Marcial Pablo Baranda: edad, 20; nacionalidad: mexicana; estado civil: desaparecido
Uno de los 43 mexicanos con paradero desconocido desde septiembre de 2014 se conmemora en este texto incluido en un libro publicado al año siguiente del crimen.
Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por hambre
Y tienen hambre de nacer para morirse de hambre
Leonel Rugama
I
Marcial tenía 20 años cuando sucedió lo del 26 de septiembre en Iguala, yo también tenía 20 años cuando lo supe.
Marcial y yo tenemos 20 años, porque no puede hablarse de los ausentes como si ya hubieran fallecido, porque los ausentes conservan la misma edad hasta que regresan, y es entonces que el tiempo corre de nuevo. Quienes los esperan son quienes envejecen, pero más rápido. ¿Por cuánto tiempo Marcial tendrá 20 años? ¿Por cuánto tiempo estará desaparecido?
II
Si Marcial no hubiera sido mexicano y en su lugar… tal vez, nicaragüense, quizá no hubiera desaparecido. Hace 30 años sí porque a los muchachos de 20 años se los llevaban al servicio militar, los separaban de sus familias y regresaban convertidos en piedras, en matas de plátanos dentro de cajas de pino que nadie tenía permitido abrir, pero las madres sabían que esos no eras sus hijos, porque los cuerpos macerados no pesan igual que las piedras; pero no había manera de averiguar dónde estaban aquellos muchachos –o al menos eso decían– y con algo tenían que llenar los ataúdes, pero eso fue hace 30 años, ahora no, si él fuera nicaragüense no hubiera desaparecido, o quiero pensar que no. Trabajaría en una maquila por un mísero salario, o en alguna plantación bananera con los hijos de las víctimas de aquel agroquímico de la Fruit Company, esos que tienen las manchas blancas en la cabeza y se mueren jóvenes; su mamá tendría cáncer de útero y su papá no sería su papá porque quedó estéril en los setenta. Marcial sería de Chichigalpa, o de El Viejo en lugar de Xalpatláhuac. Tocaría la misma música que tocaba allá en la Costa Chica porque en el Pacífico de Nicaragua es idéntica. Cortaría caña hasta morirse de insuficiencia renal, pero no desaparecería. Si Marcial fuera nicaragüense tarde o temprano se marcharía como se marchan todos, para no morirse de hambre. Su mamá esperaría su llamada, porque él le dijo que la llamaría en cuanto llegara, pero no llamaría, y no se sabría nada de él y muchos dirían que está muerto, porque muchos dicen que a México sólo se va a morir; pero puede que no, puede que haya cruzado la frontera, la brutal frontera, puede que este herido o que la policía o alguno de esos narcos sanguinarios que salen en las telenovelas y los noticieros lo haya agarrado; pero no hay como saberlo, y entonces Marcial estaría desaparecido. Sus familiares no sabrían a quién llamar o donde buscar, sólo les quedaría esperar y suponer. Llorarían de a ratos, de a largos ratos, y se preguntarían unos a otros ¿Por qué desapareció Marcial? ¿Quién podría hacerle daño si él es un buen muchacho, casi un niño? Y su mamá no sabría de razones porque lo único que ella quiere es a su hijo de regreso.
Si Marcial fuera nicaragüense estaría desaparecido en México, como muchos mexicanos.
III
Dicen que el tiempo no avanza, o al menos no como nosotros lo suponemos. Está ahí, siempre está ahí (sin estar) estático, nuestra conciencia es la que se mueve. No existe ni futuro, ni pasado, sólo el presente, y por tanto Marcial desapareció en el presente, en este continuo presente en el que aún no ha regresado, pero también hay otro presente, el presente en el que sí está, en el aún no se ha ido. Alguna vez escuché que hay manera de volver al pasado, a ese otro presente, pero yo no sé de esas cosas. ¿Y si el constante presente no es otra cosa que los espacios de la memoria en los que atesoramos los recuerdos de los muchachos de 20 años que no han regresado y que esperamos?