Desde el fondo del cajón
Una aproximación sobre el libro "El viaje" de René Quesada Prado (Nicaragua), realizada por Aldo Vásquez
Según mi investigación preliminar hay poca información sobre la obra que motiva estas líneas. Supe de su existencia apenas porque un ejemplar de “El viaje” (1991) llegó a mis manos hace un tiempo por parte de una benefactora que, resultó tener parentesco con el autor. Por tanto, he tomado el rol de un “detective salvaje” —en palabras de un amigo— para formular una opinión al respecto más o menos útil que pueda arrojar luces sobre un libro ignoto que cuenta con nueve relatos.
Mi primera impresión fue cuando menos estoica, apenas mejoró un poco luego de haber leído los dos primeros cuentos: “La sirvienta” y “El cazador” ya que los consideré predecibles y poco interesante en el segundo caso. No obstante, siempre es necesario un segundo round. Después de leer los tres siguientes relatos mi opinión cambió favorablemente, me encontré antes tres historias en las que el amor es el tema principal de cada uno.
¿Qué tienen en común Higinio, un joven de Managua que estudia en León, un estudiante que realiza sus estudios en París y Daria Alexandrova, la mujer casada que habita en Sofía y que fantasea una feliz infidelidad? Pues, nos presentan el amor pasional como una de sus motivaciones. Sería adecuado advertir sobre el contraste entre la historia de “Un amor en París” sobre el estudiante radicado en dicha ciudad y su relación con la francesa Raquel ya que, a pesar de su conflicto, la situación no perfila una calamidad o al menos un final trágico tan común.
Puede sumarse a esta línea temática “En vuelo a Moscú”, donde conocemos la historia de Julio César y Daniela Malenkova. Historia que, para sorpresa mía gira en torno a un funcionario nicaragüense y una brigadista de salud soviética y no al contexto que los decora:
Las relaciones y la cooperación de la ya (felizmente) extinta URSS y Nicaragua durante la década del 80. Una historia de amor pasajero, con un interesante giro de tuerca que nos trae sobre la mesa la otra cara de la moneda de un periodo tan lleno de ideales y escombros.
Más adelante, los cuentos “Una perrita llamada Susi” y “Recuerdos de la edad media” se orientan al terreno de lo sobrenatural. En el primer caso, me recordó en esencia a la cinta clásica de terror “Pet sematary” basada en la obra homónima de Stephen King, esto se debe a que su argumento escapa del folclore nacional cuando se trata de hablar de aparecidos, en su lugar, el relato mimetiza su naturaleza con un espacio urbano en el que esto resulta atípico y en el que destaca el buen manejo del suspenso.
En el caso del segundo cuento, conocemos la historia de Adelaida una joven obsesionada con la Edad media, aunque el relato narrado por ella misma goza de un halo de misterio, también puedo inferir como móviles del texto dos elementos: una crítica al tradicionalismo católico y su fanatismo, y de la mano con ello, el deterioro mental que esto provoca.
Adelaida no solamente es devota de los rituales que se celebran cada domingo en la misa y a los que ha asistido desde su infancia debido a la influencia de su familia. A esto se suman dos elementos claves: su interés por el medioevo y en particular por la figura de Juana de Arco, con quien comparte una “especie de revelación” relacionada a la espiritualidad o a una suerte de llamado. ¿Esquizofrenia acaso? Esto queda sugerido a lo largo de sus acciones, afirmaciones y anécdotas de la infancia.
Como cierre de la obra se encuentra el cuento homónimo “El viaje”, una historia centrada en la tripulación de unos barcos de dragaje que operaban en las costas del Caribe nicaragüense en la década del 70. Tenemos a los típicos personajes que pueden esperarse en un trabajo tan rudimentario como aventurero:
El chele, don Toño, Crisanto, entre otros. Todos hombres de mar, ron y amoríos clandestinos. De este cuento puedo decir que bien podría ser un pasaje de “Bananos” de Emilio Quintana, sin ser tan visceral por supuesto. Tenemos al hombre que lucha contra la madre naturaleza para forjar su fortuna y contra su propia naturaleza (obstinada) que tarde o temprano termina por sellar su suerte.
“El viaje” de René Quesada Prado, es un libro de cuentos que me ha parecido justo en su pretensión de contar historias, hay un equilibrio entre argumentos y la manera de narrarlos, entre personajes, acciones y situaciones. En el comentario final de mi ejemplar alguien afirma: “que a más de algún lector harán exclamar (los cuentos): ¡Eh! …, ese cuento lo podía haber escrito yo”. Es un comentario carente de seriedad y de compromiso de calidad, manifiesta una falta de criterio en esta edición única publicada por la Alcaldía de Managua (1991) bajo la dirección de Clemente Guido Martínez. Me resta decir que el libro se sostiene a sí mismo como toda obra debería hacer y no se auxilia en elementos extraliterarios como suele darse en la mayoría de casos de la región. Puede que esta carencia sea la que explique el porqué, este libro haya pasado sin pena ni gloria por la mesa de algún lector y haya terminado relegado en un cajón roído por el tiempo y las ratas.