Bonsái o la importancia del camino
Una aproximación personal sobre Bonsái, primera novela de Alejandro Zambra
¿Qué decir sobre una novela tan corta que no se haya dicho antes? Hay lecturas breves que satisfacen por su precisión y lecturas extensas que abruman debido a la abundancia de detalles. Bonsái está ubicada en algún punto medio de esta línea y es por ello que su primera lectura puede resultar en una especie de incertidumbre.
Desde el inicio de la novela, se nos revela que “todo se va a la mierda”, es decir, el narrador nos advierte sobre la ruptura de una relación y la muerte de uno de los amantes. Por lo tanto, lo importante en Bonsái no es el final, sino el camino para llegar. Zambra, nos adentra en la relación de dos jóvenes que por casualidad o por defecto, terminan unidos por una mentira ¿Qué historia de amor no posee mentiras?
Dicha mentira, los hará formar una suerte de “bulto”. El amor, la complicidad, el traicionero sentimiento de creer estar por encima de otros y, por ende, de creerse exentos de las calamidades que acompañan al acto amatorio, gradualmente van presentándose a lo largo del breve, pero agudo idilio.
El amorío de Emilia y Julio también entreteje otros relatos subordinados, aunque claramente aportan lo suficiente para entender o seguir el conflicto central: la pérdida emocional y el luto de Julio. Anita, Andrés, Gazmuri o María, son personajes secundarios que apenas presentan características propias, sin embargo cumplen a cabalidad con revelarnos más detalles sobre los protagonistas.
Emilia y Julio son en esencia opuestos, el sexo y las lecturas previas al mismo, son parte del tapizado en donde ellos se desarrollan. ¿Se desarrollan en realidad? Es más preciso decir que se acoplan como dos piezas forzadas, que a la larga se amoldan, aunque naturalmente se desgastarán hasta perderse. Pero ambas piezas del engranaje narrativo dan paso a otras sub narraciones entre las que destacan la amistad de Anita y Emilia; Gazmuri y su trato con Julio.
En el primer caso se revela la dicotomía afectiva que sufre Emilia desde muy pequeña por su amiga, Anita, esta última, al mismo tiempo sirve de contrapeso a la espontaneidad y desasosiego de la primera. En el segundo caso, Gazmuri representa el anhelo de Julio respecto a una carrera literaria.
Anita, por su parte, logra casarse, tener hijos, estabilizarse y conformar una vida al lado de Andrés, no obstante, tarde o temprano la estabilidad de Anita también “se va a la mierda”. Irónicamente, Emilia es una de los tantos clavos que echarán todo por tierra. Respecto a Julio, su afición literaria lo lleva a perfilarse en Gazmuri como el arquetipo de escritor célebre, pero sobrio, quien un día lo busca para transcribir una novela sin título. Este trabajo es lo que llevará a Julio a escribir su propia historia, así, empieza un proceso de catarsis para redimirse ante la pérdida emocional de su relación con Emilia años atrás. En este proceso, también se obsesionará con el arte del Bonsái. Será el medio por el cual, Julio deberá lidiar con la larga senda del olvido y de la culpa a veces gustosa que le acompaña a manera de un enfermo tributo.
En conclusión, Bonsái es una novela sobre el amor, la pérdida, el fracaso, el arte de escribir y el luto. Su concisión es precisamente su mayor atractivo y este no resta profundidad a su historia, además goza de una galería de personajes que funcionan adecuadamente para esbozarnos la complejidad del amor, la amistad, el luto; estados por los que tarde o temprano todos debemos peregrinar hasta llegar a nuestra propia Ítaca.