Zugarramurdi

Un breve relato de terror de Danilo Rayo, narrador nicaragüense nacido en Estelí.

Foto de Manny Vanegas

La pequeña plaza de Zugarramurdi está repleta.
—¡Qué arda!
—¡Bruja!
—¡Quemadla!
En el centro, encadenada a un madero, con los brazos en cruz, está María de Ximildegui.
—¡Arrepentíos, maldita mujer! —grita el inquisidor—. ¡Un acto de contrición es lo único que os queda! ¡Arrepentíos ahora por danzar con las brujas para el diablo!
María no responde. Es casi una niña, un alma joven que se ovilla en un oscuro torbellino. Su mirada se fija en la del inquisidor y en la señal que acaba de hacer para que enciendan la hoguera. Los gritos van in crescendo.
—¡Maldita bruja! ¡Arrepentíos de los pactos firmados con sangre en los prados de Sagastizarra!
María niega con la cabeza, siente el ardor provocado por el humo, y llora. El fuego le achicharra los pies y sus lenguas suben rápidamente por el vestido. Su mente se descarna y vuela hasta las cuevas navarras, hasta la noche en que, con la pócima esparcida por el cuerpo, se rindió ante su señor.
Desesperado, el inquisidor la conmina.
—¡Estáis perdida! ¡Pronunciad, entonces, maldita, vuestras últimas palabras!
Casi engullida por las llamas, con el último aliento, María habla.
—¡Abreq ad habra!
Las llamas lo cubren todo. María cierra los ojos.
Cuando los abre, ve a la mujer que se quema encadenada al madero. Y ríe mientras se marcha.