Obra gris
Más que una antología cerrada, Obra gris se presenta como un espacio en construcción donde la migración, la memoria y la terquedad del oficio literario dialogan sin nostalgias complacientes ni consignas fáciles. Desde una mirada histórica y crítica, Madeline Mendieta traza los cruces entre migración, tradición y escritura, y nos recuerda que seguir escribiendo lejos del país —en español— es, todavía hoy, producto de la determinación de diversas voces a lo largo de la historia de las letras nicaragüenses.
Portada de la antología "Obra gris"
Estos son los cimientos en gris de lo que consideramos una muestra de un grupo de poetas nicaragüenses que, por diferentes razones, en distintas épocas, han emigrado y se han asentado en Estados Unidos. Decimos obra en gris porque hablar de una antología sería demasiado pretencioso de nuestra parte: sabemos que la producción poética en Nicaragua es una tradición, un ritual de iniciación de los aspirantes a escritores, que se van curtiendo en la medida en que el trabajo y la constancia persistan. No obstante, a partir de las últimas décadas se sumaron muchos poetas y escritores a la considerable fila de migrantes que radican en diferentes países, principalmente Estados Unidos, Costa Rica y España, entre otros.
Este contexto, que es multifactorial, hace que la tradición literaria nica siga escribiéndose fuera del territorio. Desde Rubén Darío hasta la actualidad, muchos escritores tienen en sus biografías al menos una breve estancia en el extranjero.
Una de las principales circunstancias de esta migración es la ausencia de una infraestructura para sostener una carrera literaria al interior de Nicaragua; y pese a estas limitaciones, en diferentes épocas dichos escritores han marcado su paso por la literatura hispanoamericana. La década de los ochenta los catapultó por el contexto de la «revolución»; indiscutiblemente, fue una etapa que marcó un parteaguas en la historia latinoamericana. Durante ese momento la figura del cura y poeta Ernesto Cardenal fue determinante para romantizar el arte y la cultura desde una perspectiva social. La cultura fue un eje transversal para exportar dicho proceso como la meca del «arte comprometido». Si bien hubo mucha producción literaria, editoriales, brigadas culturales en las zonas de guerra, inclusión de la música del Caribe, sellos discográficos y grupos de pintores, la fragmentación y la ruptura artística se agudizaron en esos tiempos. Esto provocó dos tipos de migración: una a lo interno, es decir escritores que fueron puestos al margen por ser abiertamente críticos a la revolución, como fue el caso del poeta Pablo Antonio Cuadra, precursor del movimiento de vanguardia y quien además fue director de la extinta Prensa Literaria; y otra a lo externo, con escritores que migraron por la guerra porque no compartían la carga ideológica que los escritores dentro de la oficialidad sandinista promovieron. El tiempo cambió esta situación. Los que construyeron la mística y la narrativa de una revolución que popularizó la cultura y alfabetizó a miles de campesinos tuvieron que salir al exilio por razones políticas, y esto creó un efecto dominó con las organizaciones que aglutinaron a muchos escritores sin ser prioridad su afinidad partidaria o ideológica.
Con el deceso de la revolución sandinista, en los años noventa aparecieron las organizaciones de escritores, se publicaron revistas, antologías; pero fue hasta los 2000 que la era digital cambió la dinámica editorial. Los blogs y las revistas digitales crearon otro tipo de migración. Muchos de estos espacios fueron creados para compartir el trabajo de quienes no tenían influencia o ninguna relación con las cofradías o púlpitos literarios tradicionales. Así aparecieron Marca Acme, del escritor Rodrigo Peñalba; Revista 400 Elefantes, de los escritores Martha Leonor González y Juan Sobalvarro; Anide, de la Asociación Nicaragüense de Escritoras, que tuvo su sitio web; y posteriormente NotiCultura, de los escritores Carlos M-Castro, Enrique Delgadillo y Mario Martz; Managua Furiosa, del gestor Roberto Guillen, y Álastor, iniciativa de los escritores Berman Bans, Víctor Ruiz y Aldo Vásquez. Estos fueron los últimos emprendimientos en materia de revistas literarias; algunos se dispersaron precisamente porque sus integrantes emigraron, mientras que otros cambiaron de nombre.
Es decir que la migración no solo afecta a la producción y la edición de la literatura, sino que también a los esfuerzos por crear revistas y espacios para entablar la lectura crítica. Los gremios culturales y artísticos son más difíciles de aglutinar, por tanto un país del que sus artistas huyen, por las circunstancias que sean, es un país que pierde un activo intangible en su bagaje sociocultural.
Esta es una muestra de la poesía de autores que emigraron en distintas épocas y circunstancias particulares, pero que tienen en común la escritura como elemento catártico y vinculante con la historia de la literatura nicaragüense. La mayoría fueron parte del proceso descrito anteriormente, fueron protagonistas e impulsores de muchas iniciativas que, pese al contexto que les tocó, lograron un lugar en la dinámica del quehacer literario.
Sin embargo, cabe la pregunta: ¿Realmente existe esto de literatura limitada a un país? Cuando se emigra, la mirada poética se amplía, es decir el sujeto/autor se fusiona para involucrar de alguna forma ese sentido de ser extranjero, de hablar sobre temas que dentro del terruño pueden ser un artificio narrativo, pero no poético. Es decir, vivir la experiencia, la sensación de nuevas imágenes, contradicciones y choques culturales que de una forma u otra hacen que la memoria prevalezca en algunos de sus escritos.
Las vivencias están en el subtexto, el sentido de pertenencia se circunscribe a ser hispano, latino o nica en un universo de 350 millones de habitantes con un sinnúmero de culturas convergiendo en una lengua franca que en este caso es el inglés. Por tanto, escribir poesía en español es una forma de aferrarse a las raíces y continuar una tradición no solo literaria, sino también de los cientos de historias de artistas que, como aves migratorias,tienen que buscar refugio en otras zonas que les den abrigo y alimento.
Los poetas recopilados en esta muestra emigraron por falta de oportunidades profesionales, algunos obtuvieron becas de diferentes universidades, otros se fueron por la guerra del 79, que les empujó a salir, y en años posteriores en búsqueda de mejores horizontes, principalmente por motivos de superación económica y profesional; uno se enlistó en el Ejército; otros se dedicaron al área financiera; una ejerció la sicología… ¿Qué tienen en común? Nunca dejaron su pasión por las letras.
En Latinoamérica y en Nicaragua, ejercer el oficio de escritor es un acto de fe; emigrar y continuar escribiendo sigue siendo un enorme acto de fe. Una pasión que, como una vela, se resiste a la ráfaga de viento. El trabajo de ellos no tiene ese chauvinismo almibarado de la patria. No. Sus búsquedas tejen hilos de memoria, historias, contemplación, reflexión sobre la muerte, la guerra, el exilio, pero visto desde la condición humana, no desde el victimismo.
Esta selección heterogénea, diversa en estilos, utilización del lenguaje e imágenes, nos muestra que el escritor siempre tendrá la captura del instante, la divagación de arraigo en tierras lejanas, el salir de su zona de confort y adaptarse a romper con tinta los estereotipos del escritor metido en una bi blioteca tomando café y suspirando desde la ventana por su natal país.
Si tuviéramos que decir qué nos une pese a que todos vivimos en distintas ciudades, además de la nacionalidad, es la terquedad de la escritura, que las voces no se apaguen ni por la distancia, ni por la apabullante subsistencia. Aquí les dejamos este primer listado, con pretensiones de continuar recopilando las plumas que soltaron una bandada de aves migratorias buscando refugio y alimento en sus silencios poéticos.
Madeline Mendieta
Victorville, California
Noviembre, 2023