Un poeta contemporáneo de los Estados Unidos

Orquídeas, arañas y otros menesteres... poesía actual estadounidense en la pluma de uno de sus autores. 

Orquídeas

En el mesón de la cocina te dejé un regalo: dos orquídeas pequeñas.  

Mi padre tuvo una vez un invernadero lleno de orquídeas. 

 

Se adherían a las paredes o se podrían en macetas. 

El aire húmedo, agitado por el ventilador, giraba encima de las orquídeas.

 

Cada tarde las contemplaba, las manoseaba, cruzaba especies. 

Las orquídeas se aparean cuando se rompen los sacos de polen. 

 

Al final, la escarcha y un invierno demasiado frío para el calentador

Irrumpían  al amanecer y mataban las orquídeas. 

 

Con frecuencia compraba nuevas plantas, describía las catleyas rosadas

Que había cultivado, un ramillete de orquídeas

 

Para mi madre, o una rama de floraciones de orquídeas phalaenopsis  

Con centros amarillos para la mesa de la cocina, orquídeas brillantes. 

 

Por la época en que mi madre ya no se levantaba de la cama, 

Nadie se ocupaba del invernadero. Las orquídeas

 

Se habían convertido en papel marrón y tierra. Solamente

Un naranjo de Luisiana desaliñado, que a diferencia de las orquídeas 

 

No necesitaba cuidado, sobrevivió apesadumbrado por el abandono.

En las paredes había mosquitos y moscas de fruta, en vez de orquídeas. 

 

Y cuando le expliqué que él había muerto, y luego se lo volví a explicar,

Ella no me hizo caso, convencida de que él volvería pronto con orquídeas. 

 

A la izquierda del noveno hoyo

 

El viento sopla a través del campo de golf en sombras. 

Nadie juega a esta hora. Ningún carro se abre paso

Por el verde. El verde ni siquiera es verde sin la luz del sol.  

Más allá de la reja, bolas de golf extraviadas

Se hunden cada vez más en la tierra.

Con cada aguacero desaparecen un poco más.

La luna ilumina la boca blanca de la trampa de arena.

Parece que se hablaran entre ellas en un idioma íntimo.

Algo acerca de la filosofía y la dificultad de sentirse en casa.

A la izquierda del noveno hoyo, un estacionamiento

Divide el universo en líneas paralelas y delimita espacios. 

Aquí y allá, una lámpara define los espacios de otra manera

Este oscuro, aquel claro. Desde dentro de una casa,

La música suena y las sombras se alejan

Y regresan a través de la cortina de una ventana. 

Podrían estar danzando o tratando de evitar rozarse entre sí.

De luchar o abrazarse. Luego una sombra cubre a otra

Y la luz de un televisor oscila en colores apagados.  

Afuera, todas las cosas los miran:

El campo de golf, el estacionamiento, la luna.

 

Luchas de arañas

 

In los campos de trabajo del norte, hay luchas entre arañas

Me lo dijeron mis estudiantes la semana anterior

Como los presos cazan arañas, las almacenan

En botellas de vidrio, las ceban con polillas e insectos

Hasta el día en que cada una de ellas trata

De arrancar a mordiscos la cabeza de la otra

Mientras los prisioneros hacen apuestas y miran.

Esto me recordó de inmediato al Conde Ugolino

En Dante, que roía la espalda del esqueleto

De su enemigo Ruggiery, como si el hambre y la ira

Jamás se satisficieran. Eso es estar en el infierno

Pensé, pero no estaba totalmente en lo cierto

También pensé en Tertuliano, en la manera en que describió  

Uno de los placeres en el cielo, que sería mirar hacia abajo

El sufrimiento de los condenados. Mis estudiantes

Se han reunido en círculos junto a sus literas, en el verano

Del norte de la Florida, un clima bastante similar al infierno

Y miran hacia abajo, dos arañitas  que se desgarran

La carne entre sí. Durante unos minutos

Estaban en el cielo.

Orchids

 

On the kitchen counter, I left you a gift of two small orchids.

Once, my father had a greenhouse full of orchids.

 

They clung to the walls or rooted in pots,

The damp air shifted by a fan, swirling above orchids.

 

Each afternoon, he’d survey them, tinker, cross-pollinate.

Breaking the pollen sacs is the mating of orchids.

 

Eventually, a winter too cold for the space heater,

And frost would set in before morning, killing orchids.

 

Each time, he’d buy new plants, describe the pink

Cattleyas he’d grow, a corsage of orchids.

 

For my mother, or branch of white Phalaenopsis blooms

With yellow centers for their breakfast table, bright orchids.

 

By the time my mother didn’t get out of bed anymore,

No one tended the greenhouse. The orchids

 

Had already turned to brown paper and dirt. Only

An overgrown mock orange tree survived, unlike orchids

 

Requiring no care, heavy with neglect.

On the walls, mosquitoes and fruit flies instead of orchids.

 

And when I explained he had died, then explained again,

She ignored me, certain he would come back soon with orchids.

          

 

 Left of the Ninth Hole

 

The wind blows across the golf course in the dark.

No one is playing now.  No carts edge their way

Around the green.  Even the green is not green

Without sunlight.  Beyond the fence, lost golf balls

Sink incrementally into the ground.  With each rain,

They disappear a little more.  The moon illumines

The sand trap’s white mouth.  They seem to be speaking

To each other in a private language.  Something about

Philosophy and the difficulty of feeling at home.

To the left of the ninth hole, a parking lot divides

The universe into parallel lines and defined spaces.

Here and there, a lamp defines the spaces differently:

This one dark, that one light.  From inside

A house, music is playing, and shadows move back

And forth across a curtained window.  They could be

Dancing or even trying to avoid each other’s touch,

Fighting or embracing.  Then one shadow covers

Another, and the light of a television flickers

In muted colors.  Outside, everything is watching them:

The golf course, the parking lot, the moon.

 

 

Spider Fights

 

In the work camps up north, they have spider fights.

My students told me this last week, how

The prisoners catch spiders, keeping them in

Glass jars, feeding them insects and moths

Until the day when two spiders will each

Try to chew off the other’s head, while

The prisoners place bets and watch.

It reminded me at first of Count Ugolino in

Dante, gnawing at the back of his enemy

Ruggieri's skull—hunger, like

Anger, never satisfied. That’s what it means

To be in hell, I thought. But, I wasn’t entirely right.

I also thought about Tertullian and how he described

That one of the joys of heaven would be to look down

On the suffering of the damned. My students

Had gathered in circles by their bunks in the North

Florida summer, a climate close enough to hell,

And stared down on two small spiders tearing

At each other’s flesh. For a few minutes,

They were in heaven.

 

 

 

 

 

 

 

 

Traductor: Ximena Gómez

Ximena Gómez, colombiana, es autora de los poemarios: Habitación con moscas (Madrid: Ediciones Torremozas), del poemario bilingüe Último día / Last Day (Katakana Editores) Cuando llegue la sequía (Ediciones Torremozas) y de un poemario bilingüe en colaboración con George Franklin, Conversaciones sobre agua/Conversations About Water (Katakana Editores). Sus poemas se han publicado en: Nueva York Poetry Review, Álastor, Nagari, Hypermedia, World Literature Today e Interim, entre otrasFue finalista al premio The Best of the Net en el 2018 Es la traductora del poemario bilingüe Among the Ruins / Entre …

Más del traductor

Autor: George Franklin

Además de escribir poesía, es abogado y da clases de escritura en cárceles del estado de la Florida. Recibió un grado de maestría en escritura creativa de la Universidad de Columbia, un doctorado de la Universidad de Brandeis y un doctorado en derecho de la Universidad de Miami. Sus poemas han aparecido en Salamander, The Threepenny Review, Verse, The Ghazal Page, Vending Machine Press, y Matter y su crítica literaria se ha publicado en ELH.

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