íntimo.

En los versos 16 y 17 sobresalen dos elementos, el primero hace alusión, en este caso, al órgano sexual femenino, “ombligo”, y el segundo connota al órgano sexual masculino, mástil, ya que según la Real Academia Española el mástil es “el palo de una embarcación” (2001, p. 1464). De ahí que observemos, en este verso, amarralo a tu mástil,  la meteorización itifálica del amado. Es decir, que a partir de estos versos, la hablante lírica pide al amado que la amarre, que le suelte “temblores, zumbidos” (v. 19), lo cual se da al momento de perpetuar el acto erótico. Seguidamente, en los versos 21, 21 y 22, la amada nos narra, por medio de la utilización de metáforas, copula del acto erótico:

Tu miel convídame

Obnubilado

Llovete sabroso, a caudales

La miel alude “como metáfora formal, [al] semen” (Cela, 1982, p. 633). Asimismo, la lluvia, Llovete sabroso, según Chevalier (2003, p. 671), es “equivalente cosmológico del semen”. Por medio de estas dos estrofas, en conjunto con el adjetivo obnubilado, conforman el coito, es decir, la pequeña muerte como le es llamado tradicionalmente; de ahí que Brown  (1972, p. 57) reafirme que “la muerte es coito y el coito es muerte. La muerte es genitalizada como un regreso al vientre, el coito incestuoso”.

Del verso 23 al 28 está compuesta por la estructura climática, en la que la voz lírica narra, en los versos 24 y 25, la culminación del acto erótico en el que se nos muestra a una amada en un estado de tranquilidad, de goce. “Quedate danzando (v. 24)/ mi calma de lago (v. 25)”.

Acordémonos que desde hace mucho la danza, sobre todo las rituales, son un medio de “restablecimiento de relaciones entre el cielo y la tierra […] o incluso la extinción en la unidad dividida” (Chevalier, 2003, p. 396). Hay que tener en cuenta que los lagos son considerados palacios subterráneos de los que surgen hadas, diamantes, pero que atraen también “a los humanos hacia la muerte. Toman entonces la significación temible del paraísos ilusorios” (Chevalier, 2003, p. 625). Siguiendo a Brown, quien nos traslada a la imagen de la vara (mástil) introducida en el agua (lago),  que es el cuerpo muerto, conducen a la cópula. “La vara que hiende las aguas es el cuerpo del muerto, el cadáver; el cuerpo rígido que eyacula el alma o semen es el pene” (1972, p. 57). En fin, las últimas estrofas (26, 27 y 28), por medio de la utilización de la imagen, la amada pide que el acto erótico culmine en el acto de felación: y si algo queda, / escupilo, ahogalo /… en mi boca”. Además, podemos decir, que por medio de la utilización de los verbos en imperativo el yo lírico exhorta al amado a que disfrute del acto erótico.

El otro poema en el que nos detendremos es “Canto para Adán”. Compuesto por cinco estrofas estructuradas por 16 versos, tiene como eje central la celebración del acto erótico; por esa razón, el erotismo que sobresale es el corporal. Para esto, Watson recurre a la figura de Adán, quien nos traslada a la creación del mundo, por ser el primer hombre que habitó en la tierra, el cual, según la biblia, fue hecho a imagen y semejanza de Dios: “el día en que creó Dios al hombre, a semejanza de Dios lo hizo” (Génesis, 5: 1).

El yo lírico inicia indicando una acción, la cual es connotada con la utilización de la perífrasis verbal “he bajado al inframundo”, la que es reiterada en la cuarta estrofa, formando un paralelismo sintáctico. Vale recordar que el inframundo nos remite al mundo de los muertos y de los espíritus, en este caso nos traslada al mundo del goce o placer sexual, erotismo, ya que este se relaciona con la muerte.

En la segunda y tercera estrofa la tónica verbal cambia, ya que todos los verbos, presentes en estas dos estrofas, están conjugados en presente del indicativo, esto con el fin de que el yo lírico nos lleva de la mano a la acción que está realizando, además de indicarnos la veracidad de lo expresado. De este modo, podemos decir que el papel de la amada es activo, es la que realiza las acciones.

Por consiguiente, la segunda estrofa está regida por el verbo “contraigo”, único verbo que compone esta estructura, que según la Real Academia Española (2001, p. 640), es  “estrechar, juntar algo con otra cosa.” En dicho caso lo que la amada contrae son las paredes de su órgano reproductor, vagina, al momento efectuar el acto erótico, el cual es connotado en el verso 6, en un intercambio incandescente, y comparado con creación del hombre y la mujer y estos comen del fruto prohibido. De ahí que Paz (2004, p. 220) nos diga que “cada pareja de amantes revive su historia, cada pareja sufre la nostalgia del paraíso”.

como aquel de nuestro génesis

sin arrepentimientos ni moralidades

Dicho de otra manera, cada encuentro erótico nos traslada al principio de la creación, a la primera pareja que vivía en el paraíso y que después de cometer el pecado tuvo conocimiento del bien y de mal: “entonces fueron abiertos los ojos de ambos y se dieron cuenta que estaban desnudos. […] Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba denudo; por eso me escondí” (Génesis, 3: 7-10). Con la diferencia que en este encuentro erótico los amantes no sienten culpa, ni pena.

En la tercera estrofa, del verso 6 al 8, el yo lírico se nos presenta como incitadora, provocadora, como es vista la primera mujer, Eva.

Asesto en tu pubis

Socava tu pudor

Succiono tu potencia mortal

Este último verso, Succiono tu potencia mortal, sugiere de una manera sutil, la copula del acto sexual. En los siguientes versos, se nos muestra a una mujer, la voz lírica, con características duales.

Presa y libertaria

Vibración y gemido

A partir de la incitación de Eva, la mujer, que cometieran el pecado en el paraíso, el ser humano es conocedor del bien y el mal. Razón por la cual, Paz (2004, p. 220) dice que “el pecado de Adán y Eva los arroja al tiempo sucesivo: al cambio, al accidente, al trabajo y a la muerte”. El clímax del poema lo estructura la última estrofa, en la que el yo lírico narra la culminación del acto erótico: “y me he hecho tu mujer, / irremediablemente / de carne y hueso/.

En conclusión, se pudo observar que en la poética de Watson hubo presencia del erotismo, con la diferencia que en su primer libro, Más excelsa que Eva, el erotismo que predominó fue el del corazón; mientras que el segundo, En la casa de Ana los árboles no tiene culpa, a pesar que hubo poca presencia de la temática erótica, expresó el erotismo corporal.

En el primer poemario la temática que sobresale es la del amor pasional y la metapoesía, que por medio de esta la Andira se crea, y en el segundo poemario hay una diversidad de temáticas, las cuales van narrando la evolución interior de la poeta.

 

2. Madeline Mendieta

 

Mendieta, poeta de la generación del 2000, considera que el erotismo “es un ingrediente que le da sabor a la vida” (Mendieta, 2011, noviembre 7); además, que por medio de la escritura erótica, Mendieta, busca deconstruir la imagen de la mujer, la cual es considerada como un ser objeto-pasivo, para darle un papel protagónico, en la vida sensual y sexual.  Para Madeline (2011, noviembre 7), su poesía se caracteriza por coquetear, en ocasiones, “con el exteriorismo, a veces saco a pasear el pragmatismo y la eco poesía, me gusta embadurnar las palabras de sensualidad, les despeino un poco con intimismo”.

Inocente lengua y Errótica son los poemarios, que se analizarán, de Madeline. Vale aclarar que el segundo poemario, Errótica, está inédito y probablemente lo publique el próximo año.  Por otro lado, dentro del contenido temático, la lírica de Mendieta se inserta en el erotismo del corazón y el corporal. Para lograr identificar el ars amandi de esta poeta debemos recurrir a las imágenes poéticas, las cuales nos llevan a descifrar la pasión y el goce del yo lírico.

 

2.1. Inocente lengua

Tenía entonces toda la tierra una sola lengua

(Génesis, 11:1)

 

Inocente Lengua (2007) es el poemario de Madeline Mendieta, el cual fue publicado bajo el sello editorial ITSA (Amerrisque), edición bilingüe en español e inglés, traducido y prologado por el catedrático Rick McCallister y con opiniones de los poetas Jonathan Velásquez (salvadoreño) y Francisco Ruiz (nicaragüense).

Dicho poemario, Inocente Lengua, está estructurado por 29 composiciones líricas, en las que se nos muestra, de manera aparentemente sencilla, por medio de la construcción de imágenes, los sabores y sinsabores de la vida. Es decir, la lucha por las injusticias, la libertad, las utopías, las incertidumbres, la creación poética, el amor y la cotidianidad (lo absurdo) de la vida. En fin, es un poemario en el que se aborda una temática existencialista, ya que está inmerso en la comunicación y dialogo, con el propósito de descubrirse y elevarse a la trascendencia, aunque esta comunicación no supera por completo la íntima soledad y desgarramiento del ser.

“Perfil del Círculo”

Cada mañana: rutina.

Me está asfixiando

¡Ya no la soporto!

De vuelta en mi cama,

Brincan los problemas entre bocanada y bocanada.

Por el filtro se escapan las pequeñas interrogantes

Existenciales.

De vida, de amante, de nada,

Apago la luz,

Se repite como una hora precede a otra

¡Y romperé la careta de esta estúpida rutina!

De ahí que la voz lírica quiera construir su propio mundo por medio de su palabra, pues, la poesía, es el lugar donde encuentra la salida de ese sinsentido, sinrazón,  de la vida: “Deseo esculpir tu cuerpo/ Con mi inocente lengua”. No obviemos que la lengua crea o aniquila; su dominio es tan totalizador, que se dice que “la muerte y la vida están en el poder de la lengua” (Prov. 18, 21). Por tal razón, la voz lírica, crea el concepto de que el acto de la creación poética es igual a la ser madre:

Concepto

 

Ser poeta es ser madre.

Cada vez que dibujas las letras

Para decir un soneto y verso,

París a un hijo…   

Consciente, el yo lírico, del poder del lenguaje, el cual “no está separado del cuerpo; sino por el contrario, donde el 'Verbo' siempre puede efectuarlo…” (Kristeva, 1985, p. 20), inscribe, de manera muy reducida, la temática erótica.  Dentro de esta temática se destaca el poema titulado "Al aire libre", el cual, podríamos decir que se inserta en un erotismo sagrado y está estructurado en una estrofa formada por cinco versos.

Por medio de este poema la hablante lírica nos traslada a un ambiente natural, lo cual es denotado con el mismo título, al aire, el cual “es el medio propio de la luz, del vuelo, del perfume, del color, las vibraciones interplanetarias; es la vía de comunicación entre la tierra y el cielo” (Chevalier, 2003, p. 67). Es decir que por medio del aire la pasión da rienda suelta a una experiencia erótica, la unión del hombre (cielo) y la mujer (tierra). Este elemento, el aire, es complementado con otros: el monte, la luna y hormiguero.

El primer elemento, el monte, nos alude al pubis de la amada. Igual el tercer elemento, hormiguero, que según Chevalier (2003, p. 577), connota al “sexo femenino (a la vez monte de Venus y vulva-manantial)”. Dichos elementos son complementados con los tres primeros versos, que constituyen este poema, en los que la voz lírica exhorta al amado, por medio de la utilización del imperativo, a que emprenda el ritual erótico: “Aventúrate/ Secuéstrame/ Amémonos”. Para concluir, observamos como la hablante lírica nos propone que el acto erótico sea concebido de forma natural. Por esa razón Callister (2007, p. 8) nos dice que Madeline “nos ofrece una visión más amplia del mundo sin murallas, sin barreras; arraigada en la creación y el amor al prójimo”.

 

2.2. Errótica

Poemario inédito de Madeline Mendieta, caracterizado por ser amoroso y erótico; pero “el erotismo viéndolo como un método de prueba, error, porque el amor y Eros a veces nos juegan una mala jugada” (Mendieta, 2011, noviembre 10). De ahí que realice, en el título, un juego de palabras: error, eros, errótica. Vale resalta que este poemario está formado por 23 composiciones líricas, de las cuales dos son poemas en prosa.

El lenguaje erótico de la poética de Mendieta, en este poemario, Errótica, está connotado a través de los sustantivos y adjetivos. De modo que los elementos que más sobresalen son: las piernas, venas, aliento, embriaguez, manos, besos, agua, latidos, suspiros, tinieblas, entre otros. Además, podemos ver que hay una actitud crítica, de rechazo de la espera y de la pasividad. No obstante, es notable que prevalece un discurso ambivalente que, por un lado, muestra frecuentemente su voluntad de poder, por otro, aparece, sin embargo, sometido a una voluntad masculina:

“Puedo disipar el solsticio de este veraniego sopor, aullando mi melancolía a la luna y que la helada noche te provoque un leve frío. Puedo cubrirte con mis caderas, mis piernas, mis brazos. Puedo volverme mugre para protegerte y asirme a ti. Puedo ser enredadera, rompe viento, madre selva, hiedra…  veranera para tupirte Cedro Galán…”

Por esto es claro que se observe una referencia directa o indirecta a los grandes mitos clásicos femeninos, con una gran relación por las mujeres abandonadas, llenas de dolor, sufrimiento, Penélope y Ariadna.

Espera

...

No sé hilar, Penélope, anhelos,

Solo puedo bordar versos

tramar irisados sueños

Hilvanar orugas encantadas

No sé tejer, Penélope, destinos

Por tanto, el tipo de erotismo que sobresale en este poemario es el del corazón, el cual está estrechamente relacionado con la “búsqueda de la unidad, rota por la discontinuidad, mediante la pasión amorosa” (Bataille, 1970, p.10), no obstante no deja de hilvanarse el erotismo corporal, logrado por medio de la estimulación de los órganos sensoriales hasta llegar a la indistinción de los participantes.

Rapto, es el primer poema con el que la voz lírica da rienda suelta a esta aventura del amor y se caracteriza por estar inserto en un erotismo corporal, cargado de simbología e imágenes poéticas. Está compuesto por tres estrofas, formadas por ocho versos, las cuales tienen como eje centra la libertad del disfrute del acto erótico: “Salto, caigo en tu lomo, corremos libres (v. 7). El título nos sugiere el arrebato, los impulsos que tienen los amantes, quienes están dominados por el sentimiento del placer: “Llegas hambriento a devorar mis besos”, en este caso el beso es una sinécdoque, por hacer referencia al cuerpo de la amada.

Esto es complementado con el verso dos, “Centauro inquieto, potro perverso”, en el que sobresale la simbología del centauro, el cual era un monstruo de la mitología griega que se caracterizaba por raptar y violar a las mujeres. Si hacemos la relación con el poema, la amada es raptada y violada por el amado (centauro), con la diferencia que este rapto y violación es gozada por la amada “y yo, adicta bruja, a tu encanto sonrío” (v. 5). Hay que recordar que el erotismo es caracterizado por violar, transgredir lo establecido. Por ellos es claro que Kristeva (1983, p. 124) señale que “el amor se realiza por una muerte, ciertamente provisional, pero sin embargo escandalosa, loca, inadmisible”.

La parte climática del poema nos describe, el yo lírico, la perpetuación del acto erótico, el cual es llevado a cabo por medio de la unión de los sexos (genitales de los amantes), “Amantes por el angosto aire de este río/ Que corre en las brumosas laderas de mi pelo.”, conduciendo a los amantes a la cima de la vida cuya intensidad se muestra en el acoplamiento de estos. De modo que podemos decir que los genitales son órganos representativos. Según Ferenczi, citado por  Brown (1972, p.57), el órgano genital es “la varita mágica única e incomparable que conjura y captura el erotismo del cuerpo entero. El órgano representativo es un asilo para el alma o sustancia seminal del cuerpo”

Musa” es el tercer poema de este libro, título que alude a la inspiración del yo lírico, en el que se nos describe el disfrute de la inspiración poética como algo similar al del ritual erótico, es decir nos encontramos con un metapoema en el que además se compara la creación poética con el acto de fecundación: 

Me enamora la musa

de mis aladas inspiraciones

me propone intercambiar

nuestros desnudos cuerpos

en un orgasmo de letras

...

Fecundando poemas

La voz lírica, desde una función maternal, realiza la analogía entre crear poesía y parir un hijo. El código estético que nos indica que es un metapoema, está representado por medio de la sinécdoque de la musa: inspiraciones, orgasmos de letras, el papel en blanco, poemas, poeta, musa violeta. Acordémonos que un poeta necesita de la inspiración, la cual la obtiene después de un encuentro con el amado: me propone intercambiar/ nuestros desnudos cuerpos,  como de las palabras para poder crear un poema y darle forma a la hoja en blanco. Por esa razón, la voz lírica nos compara la culminación sexual (orgasmo) con el encuentro de las palabras. Sin duda vemos la comparación de la relación amorosa, erótica, con la inspiración de crear poesía.   

Al igual que en el poema anterior, el siguiente poema tiene como leitmotiv el goce del encuentro con la escritura poética, con la diferencia que este no hace la analogía con el acto de la fecundación; además este no posee título y está precedido por una cita de un poema de Mario Benedetti, titulado “Táctica y estrategia”, “Mi táctica es mirarte y aprender como sos”. Además está estructurado por cuatro estrofas, formadas por 12 versos.

Según Gennet esta forma de citar es un tipo de intertextualidad utilizada con el fin de mostrarnos los métodos que utiliza el yo lirico para la creación de la poesía. El hecho que este poema no posee un título, probablemente, nos indique el alejamiento que tiene que realizar la voz lírica de los demás y de ella misma, para encontrarse con la escritura; esto reafirmado con el primer verso: “Mi táctica es reproducirte de lejos, a distancia”. Es, como afirmó el crítico francés Bachelard (1999, p. 11), “mediante una especie de violencia creadora, el tiempo limitado al instante nos aísla no sólo de los demás, sino también de nosotros mismos”. 

Es en ese instante de creación, representado en los versos 2 y 3, en el que la hablante lírica tiene su momento de luz, logrando descifrar el mensaje y aclarando la pasión, la que va expresar con facilidad en cada fragmento, “armar cada fragmento de tu espontaneidad, / de tu libertad de movimientos, acción y espacio”. 

Vale recordar que el lenguaje poético no se supedita a las normas gramaticales. De ahí que Cohen, citado por Pozuelo  (1992, p.26), nos explica que “el lenguaje poético supone una constante violación de todas [las] leyes que gobiernan el discurso de la prosa científica”. En el lenguaje natural, científico, existe una linealidad; mientras que en el poema (poesía) esa linealidad se desvía y, al parecer, el yo lírico consciente de esto, disfruta crear la poesía de esta manera:

Mutilando palabras, te disfruto aún más, (v. 4)

te reflejo como quiero, como siento    (v. 5)

 

Mi táctica es saborear cada sonrisa (v. 6)

cuando te deslizas con ardiente picardía (v. 7)

¡cómo lo disfruto! (v. 8)

¡cómo despierta en mí el día! (v. 9)

Al estar cargado el lenguaje poético de ambigüedad, las palabras toman otros valores sonoros, plásticos y, principalmente, de significado. De modo que el lenguaje de la voz lírica, al poner en libertad su materia, según Paz (1972, p. 6), “muestra todas sus entrañas, todos sus sentidos y alusiones, como un fruto maduro o como un cohete en el momento de estallar en el cielo.”

Los últimos tres versos (10, 11 y 12) conforman la estructura climática del poema, en los que se describe la culminación del momento de lucidez, de inspiración poética, del yo lírico. Por medio de ese instante, la voz lírica  establece la figura como poeta, “que se juntan para pronunciar mi nombre”, de la cual goza para plasma y perpetuar sus emociones. Por lo tanto podemos decir que la poesía es libertaria de los sentimientos de Mendieta. 

Según Bachelard (1999, p. 129), “la función principal de la poesía es transformarnos. Y: a algunos poetas solitarios les está reservado vivir en estado de metamorfosis permanente…”. Y Mendieta no es la excepción de la afirmación del crítico francés; así nos refiere el siguiente poema titulado Metamorfosis, el cual nos remite a ese estado cambiante que se mencionó anteriormente, el cual tiene como eje central la trasformaciones que le incita al deseo de tener sexualmente al amado “me transformo en sentimientos bajos, / vaginales/ Sensuales/ que atormenta mi inhóspita bahía”. Esto es reflejado por medio de las sustantivaciones y adjetivaciones, las cuales, en su mayoría, adquieren un valor simbólico.  

En resumen, encontramos el primer poemario de Madeline, Inocente Lengua, aunque de manera muy escueta, un erotismo corporal, pasional. Mientras que en su segundo poemario, el erotismo es más del corazón, aunque no deja de haber presencia del erotismo corporal, por presentarnos a una amada deseosa de poseer (tener) al amado. Es decir, es una poesía llena de dolor, de espera y deseo. Además, nos traslada, por medio de la presencia de algunos personajes mitológicos, a la creación de la poesía o escritura clásica. 

Por otra parte, observamos que Mendieta, por medio de la creación literaria (poesía) nos presenta la ausencia del amado, la cual hace que ella se aparezca llena de deseo y espera por tener a éste. Además, expresa una comparación con el placer que le provoca el amado del que le da la escritura. Asimismo realiza una analogía del acto de creación poética con el de procrear un hijo.