Galileo y los otros

Poemas de Gustavo Velarde, exclusivos para Revista Álastor

Una calle de Madrid, fotografía de Víctor Ruíz

Virginidad de terciopelo

 

Como niños corríamos toda la noche

entre macetas que eran botes de pintura y oxidados tanques de gas.

Recogimos las anclas por sueños de resorteras mezclados con efervescencia

                   de Coca Cola, azúcar y polvo.

 

Y cuando finalmente llegó el momento para que tu alma flotara sobre la mía

         te convertiste en un cegador y eléctrico arco,

         un nombre escrito en el lenguaje del relámpago.

 

Un viento tempestuoso me arrastró a través de un mar de hojas;

                 nuestras botas se empaparon en tu corona de hielo.

Bajo nuestra espalda, crujió el follaje

                 como si nuestros cuerpos lucharan sobre 

                               huesos de extintas aves pulidas por el sol.

 

A veces me pregunto: ¿Una parte de nosotros aún sigue varada en ese remoto continente?

 

 

 

Galileo y los otros

 

Yo estaba ahí cuando finalmente Galileo y otros

revelaron sin aviso la hermética bóveda del cielo.

 

Sobre una rama de abedul 

los observé arrojar estrellas sobre el mar.

 

Observé mientras arrastraban al sol desencadenado

a la plaza central, solo para ponerlo a sus pies.

 

Jugaron fútbol con él, lo atizaron con palillos, se lo bebieron;

examinaron sus componentes, fingieron ahogarlo.

 

A pesar de eso, siguen volteando las estrellas

como si fueran piedras en el jardín de sus padres.

 

 

 

Voy a comprar una parcela de tierra en el Metaverso y construiré una casa para nosotros

Es imposible que podamos ubicar nuestros cuerpos en el ciberespacio, no se puede trazar, diseñar o adueñarnos de ello. Podemos hacerlo visible mediante signos, pero no podemos relacionarnos físicamente con ellos. Los mapas son un lenguaje arcaico y la vasta red de la globalización y tecnologías de comunicación han trascendido las limitaciones del tiempo y espacio. 

Una vez que regresamos de nuestras prolongadas estancias en el mundo digital, nos sentimos incompletos, abatidos, como si el peso del mundo físico volviese a su lugar. La vida moderna es un dualismo y nuestros cuerpos son la bisagra donde convergen estos dos mundos. La novedad de ello es inmensa, ligera y desconocida por el simple hecho de no poder completarse jamás. La otra es estrecha, pesada, compacta - todavía atada en la viva carne - muy dolorosa para nuestros cuerpos.

Los cartógrafos de hoy no pueden graficar lo que ha sido descubierto, en su lugar colonizan nuevas tierras a voluntad. Los geógrafos de hoy no saben en donde están parados. Igualmente, ellos registran progresos. Pero no se atreven a dar un paso.

 

 

 

Arrojado

Heidegger enfatizó la rareza de ser arrojado al mundo. Todas las cosas y seres - algunos más que nosotros - llegan a existir con una esencia ya predeterminada. Esta paleta de esencia es concebida previamente por su creador; un animal depende de su instinto para proliferar y sobrevivir.

                                  Esencia → Existencia

Sartre observó esta particular condición humana de ser arrojado al mundo como una sentencia de por vida más que como un derroche de albedrío, una vida compuesta por lo que parece una avalancha de infinitas e imposibles decisiones por tomar. Nuestras experiencias, ya sea que tengan sentido o no, son las que en última instancia han de formarnos.

                                 Existencia → Esencia

Nuestros cuerpos no son muros, son ventanas que nos colocan simultáneamente dentro y fuera del mundo. La naturaleza es la otra mitad de nuestros cuerpos incompletos y nuestra interacción con ella es la que determina nuestras relaciones entre los semejantes.

 

 

 

Éticas 

 

Cuando mueres a los cuarenta

tus ex suspiran de alivio

no porque te odien

o porque deseaban tu muerte

 

sino, porque fuiste tú quien no se casaron 

 

en ese día de tu muerte inesperada

tu serás la retratera y los demás 

la vida que sucede en el interior

 

¿Hacia qué útero vas a naufragar,

a qué burbuja vas a entrar?

Cuando la tierra finalmente te exilie 

de sus grilletes materialistas. 

 

            Los imanes del congelador perderán su fuerza uno por uno:

            Viena, Madrid, Lisboa, todos van a caer como moscas,

            y junto a ellos una nota adhesiva donde podrá leerse:

           "El nombre de María debe ser olvidado".

 

 

 

Las lanzas de las estrellas

 

Las parejas jóvenes son entrevistadas en casa

sentadas en sus cocinas sin niños, sonrientes

bebiendo jugo de naranja puro y besándose.

El apartamento es totalmente blanco  resaltan sus 

delicadas manos - se preserva sin mácula.

 

En las paredes no hay humo ni ceniza

y ambos, el sol y el pálido fuego entran ahí.

Nunca sentimos su presencia — ni los vimos —.

Su luz es desviada por las buenas referencias

o por aquellos que no pudieron permanecer puros.

 

Nuestros buenos amigos nunca dijeron la verdad.

En días como este puedo saborear sus mentiras

cuando rasgan detrás de mis dientes. 

 

Han estado ocupados con su omnipresencia

mojando nuestros cepillos de dientes en alcohol,

lavando nuestra ropa en el fregadero de la cocina,

lamiendo la envoltura de la  mantequilla.

 

Por la noche, recuerdo las habitaciones donde a través de una nube

vimos la inmundicia vagar libre en una jaula

observando, mientras los fenómenos que llamamos amigos 

se deslizaban dentro y fuera de los campos del papel tapiz.

 

Una vez entramos a su mundo,

esperando que la lluvia nos llevara muy lejos.

 

Llovió tanto que el campo se volvió un mar.

 

Sin embargo, floté como el mensaje dentro de la botella,

deslizándome en cualquier dirección

sin entrar en contacto con aquello a lo que pertenezco.

 

Velvet Virginity

 

As kids we ran all night together, 

past paint bucket flower pots and rusted gas tanks.

We set sail for slingshot dreams mixed with sticks into a fizz

of Coca-Cola, sugar, dirt and spit.

 

And when the time finally came for your soul to hover over mine, 

you became a blinding electric arc, 

a name written in the language of lightning. 

 

A rogue wind swept me across a sea of leaves;

Our boots soaked in your crown of ice.

Beneath our backs, foliage cracked 

as if our bodies were tussling upon

the sun-bleached bones of long-extinct birds. 

 

At times I wonder: is part of us still roaming that last lost continent?

 

 

Galileo Et Al

 

I was there when Galileo et al finally

popped open the hermetic seal of the sky.

 

Perched atop the branch of a birchwood,

I watched them dump the stars into the sea.

 

I watched as they dragged the unchained sun

to the town square, only to place it at your feet. 

 

You played football with it; poked it with sticks; drank it;

Understood its components; waterboarded it.

 

And still, you continue turning over stars,

as if they were stones in your Fathers garden. 

 

 

 

I’ll Buy a Parcel of Land in the Metaverse and Build us a Home

 

It is impossible for us to pinpoint our bodies in digital space, making the new terrain unmappable and impossible for us to internalize. We can make out its signs, but cannot make out our physical relation to them. Maps are an archaic language, and the vast network of globalization and communication technology has transcended the once imposed limitations of time and space. 

Upon returning from our lengthy stays in the digital world we feel incomplete,

depressed, as if the physical world's weight has suddenly clicked back into place. Modern life is a dualism, and our bodies are the hinge holding these two worlds together. The newest of these is vast, light and unknown only because it can never be completed. The other is tight, heavy, compressed, yet tethered —albeit painfully— to our bodies.

The cartographers of today do not create representations of what has been discovered,

but instead fabricate new lands at will. Modern day geographers do not know where they stand. Likewise, they continue taking steps, but do not make a move. 

 

 

 

Thrownness

 

Heidegger remarked on the strangeness of being thrown into the world. All things and beings other than uscome into existence with an already predetermined essence. A table’s essence is determined beforehand by its creator; an animal depends on instincts to proliferate and survive. 

                                  Essence → Existence

Sartre saw this uniquely human condition of being thrown into the world as a life sentence to an overabundance of freedom, to a life composed of a barrage of seemingly infinite and impossible choices waiting to be made. Our experiences, whether we come to make some sense of them or not, are what ultimately forms who we are. 

                                  Existence → Essence

What that means is that our bodies are not shells or walls, but open windows that place us simultaneously within and outside of the world. Nature is the other half of our incomplete bodies, and it is our interaction with it that determines our relations with one another. 

 

 

 

Ethics

 

When you die at forty five

exes will sigh in relief

not because they hate you

or because they want you dead

 

but because it was you they did not wed. 

 

On that day of your untimely death,

you will be the frame and everyone else  

the life that happens within it. 

 

What womb will you float towards, 

What bubble will you enter,

When the earth finally exiles you,

from its material manacles?

 

          The magnets on the fridge will wear out one by one:

          Vienna, Madrid, Lisbon, each will fall like flies,

          and alongside them, a yellow post-it that reads:

          “The name Maria must be forgotten.”

 

 

 

Spear Throwing Stars

 

Young couples are interviewed in their homes,

sitting in their childless kitchen, smiling,

drinking real orange juice and kissing.

The apartment is all white — and despite

their delicate hands — it remains unblemished.

 

The walls are free from any smoke or ash

and both the sun and pale fire enter there.

We’ve never felt their presence —or saw them—

their light parried by bets spurred in favor

of those who cannot keep the white pristine.  

 

Our good friends never spoke the truth.

On days like today, I can taste their lies

as they scrape against my teeth. 

 

They’ve been busy being omnipresent,

soaking our toothbrushes in alcohol,

washing our clothes in the kitchen sink,

scraping the tops of our sticks of butter.  

 

At night, I recall rooms where through a cloud

we watched filth roam free inside a cage,

watching, while freaks we called friends

drifted in and out of wallpaper fields. 

 

We once entered their world,

hoping that its rain would take us far away.

 

It rained so long that the field became a sea.

 

Yet, I floated on like a message in a bottle,

drifting towards no particular destination,

never coming into contact with what encompasses me.

 

Traductor: Aldo Vásquez

Nació en Nicaragua en 1992. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAN - Managua. Fue partícipe del taller de poesía del Centro Nicaragüense de Escritores en 2014, impartido por el poeta Anastasio Lovo y posteriormente (2015) del taller de poesía del Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias de su universidad, impartido por el poeta Víctor Ruiz. Con el poemario "Cadencias" obtuvo el premio nacional de poesía joven Leonel Rugama 2016, poemario que se publicó posteriormente bajo el nombre "Sobre olas turbulentas de tu sangre" (Álastor, 2019). Colabora como editor adjunto en la revista Álastor.

Más del traductor

Autor: Gustavo Velarde

Gustavo Velarde (México, 1994), es profesor de Historia y Filosofía en el nivel de Secundaria. Nació en la Ciudad de México, y actualmente vive en Managua, Nicaragua. Es graduado de Relaciones Internacionales en la Universidad Estatal de la Florida. También dirige clubes de debate para estudiantes de secundaria basados en el modelo de ONU.

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