The Salvadorian experience
Una mirada al noveno Festival Internacional de Poesía Amada Libertad (FIPAL, 2022) llevado a cabo en El Salvador
“Ahora hace calor y la música suena bastante bien”
Vilma Palma e Vampiros
Jueves, 10 de octubre de 2022
Cuando atardece sobre el lago Coatepeque desciende la temperatura hasta los 20°, aunque aumenta la belleza del paisaje: los barcos empiezan a salir de los puertos, parecen hormigas de luz sobre el agua, el cielo por su parte se tiñe de rojo. Su color es similar al Whisky Lager que Josué Moz me comparte en su termo amarillo de Baby Yoda mientras viajamos de regreso a San Salvador, a unos 75 km/h. Jalagua, el conductor del microbús también ha bebido whisky y una Pilsener si no recuerdo mal. No importa. Este momento no requiere sobriedad. Esta semana se puede resumir con algunos verbos: viajar, leer, explorar y desde luego beber.
El ritual es el mismo: llegamos a un destino, deambulamos un rato por la localidad, da igual si es un pueblo o el centro urbano. Cuando nos llaman a la mesa de lectura recibimos aplausos y somos tratados cortésmente por los anfitriones. Todos quedan maravillados por los ojos verdes de Diti Ronen y la expectativa aumenta al descubrir que ella y su esposo Nisan, provienen de Israel. Todos esperan para escucharla leer en su lengua materna: hebreo. Luego de cada lectura el público suele tomarnos fotos y también selfies; en algunos casos hasta piden autógrafos. Tengo la sensación de ser un rockstar fuera de casa y eso me gusta. Viajar, leer y beber es una rutina a la que puedo acostumbrarme fácilmente.
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El miércoles, luego de nuestra última lectura programada en restaurante Hidalgo, ubicado en San Salvador conversé con “Don Lito”, un poeta longevo y muy lúcido que me dijo haber vivido en Nicaragua hace muchas décadas. Me pregunta por un Arellano a quien conoció y yo supongo que se refiere al poeta y académico. Me dice que su conocido es de Granada. Recuerdo una ocasión hace seis años en la que el académico por error dijo que Rimbaud, era un poeta maldito español. Es obvio a quien se refiere Don Lito, le digo que Arellano se ha encargado de estudiar y etiquetar la literatura nicaragüense, que no sé si aún dictamina los cánones actuales o si alguien ya heredó esa responsabilidad siempre cuestionable y a menudo disputada, como todo escaño de poder en Nicaragua.
Luego me preguntó por los poetas de “mi generación”. He aquí el momento para enaltecer a una susodicha generación de un país donde la figura de Darío es acechada únicamente, muy por detrás, por la figura de Ernesto Cardenal, un país donde los folcloristas han reducido al primero a un adorno carnavalesco y al segundo, al máximo cliché posible: poeta social y libertador del pueblo contra toda opresión que no sea conveniente a los intereses del aeda. En todo caso le digo que poseen una variedad de voces, poseen búsquedas individuales con todos sus aciertos y errores, con la debida originalidad por supuesto y que gracias a Dios no operan como una manada, que algunos padecen aversión a los altares canonizados desde hace décadas.
También agrego que otros poetas, han hecho de los clichés su forma de vida: unos son comprometidos que defienden las causas sociales y cívicas, desde la comodidad de las redes sociales y otros, por su parte son decadentes que desde su ebriedad profetizan revolucionar las letras a punta de escándalos públicos y desde luego, mediante el abuso de las redes sociales en las que sus improperios, nacidos de aparentes delirios de persecución superan el talento que muestran sus poemas. Agrego que, increíblemente hay quienes les siguen, predican su palabra y profesan sus mitos como si de verdaderos parteaguas se tratase. Ambos reímos. Don Lito se despide afectuosamente, me agradece mucho por brindarle un breve y colorido panorama de las letras nicaragüenses actuales. Nos toman una foto juntos y es escoltado como todo un patriarca por su hijo y nietos hasta que salen del local.
Después de verlos salir pido dos Pilseners, una para mí y otra para Moz, la que envían a su mesa. Mientras espero unas campechanas a las que, me sentí atraído para entender la obsesión de Don Roque por ellas. Una poeta salvadoreña me aborda. Ella también ha estado en Nicaragua por motivos académicos y me dice con notable pesar que la colaboración en ese tema ha cesado entre ambos países desde hace un tiempo. Que perdió todo contacto con sus amistades nicaragüenses y luego de un tiempo de intentar sin éxito, desistió. Lamenta mucho la fuga de los cerebros, tan habitual en los tiempos que corren. La conclusión a la que llegamos en cuestión de minutos es simple y lamentable: El triángulo norte está jodido hasta la médula. Llega mi orden de campechanas y olvido por completo todo lo anterior.
A diferencia de otras noches no hubo alcohol de manera excesiva, tampoco carcajadas ni desenfreno en Casa Nantli, Antigua Cuscatlán. Festejamos el cumpleaños de Noé Roquel, un poeta guatemalteco miembro de esta particular familia. Misael Viscarra, Shelly Bhoil una poeta de la India y yo nos dimos a la tarea de buscar un pastel, yo creo que es necesario el alcohol, pero cambio de idea. Buscamos una vela para un pastel de queso con fresas. Después de dos intentos fallidos le digo a Shelly que coloquemos un cigarro en el pastel, ella ríe y noto su preocupación pues desea que todo salga bien. –Noé no está con su familia hoy, deben extrañarlo y él a ellos también. Hay que darle un buen momento que lo compense.
Me conmueve su voz y le digo que todo irá bien, que él va a sentirse muy agradecido. Se tranquiliza. Hace un par de días éramos unos desconocidos y ahora parecemos una familia. Una muy funcional, por cierto.
Noé está sentado en un sofá, los demás lo esperan en la mesa. Yo me ofrezco a secuestrarlo. Me acerco y lo vendo con un pañuelo. –Flojito y cooperando, poeta–le digo. Él ríe y camina lentamente. Una vez frente al pastel le quito el pañuelo y todos cantamos el feliz cumpleaños. Primero en español, luego en inglés, en hindi y finalmente en hebreo. Lo hemos conmovido y nos agradece por esta sorpresa. Antes de dormir me despido de Shelly, gracias a ella y a Diti he tenido que recurrir y mejorar mi inglés. Además, me han recordado que la bondad va más allá de un bello discurso.
A las 5:45 a.m. del jueves Shelly parte hacia Colombia.
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Martes, 08 de noviembre de 2022
Al día siguiente nos dirigimos hacia las isletas en San Pedro de Masahuat. El Kia Picanto de Misael estalla con las carcajadas de Moz, Erik Arevalo y las mías cuando les conté que, durante enero o febrero con mención del natalicio y fallecimiento de Rubén Darío, en Nicaragua suelen disfrazar a un estudiante de secundaria como el poeta, para ello emulan el traje de diplomático, inmortalizado por aquel sable al cinto y que el “príncipe” debe recorrer las avenidas cercanas a su centro de estudios, seguido por un séquito de “musas”—¡No jodás, ese bicho ya nunca va a coger! –dice alguien. Aumentan de golpe las carcajadas. Otro agrega: —¡Cerotes, ya sé, : vamos a hacer un performance sobre un poeta al que sus amigos matan en mitad de la calle, vamos a disfrazar a unos cuantos niños para el mes de mayo, cabrones! — Reímos nuevamente y observamos que el microbús conducido por Jalagua invade hábilmente el carril contrario para rebasar a un camión que transporta bloques. —Hay que darle whisky a Jalagua cuando tengamos prisa, miren a ese cabrón —. Volvemos a reír al punto de la estupidez.
A medida que nos acercamos al complejo educativo del cantón de las isletas se hacía obvia la diferencia entre la reluciente urbe capitalina y la periferia: lo rural contra lo moderno, la opulencia contra la sencillez. Fuimos dirigidos hacia la sala de docentes por unos estudiantes de bachillerato. La arena sustituyó el verde de los patios vistos en la ciudad.
El director Óscar Ortega, nos recibió como a viejos amigos. Estudiantes y maestros decoraron la tarima con motivos alusivos al Festival Internacional de Poesía Amada Libertad (FIPAL); cuando cada poeta era llamado a la mesa de lectura el técnico en sonido reproducía el himno nacional de cada uno. Creo que nuestra Diti fue la única que cantaba con entusiasmo el suyo. Pienso que todo suena mejor en otro idioma y no siempre importa entenderlo.
Cuando sonó el himno nacional de Nicaragua, avancé un poco sonriente, estreché la mano del director y no pude evitar recordar la pantomima del show de lucha libre de WWE cada vez que alguien entraba a la arena. Tomamos asiento, recibimos una botella de agua y un coco, también repleto de su respectiva agua.
Los estudiantes prestan mucha atención a la lectura de Manolo Flores, quien prefiere ser llamado cariñosamente “Manolo Flowers”; los alumnos se sienten atraídos por el lenguaje de su poesía, pues, está relacionada con los suburbios y recuerda a esas historias sórdidas narradas en los géneros de música urbana:
"dijo que usted es poeta
y que hace unos poemas bien maniacos
y un día que nos dio galeta en su cantona
para fumar
nos puso un disco que usted le dio
con unas rolas bien peladas
de fumar la suavidad
en la pipa de la paz
con el ejército de fumadores"
Es un éxito escuchar la ovación de los muchachos ante el poeta. Luego de la lectura pasamos parte de la velada en la playa de San Marcelino, ubicada a 56 km de San Salvador en las costas del Oceano Pacífico.
De regreso en San Salvador tenemos que cerrar la agenda del día con una lectura en el bar Astrálabe, ubicado en el centro urbano. Saco del microbús una caja de libros que me encomendó Moz cuidar y tomo asiento junto a Flowers, quien pide un litro de Pilsener y dos vasos. Me habló sobre su estadía en León, Nicaragua, sobre una noche de mucha cerveza, ron y un incidente relacionado con lo que parecían ser narcos, tampoco a él le queda claro esto último. Me cuenta que cuando viajó a México tuvo que disfrazarse de músico de un conjunto religioso para cruzar la frontera guatemalteca. Tomó una guitarra, cerró la boca y llegó a su destino.
La lectura da inicio, pasamos a una sala iluminada por una lámpara en una mesa y alguna iluminación de colores colgada de las paredes. Diti y Nisan están sentados en primera fila; y puedo notar como el cansancio hace mella en ellos. Flowers pide más cervezas y mi vaso mantiene su caudal; bebo despacio porque no quiero olvidar la caja de libros y tampoco, permitir que mi lengua se adormezca durante la lectura. Diti ha leído un poema sobre la guerra en Ucrania, hace dos días lo escuché y quedé prendado a sus imágenes y fuerza:
"Al pie de los monumentos del régimen caído
jóvenes gendarmes se pasean
con sus relucientes uniformes
van de a dos, custodian
los sitios que conmemoran a las víctimas
de la última guerra"
Decido leer un poema relacionado con la guerra y sus secuelas; me tomó la libertad de explicar que, aunque no la viví soy hijo de un veterano y algo queda del naufragio en quienes lo sobreviven.
Concluida la lectura, Alberto Serrano me dice que irá a dejar a Diti y Nisan a Casa Nantli, que lo espere en el bar. Durante un momento analizo la situación: si ellos se van me quedaré con Noé y Negma Coy, su esposa quien sorpresivamente se unió horas antes a nosotros. –Ellos tienen mucho que hablar he dicho– para mí mismo y creo que nadie lo ha escuchado. Cambio de parecer me voy en el mismo vehículo que Diti, Nisan y Alberto. Antes de llegar al destino decido ir por más cervezas, no obstante, el minisúper donde me he abastecido días antes no abrirá hasta mañana.
Me acerco a un hombre con chaleco reflectante que cuida un parqueo, Alfredo me escolta a un par de calles hasta encontrar un pequeño kiosco abierto, reconozco un oasis en el mostrador. Compro dos latas de Pilsener y unas frituras. Compro una Kolashanpan para mi escolta y me retiro. Encuentro una gata blanca que me recuerda a la gata de un amigo, en realidad tiene muchos mininos de ese color. La minina se deja acariciar, he tenido varios encuentros felinos toda la semana. Extraño mucho a mis gatos: Apriel y Panther. San Salvador, es la ciudad de los gatos.
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Sábado, 12 de noviembre
A las 7:00 a.m. me levanto de la cama, realizo mis estiramientos y empaco mis cosas: pantalones, camisas, chaquetas. Algunos libros de poesía, souvenires para mis amigos y una muchacha. Hoy es el cierre del festival, la primera lectura será en La casa verde. Alberto, Negma, Noé y yo partimos hacia Santo Tomás ubicado a 15 km de San Salvador a bordo de un taxi. Diti, Nisan y Moz viajan en el vehículo de Misael.
Nos estacionados frente a la plaza de comercio Asturias, el grupo de Misael se ha confundido con la ubicación y debemos esperarlos. Una muchacha de cabello largo se acerca, saluda a Alberto y luego al resto de nosotros. Ella es nuestra guía hacia La casa verde. Pregunto su nombre. —Briseida —me dice. Sonrío y le digo que es la musa de Aquiles. Reímos y con cierta complicidad me dice: —¡No andás mal en literatura!, ¡qué chiva!
Caminamos por una angosta calle, empezamos a ascender por un sendero igualmente angosto. Llegamos a un patio y nos recibe un niño de manera muy afectuosa. En esencia La casa verde es un complejo que brinda un espacio destinado a niños y adolescentes de la localidad, interesados en el arte y una recreación sana como una alternativa a los distintos problemas sociales. El origen de este lugar es bastante sórdido, como todo aquello de donde irónicamente surge algo de esperanza: secuestro, violencia y el posterior reencuentro de la felicidad perdida, con este enunciado podría resumirse.
El color verde se relaciona con la vida cíclica y lo que hoy vive, mañana morirá, irremediablemente. En cualquier caso, La casa verde representa la posibilidad de esperanza gracias a un grupo de voluntarios que dan lo mejor de sí, para hacer la diferencia en Santo Tomás.
Nos sentamos en un patio bajo la sombra de árboles de mango. Un grupo de niños y unos adolescentes conforman el público.
Alberto inicia la lectura, nos presenta y el público aplaude de manera entusiasta. Yo estoy nervioso porque al igual que el resto, no tengo poemas adecuados para niños. Busco un poema corto y decido inventar una historia graciosa para explicarlo. Negma, es la primera en romper el hielo, los niños observan sorprendidos su atuendo colorido y sus trenzas. Ella se presenta en su lengua materna, kaqchiquel, luego en español; lee un poema relacionado con el canto de los pájaros, le pide ayuda a Moz, quien enfundado de negro contrasta con ella. Él se cubre la boca con las manos y usando sus dedos como si de una armónica se tratara, imita perfectamente el trino de las aves silvestres. Los niños aplauden emocionados, no sé cómo vamos a superar esta gran entrada. Noé, por su parte con las palmas de sus manos hace un juego llamado “el aguacero”, lee un poema sobre su papá y la infancia junto a él. Krisma Mancía, lee unos cuentos de corte infantil y los niños se suman muy entusiasmados por la historia, la rima y el ritmo. Finaliza la lectura.
Nuestros anfitriones nos han preparado un almuerzo y mi expectativa aumenta cuando llevan una enorme olla de sopa de frijoles y otra olla con arroz, legumbres, huevos cocidos, diversos tipos de chile y tortillas. Me sirven un tazón; su sabor es exquisito, pero me doy cuenta muy a mi pesar que, la sopa de frijoles no tiene frijoles. Preguntar o comer nada más. La segunda opción gana inconsolablemente.
A las 2:00 p.m. regresamos a Casa Nantli; antes de entrar decidimos comprar provisiones para la noche: licor, frituras y un cortaúñas. Esta será la última gran noche del noveno FIPAL.
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Llegamos a Ataraxia, un bar cultural en Santa Tecla muy amplio que posee una tarima con decoraciones muy hípster, no obstante, reconozco un boceto sobre Joaquín Sabina en el escenario.
Deambulo por el lugar y al pasear frente a la barra observo que, una figura sobresale entre los retratos de la pared más cercana:
Su perfil heroico, su barba y su boina, lo veo en varias fotos como se ve a un gran mesías que, sin duda, ha de guiar por el camino correcto a quienes le sigan, a quienes gracias a su fe no ha de faltarles el maná. Observo y pienso “¡Qué mierda!”. Al menos había cinco fotografías del Che Guevara en una repisa.
Erik, Moz y yo nos sentamos en la misma mesa, pedimos un balde de Pilseners. El local empieza a llenarse y prestamos especial atención a la mesera que va y viene por todo el lugar. Lleva y trae pedidos; comento mis observaciones a Erik, este me dice que también ha llamado su atención.
Luego de una semana de esta rutina solo deseamos leer un par de textos y retirarnos. Alberto inicia con nuestro ritual. La rutina es asaltada por la participación de Sergio, un poeta italiano a quien conocimos horas antes y que será quien inaugure el cierre del FIPAL. Invita a participar al público, cuando él indique todos debemos gritar “Crepa, crepa Italia”, aunque aún no sepamos lo qué significa. Sergio corre, declama, grita y brinca por todo el espacio, no es claro si golpeará algo o a alguien, lo que sí es claro es el asombro del público, en especial el de Nisan, a quien temo le dé un ataque al corazón.
El Marqués de Sade decía que para destruir algo solamente es necesario reírse de ello, bien, Sergio lo ha hecho mediante la sátira de un político populista. Luego descubrimos que lo que decíamos al unísono era “Muerte, muerte a Italia”. Brillante. La noche cierra con algunas versiones de Eduardo Aute, Alejandro Filio, Silvio Rodríguez y Joan Manuel Serrat. Ha sido una excelente velada.
De vuelta en casa verifico nuevamente la maleta que preparé por la mañana, toda está en su lugar, incluida la botella de Caña Rica que llevo para mis amigos en Nicaragua.
Nos sentamos casi todos en el comedor, con la diligencia de un monaguillo, Moz nos sirve vodka Troiko, luego nos ofrece soda para ligar. Yo opto por jugo de naranja. Excepto por Diti, los demás estamos en la mesa, pero ya no queremos leer. Ni recibir aplausos, mucho menos edulcorar las simples y necesarias ganas de beber sin freno, reír, comer y volver a reír.
Nuestro playlist es lo más variopinto que alguien podría pensar: desde Shakira hasta rock alterno, los más extraños remixes sobre música cristiana, reguetón y demás mezclas acompañan la velada de los poetas. Por otra parte, Sergio es el nuevo miembro de la familia, se desplaza con naturalidad por la conversación y para fortuna de todos nosotros su humor ácido encaja perfectamente con nuestra manera de relacionarnos.
No existe una cosa que tomemos realmente en serio, lo he notado a lo largo de esta semana: las bromas, observaciones, comentarios y anécdotas lo demuestran. Los pocos momentos de seriedad y sobriedad han sido para hablar sobre poemas, cuentos y demás. La carencia de seriedad no es sinónimo de incomprensión, todo lo contrario. Supongo que la vida ya no debería tomarse tan en serio. Solo existe este momento, esta última noche entre poetas y amigos. El resto es solo cuestión de improvisar.
Las horas avanzan. No quiero que la velada termine, creo que podría estar más días con ellos, riendo, bebiendo y comiendo.
A las 5:00 a.m. voy a mi habitación y me cambio de ropa. Debí lavarla el jueves, pero preferí escuchar la lectura de unos cuentos de Salarrué hecha por Moz. Asumo el hecho de que deberé decir adiós en cuestión de sesenta minutos. Trato de permanecer estoico ante el hecho.
Al volver al comedor, la mayoría se ha ido a dormir. Salvo por Alberto y Moz, nadie más permanece despierto. Moz se despide de mí con su ya habitual sinceridad, me desea un buen viaje y me da un abrazo como camaradas. Se va a acostar al sofá de la sala. Alberto me recomienda hacer lo mismo, dormir un poco. Me acuesto en otro sofá y solo pienso en el viaje de regreso.
Ojalá pase inconsciente todo lo que dura el viaje en autobús. A las 6:25 a.m. llego a la terminal de autobuses de Transporte del sol y la recepcionista me dice que debe revisar mi equipaje. Lo hace diligentemente, me pide que me quite mis gafas oscuras. Lo hago, luego me pide que me siente mientras verifica mi boleto y documento de identidad. Estoy un tanto susceptible, su mirada me analiza. Se secretea con su compañera y al cabo de un momento me dice que le presente mi prechequeo, al ver mi cara de extrañeza me dice que lo requiero para pasar por Honduras. Le digo que no sé nada al respecto, que en Nicaragua no me advirtieron sobre ese trámite migratorio cuando salí.
Me dice finalmente con ceño de inapelable veredicto, que no pueden dejarme abordar la unidad, que no puedo viajar sin ese documento. Al ver mi reacción de evidente sorpresa, agrega que, en todo caso, no puede dejar que personas en estado de ebriedad aborden el vehículo. Guardo silencio, no es claro lo que siento.
—¿Qué puedo hacer, señorita? —la frustración es la que me dirige en estos momentos.
—Debe solicitar hoy su prechequeo al Ministerio de migración de Honduras. Deberá esperar al menos cinco días. Reprogramaremos su viaje para el siguiente sábado.
—Está bien, gracias. Buen día.
Mis gatos, mi familia, mi trabajo y demás se acumulan y forman un bulto en mi garganta, nada es claro, solo se me ocurre volver a Casa Nantli y dormir. Aviso en Nicaragua que no llegaré. Al momento recibo un mensaje: una fotografía. La silueta a contraluz, las sombras como olas que muerden su rostro y su vientre, los ojos brillantes, líquidos y su feminidad a flor de piel, apenas cubierta por un conjunto rojo, son el mejor consuelo en este momento de confusión.
Me siento en la acera, el sol empieza a calentar. Veo que la gente aborda la unidad que debo dejar partir. El taxi que pedí finalmente llega; subo mi equipaje. De regreso en “casa” le explico a Alberto lo ocurrido, me recomienda dormir un rato. Moz sigue dormido en el sofá, se despierta al percibir mis pasos.
—¡Cabrón!, ¿qué hacés aquí?
—Se te hizo el sueño, vas a soportarme una semana más.
—¡Puta madre, cabrón! —exclama a pesar de su cansancio antes de volver a la inconsciencia. Minutos después, yo también me rindo ante el cansancio gozoso de la última semana en esta ciudad de los gatos.