Tocadiscos

Una selección de poemas del poeta constarricense William Velásquez Vásquez presentes en su libro Tocadiscos.

Tocadisto | Alejandro Pinto CC

 

TOCADISCOS

 

Primero fue la aguja

rozando la piel sinuosa del vinilo.

 

Un prolongado apareamiento

a treinta y tres revoluciones por minuto

y un súbito parto de tonadas dolorosas

gemía desde los altavoces.

 

Al final vendrá el scratch,

como un último jadeo

por ese orgasmo compartido

entre acetato y zafiro.

 

La música emerge entre los surcos

y de cierto, de cierto les digo

que mientras ardan las melodías

no habrá ralladuras ni saltos que importen.

 

 

LOS POZOS DEL CAFÉ

 

La humeante oscuridad de un café

colma despacio

a su fría homóloga de las noches,

mientras la soledad ensaya

su mueca de espantapájaros.

 

La voz de Nina Simone gotea en trémolos

sobre los pozos de lo que fue un piano.

 

Uno tras otro, los minutos

agotan su ciclo de vida,

y un pequeño funeral se oficia tras mis labios,

que hieden a fango, a óxido y abandono,

y a eso debe apestar

el hocico del diablo.

 

 

PLEGARIA A JANIS JOPLIN

 

Cierro los ojos ante tu voz corrosiva, 

y levito en los umbrales

de un infierno metafísico,

Bruja cósmica de la constelación del blues,

Beatriz alcoholizada

en la maldita comedia de mi insomnio.

 

Deidad etílica de mi somnosfera,

recíbeme esta noche en tu entrepierna.

Quiero escucharte gemir 

como lo hacías en “Summertime”

desde tu lecho de huesos.

 

Aunque eras fea, lo admito,

desearía verte proferir

ese aullido poderoso

de “Piece of my Heart”

enredada entre mi cuerpo.

 

Musa despeinada y psicodélica,

trunca ya tu larga muerte

    y resucita

como la diosa que eras.


 

CRISANTEMOS PARA MARY POLE

 

Dancing in the deepest oceans

Twisting in the water

You're just like a dream...

ROBERT SMITH

 

A Lawrence Castro


 

Sobre las huellas de su sombra,

el joven Robert cruza el jardín de Mary Pole,

asustado por lo que el mañana le depare.

 

Carga uno de esos ramos que acortan

los días otoñales.

Toca la puerta y espera.

 

Ella abre y se sorprende:

el peinado del muchacho

se alarga en el embrujo

de sus flores favoritas.

 

Él prometió que incluso cuando

los Tres Chicos Imaginarios fueran famosos,

sería siempre su crisantemo

y en su honor llevaría el cabello alborotado.

 

Y entonces los vio bailar el mundo

a orillas de un acantilado,

girando sobre el agua

como lo hicieran a solas en Cabo Beachy,

moviendo los labios para respirar sus nombres,

desmayados en el suelo desde un beso.

 

Con las canciones que compuso para Mary,

Robert se convirtió en una estrella

y encontró la cura para tantas soledades.

 

Ella envejeció junto a su amado 

cabeza de crisantemo

extraña como los ángeles,

tras el anonimato,

suave y única,

igual al cielo.


 

TOMBSTONE BLUES

 

Esa parte del vinilo

donde se acaban los surcos

y la aguja se precipita

hasta embestir el silencio;

 

ahí, donde no hay ruidos

ni compases análogos

 

es una especie de simulacro

del funeral

que nos espera.

 

 

ESCUCHA LA SALMODIA DE AQUEL MIRLO QUE TE LLAMA

Blackbird singing in the death of night

take these broken wings and learn to fly

PAUL MCCARTNEY

 

A Wendy

Presta atención a la partitura de la noche.

 

De todas las teclas del cosmos se fragua una melodía,

escalas de pesadilla

sin clave de Sol para atar las horas.

atiende al vacío que regurgitan las sombras

y escucha la salmodia de aquel mirlo que te llama.

 

Pero no mires de cerca su espectáculo umbrío,

te perderá por los trillos demarcados con una lágrima.

 

Yo vengo de vuelta de esos parajes insomnes;

de milagro estoy contándote

los infiernos que he visto.

 

Los surcos del pentagrama debí torcer

para encontrarme

de vuelta en la claridad,

y fue difícil el giro.

 

Es bella la entonación de la soledad;

¿por qué discutirlo?

parece un aria al portador, pero es una trampa;

un canto de sirena que descascara tu navío.

 

Presta atención a la memoria de tus huesos,

el crujir de su silencio

tendrá siempre algo que decirte.

 

Marca el compás de la canción que te llega de lejos,

y baila sobre tu propio eje;

no acudas a su hechizo.

 

Escucha la rapsodia de aquel mirlo que te canta,

pero

cuando diga tu nombre

mejor tápate los oídos.

 

SCREAM FOR ME, CENTROAMÉRICA

 

Take my hand, I’ll lead you to

the promised land.

Take my hand, I’ll give you immortality 

STEVE HARRIS

Aquel 26 de febrero del 2008,

en un pacto firmado con la transpiración

de treinta mil rockeros de todo el istmo,

fundamos la Capitanía General

de las Camisetas Negras.

 

Por primera vez una banda legendaria

visitaba nuestra tierra;

la fraternidad ungía el ambiente,

y jamás olvidaré que un hondureño

me salvó de morir aplastado

por el tropel de botas metaleras.

 

Una mano de cada país escarbaba

en mi bolsa de frituras; 

comimos a partes iguales,

bebimos de la misma botella.

Era el prodigio de la multiplicación

de los peces y los panes;

nos protegíamos del sol

bajo una carpa de siete banderas.

 

Cuando a las 4 de la tarde

el estadio abrió sus puertas,

la multitud me empujó

hacia la boca del monstruo,

pero ahí estuvo ese catracho

corpulento y bajito

que interpuso su espalda ante la estampida,

y tiraba de mi brazo para que no cayera.

 

Llegamos a salvo a la gramilla

para presenciar la liturgia

de la Bestia y la Doncella.

 

Esa noche, en una voz colectiva,

coreábamos “Heaven Can Wait” y,

poseídos por tanta música,

la nacionalidad era una anécdota.

 

Y aunque Bruce Dickinson bramaba

“Scream for me, Costa Rica”,

nuestro grito era el júbilo hermanado

de toda Centroamérica;

milagro que nos concedió

la única doctrina en la que creo:

la sudorosa y desgalillada

Religión del Heavy Metal.

 

 

PARQUES

Vespertina bipolaridad de los parques:

tan repletos y a su vez tan desolados.

 

Cientos de otredades se congregan.

Los ancianos regurgitan sus historias,

los niños corren tras botellas de plástico.

 

Evangelistas y vendedores vociferan

ensimismados;

prevaricadores de estirpes paralelas,

alimañas oferentes del milagro.

 

Un violinista callejero, por unas pocas monedas, 

me transporta con su “Let it be”

al giro de mis acetatos.

 

Dos hermosas muchachas pasan a mi lado.

Llevan desnudas sus piernas.

Ondulan cual medusas sus cabellos pintados.

 

Sin embargo, estoy hambriento

y no atiendo sus encantos:

Con fruición devoro un bocadillo

y a mis pies una paloma picotea las boronas

como dádivas de un dios desheredado.

 

Nos hicimos compañía, en frugal cena comulgamos;

pero se aburrió de mí y desertó,

revoloteando.

 

La soledad es una sombra de aves taciturnas.

Una migaja de tiempo que en ocasiones nutre

y tantas veces nos causa espasmos.


 

DISCOS VIEJOS

 

Algunas tardes escucho bandas

borradas del planeta.

 

Ningún amigo las recuerda.

 

Si no fuera por mis discos,

las creería alucinaciones

 

(como los amigos)

 

En esta sala, los discos

son lo mismo que los libros

en casa de Cortázar:

 

un remanso,

un sorbo de saudade,

el único lugar tranquilo.

 

Me dan la certeza de no estar loco.

 

De no ser por mí, a lo mejor,

esas bandas no existirían.

 

De no ser por ellas, quizás, 

yo estaría más solo.


 

ANTI ROCKSTARS

 

Esto no es el Madison Square Garden

o el estadio de Wembley,

ni nosotros somos Rockstars,

hermano poeta.

 

No hay juegos pirotécnicos o pantallas gigantes.

Los reflectores no persiguen

nuestra danza frenética.

 

Sólo tenemos una mesita,

sendos vasos con agua,

y un micrófono mal amplificado

que nos turnamos por momentos.

 

El público no alcanza

ni la media centena;

sólo vienen a observarnos los más allegados,

la mayoría no entiende nuestro verbo;

otros llegaron porque el anuncio

prometía un refrigerio.

 

Es como si viéramos el “trailer”

de nuestro propio funeral:

aquí te das cuenta

de quienes te aprecian.

 

Esto no es Waken ni Lollapalooza,

hermano poeta.

 

No ansíes la ovación ni encendedores en alto;

mucho menos se te ocurra

lanzarte de espaldas sobre tu público.

 

Ellos no van a pasearte sobre sus manos,

no quieren un souvenir tuyo

para su cofrecito de tesoros.

Tampoco van a comprar tu libro.

 

Si levantas la vista mientras lees,

te frustrará constatar

que muchos se durmieron.

 

No somos Rockstars, hermano poeta,

nunca seremos un póster al costado

de la cama de las chicas que vinieron.

 

Nuestro editor nos transmite en vivo

porque no alcanza el presupuesto

para lanzar un DVD con la función en multi ángulos,

o un segundo tiraje de estas obras

que tanto nos consumieron.

 

No soy Frank Zappa ni tú Jim Morrison,

hermano poeta.

 

Nuestros textos inéditos,

o la pluma con que firmamos

jamás serán subastados

a precio de Caviar Almas

si nos revuelca la muerte.

 

Pero te incito a que leas,

como si cantaras en Las Ventas de Madrid,

en el Teatro de Bellas Artes,

o al menos en el Troubadour,

tras la estela de Don McLean,

de Bruce Springsteen o de John Lennon.

 

Lee, porque no hay más remedio

que fantasear con la hiel del éxito,

porque se vale alardear

que enfrentamos la hoja en blanco,

y que salimos airosos de ese duelo.

 

No somos Rockstars, hermano poeta;

no hay un rotulito de Sold Out

franqueando la entrada de este aposento.

 

No haremos gira mundial con nuestros libros;

incluso podría pasar

que nunca más publiquemos.

 

Lo más seguro es que nos ignoren

la pena, la gloria,

nuestros lectores, los caza talentos.

 

Así que sigue humilde,

encórvate sobre tu cuaderno,

traza toda la luz de tu palabra;

y haz un solo de eternidad con tus versos.

 

Ni tú ni yo somos Rockstars,

hermano, amigo:

Tan sólo somos m e n s a j e r o s.

 

 

William Velásquez Vásquez

Nació en Turrialba, Costa Rica en 1977. Estudió Diseño Publicitario en la Universidad Autónoma de Centroamérica (UACA). Forma parte del equipo de gestión cultural de Turrialba Literaria. Cuentos y poemas de su autoría aparecen en las antologías Crónicas de lo oculto (Editorial Club de Libros, Costa Rica, 2016), Voces del café (Nueva York Poetry Press, 2018), Entra-Mar II (Sakura Ediciones, Colombia, 2018) y Le Parole Grondanti - Antologia della Nuova Poesia Centroamericana - Vol.II (Fermenti Editrice, Italia, 2021), así como en las páginas literarias Norte/Sur, Ablucionistas y Poetripiados (México), Buenos Aires Poetry (Argentina), Literariedad (Colombia), Casa Bukowski y Altazor (Chile …

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