Si la foto se quema es historia
Una muestra poética extraída de los principales libros de Rodrigo Zúñiga

Fotografía de Aldo Vásquez
Cuando las voces cuentan verdades en lugar de ovejas
escucha llegar la madrugada
como se escucha esa llave del baño descompuesta
que no deja de llorar.
La madrugada entra
lo mismo que la mirada por el ojo de la cerradura.
Lo ve como una causa perdida,
una alimaña acorralada, a contrapelo del sueño,
a merced de sus garras.
Lo sorprende adolorido
esperándola/soñando huir de ella.
El llanto lo despierta sin percatarse.
El barro del amanecer no lo deja respirar.
Se imagina la estática del televisor
aún suspendida en el cuarto,
las voces de fondo
de una multitud en silencio,
el vestigio de unos perros que ladran,
apagándose
conforme se apaga también la oscuridad.
Ahí
en esa trinchera, cansado,
bulímico de sueño,
ahora que tarde o temprano es de día
(El deseo es una gotera en la cabeza,
que no se repara y lo inunda todo.
El remordimiento es un coyote,
una ciudad que no duerme.
El amanecer, un timbre
que no puede retractarse de sonar)
***
Pensalo bien, así es la vida:
No importa cuánto apretés los ojos para dormirte
y te escondás bajo las sábanas,
las manos de la realidad
igual te jalarán los pies
al llegar la madrugada
El sujeto (viii)
Les cuento, no más para que sepan:
ayer mi sombra me entregó su carta de renuncia,
me informó que se retiraba,
que había pedido asilo político ya en otro lugar,
habló de no estar contenta con las condiciones,
que no tenía nada que ver con su salario,
que tenía miedo, que estaba cansada,
que llevaba años sin dormir
y de cargar mis ataúdes totalmente llenos,
de trabajar horas extras y ser siempre un completo extraño,
de andar arrastrada y desnuda y tener que abotonarse toda,
de guardar mis poemas en sus bolsillos,
sentirse amarrada y no poder escribir los suyos,
que, al igual que a mí, dejo que la pisen,
que el mundo, los autos, la vida, le pasen por encima,
que los malos tratos ya le han pasado factura,
pues la han visto flaca y hasta el alma sin pellejo,
con sus ojeras colgando como ropa recién lavada,
y un ojo le hace falta ya,
porque mis cuervos se lo sacaron por pura diversión,
y tampoco hice nada,
dijo marcharse esta noche y tan solo llevar
unos poemas en los bolsillos,
sí, ya sé lo que me dirán,
ya sabemos que no llegará muy lejos,
siempre regresa
En estos días
no hay quién no quiera el trabajo a cambio de luz
Del libro el otro damián
Si la foto se quema es historia
Voy a decir esto ahora
y será la última vez que lo haga,
como prenderle fuego a una foto entre los dedos,
será la última vez que la vea
Porque una foto no es un recuerdo
ni mucho menos un pasado,
tan solo una historia
que se inventa instantáneamente
al rozar dos piedras al azar,
lo que suele recordarse es
un intento de un dibujo a escala,
tan inútil
como pegar un vaso de vidrio
que se cayó de las manos
Olvidar
es estar ciego, no por cuenta propia,
es estar ciego por aprendizaje,
por fraternidad;
los pasos del abandono no se pueden ver,
llegan y se van tan suavemente
que uno se restriega los ojos
y siente las cuencas vacías
Algunos lugares en los que estuve
han desaparecido conmigo,
quizás no me haya dado cuenta,
quizás me distrajo la vida,
como cuando alguien te saluda por tu nombre
y no sabés quién es,
así mismo una historia desconocida
reclama tu rostro y te negás tres veces
hasta sentir solo un dolor ajeno,
pero dolor al fin
Repito, los niños en la foto,
solos, a oscuras,
agarrados de la mano,
sentados en el sillón,
no somos nosotros
y, sin embargo,
esta impotencia
Pareidolia (Ella)
toda entrada debe tener una salida. acaso sean lo mismo. una puerta, una escotilla, algún resquicio donde pase el cuerpo, o al menos una parte de él. ante todo, se recomienda identificar las salidas de emergencia tan pronto se llega a un sitio. vale, por ende, cualquier grieta en el muro. cualquier indicio de gotera en el techo. una mota de polvo o unas manchas de luz del sol que se cuelan por los orificios de la persiana. cualquier cosa. lugares que sirvan de alas. una simple metonimia para una simple tarea. como leí una vez. en seguida, observo un punto fijo. en seguida, una mancha en la pared. en seguida, un rostro, una figura, un lugar lejano que no está. un campo de lavanda donde corría de niña. es impresionante la variedad de formas que el ojo puede imaginar. la cantidad de tiempo que se consume con el bosque en llamas de la mirada. la mirada, vista desde atrás del muro, es solo una salida.
También esta es vida
Esta es la historia de quien tuvo una casa.
La metió en una maleta y se fue
lejos. El pensamiento es
el primer muro que se salta.
No iba sola en el camino.
Podía ver más cristos a su lado
cargando en hombros
todo el cielo. El sol, la lluvia,
la policía los azotaba; con todo,
el cansancio era más violento a ratos.
Atravesó el bosque de hombres que,
como un río, atravesó su cuerpo
hasta hoy en día. Sabe
que esta patria no le pertenece
y en cambio la suya
le llama con toda propiedad
como herida a la sangre. Huyó
no de los tranques donde estuvo
sino para enviar un poco de su pobreza
a la hija de la pobreza y sobrevivir,
pero esto no es vida —su vida
ha sido siempre una batalla;
el designio la coloca en su frente
como los surcos que trazan los años
en la piel. Hay pérdidas en toda guerra
—ella misma se ha perdido en cada una—,
y piensa que la frontera es una religión
en la que ya no cree. Pero siente,
el auto exilio es una llaga en el espejo,
la otra tortura que se hace a la distancia;
es la última ala del fuego que empieza
a gotear sobre las naves,
el terror de bajar
al próximo escalón al olvido. Llegó
una madrugada a la ciudad de la indiferencia;
el hambre y el frío la cobijan todavía
25 (Femicidio)
Despacio, tan solo vete despacio.
Mira el frío que hace en las ventanas.
Mira que hace intemperie aquí adentro y cuervos allá afuera.
Mira cómo se desgastan las palabras ante el roce con la nada.
Cuenta hasta diez.
Si no te has ido para entonces,
amarra a mi cintura el hilo de aire que aún me queda.
Arráncame el traje de la madrugada,
mira, aún no me queda.
Cóseme la luz a los ojos.
Mira que mastico lo duro de la lágrima
hecha todo un ovillo.
Cúrame el adiós con un poco de dignidad,
no me des vinagre con hiel.
Desanda las uñas negras que picotean como muérdago.
Si llega la tempestad,
desnuda la piedra, desnuda el barro, desnuda la niebla.
Mira la rutina de la lluvia sobre mi cuerpo.
Devana el rayo, envuélvelo con mi sombra,
dile que no es tiempo y dame tu mano.
Mira que soy una hoja en el aire.
Espera un momento.
No te pongas a cavar todavía.
Aún falta morirme más
Del libro Finge que no estoy