De amor y oro eras en la luz de la tarde

Una selección de poemas del salvadoreño Mario Zetino, de su libro "Canciones de amor y ausencia"

Tarde dorada por Manny Vanegas

Fragmentos del amor

(Fragmentos)

 

Tu presencia en la vida:

sinfonía

de pétalos.

 

*

Un abrazo nos permite

decir

otorgar

—libres

de las cadenas del miedo—

lo que somos sin fin

lo que sin tiempo.

 

*

Construir algo juntos

en esta época 

de fuego y caos.

¿Lo quisieras?

Y

¿será posible?


 

El día más luminoso

 

Aquella fue la mañana 

más luminosa del mundo.

 

Con el agua de luz de nuestros corazones

nos bautizamos

el uno al otro

y nos nombramos 

nuevos

con el nombre del amor.

 

Y hubo 

dos almas 

que no sabían muy bien 

dónde terminaban ellas

y dónde empezaba

la luz.

 

Y hubo

un beso

como el amanecer 

de un horizonte vasto.
 

*

De amor y oro eras en la luz de la tarde.

Un momento estelar en nuestra vida

fueron los días juntos.

Todo

lo tuvimos.

Todo lo fuimos.

Todo.

De amor y oro.

De incesante estrella.
 

*

 

Todo tiene un final, después de todo.

Sólo hubiera querido que me lo dijeras

mirándome.

 

Así me pasa, pues: en vez de una puerta 

que en medio de las horas vos dejaras abierta,

tengo en mis manos tu adiós, tu hasta aquí,

en la perpleja pantalla de un mensaje.


 

Miedo

 

Cuánto miedo teníamos en esa época

en que nos conocimos y nos hicimos compañía 

por unos días como sueño y brisa.

El amor fue un milagro en esa sombra.

 

Pero a pesar de ese milagro, cuánto 

de esa sombra nos creció alrededor del corazón

y trepó su enredadera a sus latidos, 

hasta ahogarlo.

 

Aquí no busco hablarte de esa tragedia de juventud.

De lo quiero hablarte 

es de mi asombro: 

cómo me admira, ahora, ver, asomarme a ver 

cuánto miedo teníamos y cómo 

a pesar de ese grito constante en nuestro pecho,

en el jardín del corazón pudimos encontrarnos

y caminar 

por entre flores breves.

 

Me viene de repente todo ese recuerdo:

cuánto deseé amarte, 

cuánto sentí por vos,

y sin embargo, allí, de pie junto al amor, 

cuánto miedo me llenó 

hasta agrietarme, hasta destruirme 

como un espejo roto.

 

Y cuánto miedo te llenó los ojos,

las palabras,

los pasos.

 

Pero sobre todo eso,

me llega una certeza que me es concedida

tan sólo tras el paso del tiempo:

la de todo lo humanos que fuimos 

al haber hecho nuestro mejor intento

por ser lo que soñábamos, 

por ser el amor 

más allá de cualquier miedo.