La guerra nunca ocurrió, pero vos y yo aún existimos

Mario Zetino y Morelia Rivas nos traducen una selección de poemas de la poeta salvadoreño-estadounidense Janel Pineda

Fotografía de Víctor Ruiz

De cómo el inglés llegó a mi abuela

 

Fue en El Salvador, en lo que ella

cortaba y pelaba mangos,

sandías y mameyes.

 

Antes de la guerra, Los Beatles sonaban

desde el radio pequeño en su cocina

y Elba de veintitantos años

bailaba a “A Hard Day’s Night”,
trayendo a la existencia al inglés, al cantarlo

en un lugar al que nunca debería de haber llegado.

 

Como un trabajo de brujería,

el inglés la enamoró

para que pensara que los Estados Unidos era un lugar         perfecto.

Para mi abuela, todo lo americano[1]

estaba sumergido en el inglés

y ella quería bañarse en el mar de ese idioma,

sin importarle lo sangrientas

que se veían esas aguas.

 

El inglés la conquistó a pura paja,

se la ganó con sus miradas atrevidas,

y ella quedó encantada

con sus palabras insensatas. El inglés

le metió la lengua a la garganta y le embrujó

los pies para que lo siguiera.

 

Mi abuela me dice que ella huyó de El Salvador

buscándolo

que dejó sus huellas a lo largo del istmo

hasta la tierra donde su poder

era más implacable que en el lugar

que ella había dejado, así terminó en

Los Estados Unidos

el lugar obvio adónde ir

el lugar donde todos terminaban

lo quisieran o no

porque, ¡por Dios!

¿a dónde más se iban a ir, si no

al lugar al que todos

pertenecían? no

no quiero decir que ellos fueran de ese lugar

quiero decir que le pertenecían a.

 

Todo esto, para contarles el cuento

de cómo mi abuela todavía no habla inglés

de cómo una vez luchó con él

y él le torció la lengua

así que, en cambio, ella se aferra a 

su título de Grandma, jamás Abuela,

sus I love yous en vez de te quiero

sus letras de canciones de Los Beatles

sus acentuados lles, maam y rait agüey, maam

de sus trabajos limpiando casas en wudlan jil, pasadina,

a veces incluso en beverli jil,

su espanglish

y sus ai so sorris

porque si hay algo que ella con certeza sabe del inglés

es cuánto ese idioma le exige

que se disculpe.

 

 

Traducción de Mario Zetino

 

[1] que no es sinónimo de todo lo estadounidense / para ella, “americano” era simplemente / todo lo que le habían enseñado / a considerar “mejor”

 

 

En Otra Vida

 

La guerra nunca ocurrió, pero vos y yo aún existimos. Como la obsidiana,

conocemos solamente el recuerdo de lava, y no la explosión que nos dio vida.

 

Olviden la iglesia derribada, el olor a piel en llamas , la sopa de repollo.

No hay ningún bus. No hay ninguna frontera. No hay seña de sangre. Solo

 

existen campos de maíz y cáscaras de mango. La casa turquesa y los lazos  de tender.

Un plato lleno de pasteles y curtido, esperando a caer en  nuestras barrigas

 

En esta vida, nuestra gente no son cosas del silencio, sino mundos enteros

colmados de vida . En todos lados, niños jugando libremente, sanos y bien vestidos.

 

Mozote no significa masacre y nacen flores en todo lugar donde hay zapatos

abandonados. Mi nombre todavía significa verdad, esta vez en un idioma que mi boca

 

reconoce, en un idioma que sé hablar. Mi abuela sigue siendo cuentista, aunque yo

no sea poeta. En esta vida, no tengo que serlo. Este poema aún existe. Se escucha

 

en la voz de mi madre, y ella disuelve el dolor como miel en agua caliente, manzanilla

aliviando la garganta. Vos y yo no nos encontramos en otro continente, agarrándonos

 

del cuello, en busca de un hogar. Nos encontramos en un mercado, mis brazos rebalsando

de mameyes  y anonas. Juntos las lavamos en agua del río. El atardecer cae

 

sobre una tierra que llamamos nuestra y no tememos su despojo. Muerdo la fruta, separando

semilla y pulpa, sacando las venas de entre mis dientes. Nuestra risa hace eco desde el interior

 

de esta cueva, de la cual somos libres de salir. No tenemos que escondernos aquí,

ni en ningún lugar. Pasa un torogoz por mi cara y no temo el batir de sus alas.

 

Traducción de Morelia Rivas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

How English Came to Grandma

 

In Salvador as she cut                       

and peeled mangos

sandía and mamey.

 

Before the war, The Beatles blared

from the small radio in her kitchen

and 20-something-year-old Elba

danced to “A Hard Day’s Night,”

singing English into existence in

a place it never should have arrived.

 

Like a work of brujería,

English enamored her

into thinking the U.S.                        perfect.

For grandma, everything americano[1]

was soaked in English and she

wanted to bathe in that language’s

ocean, no matter how bloody

she pretended it didn’t look.

 

English la conquistó a pura paja

won her over with its haughty looks,

meaningless words enchanting

all the same. English stuck its tongue

down her throat then bewitched

her feet to follow it.

 

Grandma tells me she fled El Salvador

in search of it

traced its footprints up the isthmus

to the land where its reign

was more unrelenting than in the place

she left, then wound up in

Los Estados Unidos

the obvious place to go

the place where everybody ended

up, whether they wanted to or not

‘cause, come on!

where else would they go but to

the place to which they all

belonged, no

I don’t mean they belonged there

I mean they belonged to.

 

All this to tell you the story

about how Grandma still does not speak English

how she tried wrestling it once

but it twisted her tongue

so instead she clings to her title of

Grandma and never Abuela

her I love you’s instead of te quiero

her Beatles lyrics

her thick accented jes mahm’s and rright aguey, mahm

from her jobs cleaning houses in wudlan heel, paz á dina

sometimes even beverlé heel

her Spanglish

and her I so sori’s

because if she knew anything about English,

it was how much that language demanded

her to apologize.

 

(En The Wandering Song: Central American Writing in the U.S., Tia Chucha Press/Northwestern University Press, 2017)

 

[1] not synonymous with everything American / or even everything estadounidense / for her, americano was simply / everything she’d been taught / to deem “better”

 

In Another Life

 

The war never happened but somehow you and I still exist. Like obsidian,

we know only the memory of lava and not the explosion that created

 

us. Forget the gunned-down church, the burning flesh, the cabbage soup.

There is no bus. There is no border. There is no blood. There are

 

only sweet corn fields and mango skins. The turquoise house and clotheslines.

A heaping plate of pasteles and curtido waiting to be disappeared into our bellies.

 

In this life, our people are not things of silences but whole worlds bursting

into breath. Everywhere, there are children. Playing freely, clothed and clean.

 

Mozote does not mean massacre and flowers bloom in every place shoes are

left behind. My name still means truth, this time in a language my mouth recognizes,

 

in a language I know how to speak. My grandmother is still a storyteller although I am

not a poet. In this life, I do not have to be. This poem somehow still exists. It is told

 

in my mother’s voice and she makes hurt dissolve like honey in hot water, manzanilla

warming the throat. You and I do not find each other on another continent, grasping

 

at each other’s necks in search of home. We meet in a mercado, my arms overflowing

with mamey and anonas, and together we wash them in riverwater. We watch sunset fall over

 

a land we call our own and do not fear its taking. I bite into the fruit, mouth sucking

seed from substance, pulling its veins from between my teeth. Our laughter echoes

 

from inside the cave, one we are free to step outside of. We do not have to hide here.

We do not have to hide anywhere. A torogoz flies past my face and I do not fear its flapping.

 

(En la revista wildness, no. 18, Winter 2019)

 

 

Traductor: Morelia Rivas y Mario Zetino

Morelia Rivas (La Libertad, El Salvador, 1976). Traductora y maestra en Oakland, California. Posee una Licenciatura y una Maestría en Literatura por la Universidad de California en San Diego, donde impartió cursos de literatura centroamericana, latinoamericana y de ciencias sociales. Traductora y editora de amplia experiencia, ha trabajado con diversos autores, instituciones y medios y con enfoques variados, entre ellos, temas de justicia ambiental, arte, inmigración, educación y derechos civiles.

Mario Zetino (Santa Ana, El Salvador, 1985). Poeta, antólogo, traductor y académico. Es Licenciado en Letras por la Universidad de El Salvador. Ha publicado los poemarios Uno dice y Los …

Más del traductor

Autor: Janel Pineda

Poeta, educadora y activista salvadoreño-estadounidense. Nació en Los Ángeles, California, en 1996. Obtuvo una licenciatura en Literatura en Dickinson College y ha estudiado en la Universidad de Oxford. Actualmente está cursando una maestría en Escritura Creativa y Educación en Goldsmiths, University of London, apoyada por la Beca Marshall de parte del gobierno británico. Sus poemas han sido publicados en varias revistas y antologías en los Estados Unidos, y ha compartido su poesía a nivel internacional. En El Salvador, participó en el Festival Internacional de Poesía «Amada Libertad» en 2018. Forma parte del equipo editorial de La Piscucha Magazine, una revista multilingüe …

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