Préstamo de luz o la íntima ternura de las cosas: Notas para una invitación a la poesía de Ricardo Ríos

En la siguiente reseña el poeta y crítico literario Víctor Ruiz nos invita a leer Préstamo de luz, ópera prima del poeta chinandegano Ricardo Ríos.

Préstamo de luz. By Manny Vanegas

En la tradición poética nicaragüense conviven dos tendencias que ya no responden a la dicotomía fondo/forma: poetas del contenido vs poetas del lenguaje, sino a la influencia de dos galaxias* que con sus poderosas personalidades mantienen orbitando a las generaciones posteriores: Carlos Martínez Rivas y Ernesto Cardenal. La propuesta estética de estos autores ha sido tan abrumadora que no es difícil rastrear en libros o redes sociales poemas a la manera carlosmartiniana o cardenaliana. Los seguidores de CMR han aspirado a escribir un libro a la altura o por lo menos permeado por el espíritu irreverente de la Insurrección solitaria; mientras, los herederos de EC anhelan que sus textos posean el estilo conversacional, combativo y romántico de Epigramas.

Lejos de esas galaxias encontramos planetas solitarios que irradian una luz tenue pero propia, su influencia ha sido más discreta. Para orbitarlos, los jóvenes poetas no han necesitado asumir la máscara del maldito o el revolucionario, basta con que tomen un poco de esa luz y la hagan brillar en sus poemas. Ernesto Mejía Sánchez, Álvaro Urtecho y Ana Ilce Gómez son algunos nombres de esos planetas. Alejados de la sofisticación formal y del exteriorismo, estos poetas se han aproximado a una lírica más reflexiva y meditativa, en palabras de T. S. Eliot: “se entregaron a la tarea de encontrar el equivalente verbal de distintos estados mentales y sentimentales”. En torno a esta tradición giran los libros de Francisco Ruiz Udiel, Missael Duarte, Alejandra Sequeira, Andira Watson, Douglas Téllez y se une ahora el luminoso libro de Ricardo Ríos Préstamo de luz.

*

Sorprende encontrar en la obra primigenia de un autor eso que los budistas llaman el camino medio o en términos latinos el aurea mediocritas: Préstamo de luz no se adscribe a ninguno de los extremos de la lírica nicaragüense: ni la demoníaca obsesión por la palabra ni el confesionalismo sentimental y gratuito. Su poética persigue el equilibrio, el tono sereno y transparente; si aparece de pronto un estado melancólico, este se disuelve en el juego de la ironía:

Tengo voz y

soy otro

con más afirmaciones que un niño

que jugó sin arrepentimientos.

 

Alguien que creyó

sin decirle a nadie

en la palabra.

 

Alguien que se incinera

sintiendo el frío.

De ahí que los compañeros de viaje con los que dialoga sean también poetas en los que predomina lo reflexivo: Wislawa Szymborska, Blanca Varela, Manolo Cuadra, la Biblia, Eliot, John Donne y, especialmente, Ana Ilce Gómez, a quien Ricardo Ríos no solo le debe el título del poemario, sino también esa íntima y tierna comunicación con el mundo que lo rodea.  

Y es en esa íntima relación con las cosas donde es más evidente su capacidad de, no solo construir poemas con metáforas surrealistas y creacionistas, sino de reflexionar y meditar sobre el amor, la vida, la muerte y el maltrato animal. A diferencia de muchos poetas actuales que amalgaman y saturan de imágenes tras imágenes sus textos, entorpeciendo sentido y pensamiento, en los de Ríos encontramos una experiencia erigida con rigor verbal. Un ejemplo de esta correspondencia entre las cosas y el mundo interior lo encontramos en el poema Soy una maleta de huesos:

Para despertarme
necesitan abrir y cerrar el zíper de mi costado.

Octavillas de sonidos con semblantes de piano
saldrán de sus dedos.

Toda la ropa que llevo dentro
son mis tripas
con el sano antojo de susurrarles al oído
un poco de aire.

Vengan a vendarme las rodillas
que son mis ruedas.

Seré arrastrada por los pasillos de un aeropuerto,
mientras los relojes tiemblan
en la mano de los viajeros
y el alma comienza a leer
la cifra de un pasaporte.

En este poema se vislumbra lo que decía Baudelaire en un artículo sobre Theophile Gautier: “Hay en la palabra, en el verbo, algo sagrado que nos impide considerarlo como un producto del azar. Usar un lenguaje sabiamente significa practicar una especie de encantamiento evocador”. Las correspondencias entre el hablante lírico y los objetos no son el resultado de un juego caprichoso y artificial, cada imagen contribuye a la creación de un sentido final. La enumeración de las metáforas (El zíper, el piano, la ropa, las ruedas, los relojes y el pasaporte) va construyendo ese “encantamiento evocador” del que habla Baudelaire, al terminar la lectura del poema se nos revela una experiencia íntima: la vida es una maleta de huesos condenada y arrastrada hacia la muerte.

*

En este canto de amor a las cosas también se medita sobre lo sagrado, en muchos de sus poemas predomina el intertexto religioso, pero esta reescritura de oraciones y rezos no se propone desmontar mitos o creencias como lo hicieron en su momento CMR y Mejía Sánchez, ni actualizarlos conectándolos con el contexto sociopolítico como los Salmos de Cardenal. En la poesía de Ricardo Ríos no hay desacralización, sino más bien una concepción de lo sagrado más humana y poética en donde la comunión con el otro y consigo mismo es más importante que el vínculo con dios. Así por ejemplo en el poema “Última cena” se lee la voz lírica de una mujer que asiste a su último banquete, en este ya no solo es Cristo la eucaristía, sino también ella la que ofrece su cuerpo y su sangre para afirmar y reconocer su razón de ser y de morir. En “Credo de las sábanas” el poeta confiesa su razón de fe en las cosas y la condición humana, es decir reconoce lo sagrado que hay en la cama, las almohadas, las sábanas, los desvelados, los enfermos y en

“mujeres que triunfantes e insidiosas

soportaron toda la dureza del hierro.”

*

Préstamo de luz es un libro con unidad temática y formal, los motivos que obsesionan al poeta no se aglutinan desordenadamente, cada una de sus partes responde a una profunda reflexión sobre asuntos vitales, espirituales, poéticos y sociales tratados poéticamente con imágenes desautomatizadas, según la terminología formalista, que muchas veces generan en el lector ese estado de extrañamiento al que se refería Víktor Shklovski: “Un paraguas a media calle ve tranquilamente llover”, “la abuela desenvuelve sus párpados”, “Estoy descorchado como una botella que insiste en respirar…”No obstante, y vale la pena aclararlo una vez más, la poesía de Ricardo Ríos no es escritura automática ni catártica, recurre a metáforas surrealistas, pero con el propósito de encontrar nuevas formas para nombrar una experiencia que nace de la meditación sobre la condición humana y el quehacer poético. 

Podría leerse la estructura de este libro como si de una pieza musical se tratara: las tres primeras partes están anegadas de la luz del día, ese sol que abrasa los cuerpos y el espíritu de los habitantes de Villanueva. La cuarta parte nos muestra una luz más exangüe, la de la tarde; en la quinta y sexta reina la noche, el tono es más grave y nocturnal. Haremos a continuación un acercamiento a cada una de estas partes tomando en cuenta sus temas dominantes.

En la primera parte “Presentación”, el yo lírico, a la manera de un Baudelaire o de un Gil de Biedma se presenta ante el hipócrita lector como lo que es: un poeta:

 

Desde un cuerpo me represento.

Me llamo Ricardo Antonio

 

Escribo sobre esta mesa

donde restauro mis días

sintiéndome más extenso de lo normal.                                          

En la segunda parte “Eucaristía de las cosas” los ojos luminosos de Ríos se centran en lo sagrado. En la parte tercera “Préstamo de luz” comunica su credo poético: así como cree en la luminosidad de las cosas, cree también en la luz del cuerpo de donde brota el fuego de la poesía en forma de cerillo:

Yo quiero sentirme un cerillo

guardado en una caja

llena de calor a toda hora

 

No tengo preferencia sobre el momento

para ser encendido

Eso es lo de menos.

 

Lo importante de este asunto

es apagarse hasta consumirse

cuando es posible

comparar el aire con un latido.

 

Yo quiero sentirme un cerillo

Yo quiero sentirme

Yo quiero

cumplir la voluntad de unas manos

y encender la claridad del día.

En Algún lugar de la tarde, la cuarta parte, aparece uno de los poemas más desoladores; “Nota” es el monólogo de un suicida que elabora una especie de lista de las cosas que lo rodean antes de terminar con su existencia, no hay apología ni crítica filosófica-religiosa sobre el acto suicida, de forma fría pero sin perder la belleza de la imagen, Ríos nos muestra el ir y venir del sujeto y el melodioso zumbido de las moscas volando en torno a su cuerpo. 

En el resto de los poemas de esta IV parte la voz del yo lírico se carga de un sentimiento nostálgico y melancólico, en algunos momentos nos recuerda a los parques tristes y tardes mustias de Antonio Machado. En su ineludible libro La herencia romántica del Simbolismo C. M. Bowra afirma que “la poesía no debe informar sino sugerir y evocar, no nombrar las cosas sino crear su atmósfera”, en este sentido, los poemas “Tarde” y “Parque” nos evocan el paso del tiempo, la memoria dolorosa de un paraíso perdido: la infancia; quien nos habla en estos textos es el adulto que ya no tiene una relación íntima y tierna con las cosas del parque, estas, más bien, le son hostiles, le cierran la puerta, lo expulsan:

Siento pesado el concreto de las bancas

que un día fueron felices

y sin embargo diferente a nosotros.

 

Tengo los huesos de mis brazos

más largos y sarrosos que la cadena

del columpio olvidado.

tengo el dolor de cabeza de ese quiosco

con sus puertas y ventanas mal cerradas.

 

Tengo la habilidad de taparme los oídos

como esa llave donde los novios

se lavan las manos

y la gente condena su miseria.

 

Tengo la presión

como ese sube y baja

donde alguien calcula el peso de su cuerpo

por vez primera.

 

En este parque

siento que mis zapatos son más lisos

que la espalda de ese resbaladero

donde un niño abre sus brazos

y el cielo es la piel de un anciano olvidado.

 

En este parque

tengo la vergüenza de las fuentes

cuando siento ganas de orinar

y el baño me responde:

 

CERRADO

La quinta y sexta parte abordan la noche oscura del alma, los motivos recurrentes de estos poemas son el sueño, el espanto y las pesadillas. Aquí la noche también representa una caída en el sueño y en la muerte, las cosas pierden consistencia y “la luz es un crimen”:

 

Que alguien toque la cabeza de esa mujer que duerme.

Sus pesadillas se amarran

a la imaginación de su pelo

tendido como sábana sobre un cuerpo.

Basta un movimiento de su frente para espantar las

              moscas,

un espacio para acomodar el corazón y abrir la bóveda del

             tórax,

y nos muestre el sueño que se derrama

desde la cabeza hasta los pies.   

 

En el penúltimo poema de Préstamo de luz se hace uso del correlato objetivo, para Eliot, este mecanismo permite encausar la emoción en un objeto o “grupo de objetos”, en este caso vemos que el hablante lírico se desdobla en un cuarto para expresar el sentimiento de encierro, oscuridad y orfandad:

Soy un cuarto más en esta casa

mi pecho por ventana.

Aquí las costillas conservan la posición

Horizontal de las persianas

 

Soy un cuarto con el techo lleno de agujeros.

La luz requiere de enseñanzas metódicas

Sobre la oscuridad…

Al inicio de la lectura de esta bitácora luminosa de Ricardo Ríos vimos que alguien toca la puerta y abre para dejar entrar la luz, al final volvemos a encontrarnos con ese alguien que ahora nos dice “Si acaso despierto / no dejen que abra mis párpados / No soporto ninguna semejanza con el sol”, prefiere la oscuridad, la caída. Ese alguien puede ser Ricardo Ríos, el otro o nosotros, porque al igual que él todos andamos por la existencia gracias a un “pequeño préstamo de luz” y la sombra es nuestro pago.

 

*Retomo la metáfora de galaxia del ensayo de Mario Rodríguez F. "La galaxia poética latinoamericana: 2a mitad del siglo XX"