Saul Leiter: un dandy de la mirada

Una aproximación a la fotografía de Saul Leiter.

Autorretrato. Fotografía de Saul Leiter

Toda su vida Saul Leiter se pensó un outsider, un tipo tranquilo que no aspiraba a la grandeza ni ver su firma y  rostro estampados en la historia del arte. Pero la vida y su inmenso talento para la imagen le tenían reservado un sitio en la posteridad. Nunca imaginó este hijo de rabino y nacido él también para ser maestro del Talmud, como ordena la tradición, que su búsqueda permanente de la belleza lo llevaría a convertirse (muy a su pesar) en uno de los grandes renovadores de la fotografía.  

Bastaron unas pocas imágenes que me enviaron por Whatsapp para quedar totalmente encandilado de este artista que hizo de Nueva York el lienzo en el que trazaría sus más bellas pinturas. Y digo pinturas porque es la impresión que tenemos cuando vemos su trabajo. A diferencia de otros fotógrafos que buscan congelar el tiempo y el espacio, Leiter escudriña la realidad para captar impresiones y escenas ocultas que el ojo de cualquier transeúnte ignoraría: “Hay cosas que están a la vista y hay cosas ocultas, y la vida, el mundo real, tal vez tenga más que ver con lo que está oculto” afirmó en el documental In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter. Sus fotografías están más cerca del arte abstracto que al figurativo, su forma de abordar lo que Cartier-Bresson llamó el “instante decisivo” nos recuerda el afán de los impresionistas por atrapar el relámpago de la belleza en lo fugaz. Por eso es que muchas de sus proyectos más que narrar, sugieren, es el espectador el que tiene que inferir aquello que no es posible a simple vista.

Walk with Soames. Fotografía de Saul Leiter

Walk with Soames. Fotografía de Saul Leiter

En una época en la que el blanco y negro era la estética dominante, Saul Leiter se atrevió a experimentar con el color: “Cuando pienso en mí, normalmente, pienso en los colores”, confiesa en el documental antes mencionado. Esta irreverencia artística lo convirtió en uno de los pioneros del cromatismo; muchos fotógrafos, entre ellos Cartier-Bresson, maestro del blanco y negro,  no vieron con buenos ojos esta transgresión, sin embargo su ojo vanguardista llevó a la fotografía de color a niveles expresivos antes inexplorados. A esta característica Leiter le suma otros elementos recurrentes en su obra: la sombra, el descentramiento, el desenfoque adrede (que nos recuerda el difumino pictórico) y el aparente desorden de los objetos: “Hay cierto encanto  y confort en el desorden –nos sigue diciendo Leiter- que no todo el mundo sabe apreciar”.

  

                                    Fotografía de Saul Leiter                                             

Leiter fue un artista leal a una sola cosa: la belleza. Era un esteta. Un dandy de la mirada: "Es muy posible que mi trabajo represente la búsqueda de la belleza en los lugares más prosaicos y ordinarios. Uno no tiene por qué estar en algún lejano país de ensueño para encontrar la belleza”. Y la encontró en los lugares más insospechados: en las ruidosas calles de Nueva York y en la intimidad de su pequeño y desordenado departamento. Estos dos escenarios antípodas los abordó desde diferentes perspectivas, incluso llegamos a dudar de que el  fotógrafo de la ciudad colorida sea el mismo de los desnudos cotidianos en blanco y negro.

Son las fotografías a color de Nueva York las que  lo llevaron al reconocimiento artístico, en 1953 fue incluido en la prestigiosa exposición del Moma Always the Young Strangers, en la que figuraba como uno de los grandes artistas vanguardistas. Pero a Leiter la fama no le provocaba ni frío ni calor: “Tenía la esperanza de ser olvidado, dijo, aspiro a no ser importante”; lo que él buscaba era otra cosa: una forma inédita de ver la realidad, una expresión fotográfica que lo acercara a las obras de los pintores que tanto admiraba: Renoir, Vuillard, Bonnard, Matisse, Degas.

Lanesville Variant, 1958. Fotograría de Saul Leiter

Al igual que estos, Leiter confirió a sus fotos elementos enigmáticos y cotidianos: grandes manchas oscuridad que parecen haber sido estampadas con brochazos, imágenes de una realidad fragmentada en las que a veces solo vemos una mano, un pie, un sombrero, una sombrilla, un enjambre de sombrillas, composiciones descentradas  y desenfoques producidos no por la cámara sino porque las fotos fueron tomadas desde una ventana con gotas de lluvia o durante una tormenta de nieve. Nuestra primera impresión ante sus fotografías es de desconcierto, pero cuando nos habituamos a su aparente desorden un mundo conmovedor y poético se nos revela: “Mis fotografías pretenden hacerte cosquillas en tu oreja izquierda, muy levemente”. La obra de Leiter nos hace ver Nueva York no como la ciudad trepidante y babélica de las películas, sino como un espacio en el que si se camina sin prisa uno puede toparse con el milagro de la belleza en el cualquier esquina; para él buscar la foto perfecta que lo llevara a la cumbre no era cuestión de vida o muerte: “Para hacer una carrera y tener éxito uno tiene que ser decidido. Tiene que ser ambicioso. (Yo en cambio) Prefiero beber café, escuchar música y pintar cuando me apetece”.

  

Fotografía de Saul Leiter                   

Algo que llamó poderosamente mi atención fueron sus desnudos fotográficos. Más conocido por sus fotografías urbanas y a color, pocos sabían que en su departamento, este hombre sigiloso y paciente como un gato, iba construyendo una obra íntima en blanco y negro. Me pregunto: ¿qué llevó a Leiter a fotografiar en color las calles de Nueva York y en monocromo el cuerpo de la artista Soames Bantry, su compañera y cómplice? Me aventuro a conjeturar que esta estética le permitía explorar, sin la distracción del color, el erotismo que esconde el espacio cotidiano del hogar. Por eso, muchas de las poses adoptadas por Soames y otras modelos son naturales y espontáneas: Soames vistiéndose y fumando o semidesnuda tomando una siesta. Jean mirando fijamente la cámara mientras se pone una camisa. Fay fumando sensualmente. La mirada de Leiter se posa sobre el cuerpo de estas mujeres sin agredirlas ni invadirlas, son ellas las que crean el momento oportuno en que el fotógrafo apretará el disparador. Sus desnudos conmueven por poéticos, no incitan al deseo sino a la contemplación estética y al arrobamiento romántico.

                                                                                                 Fotografías de Saul Leiter

Anteriormente he mencionado In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter un documental del director alemán Tomas Leach que profundiza en su vida y obra. En este film Leiter ofrece trece lecciones de vida que son aplicables también a su fotografía o a cualquier otra expresión artística. No exagero si les digo que han sido las mejores lecciones que he recibido de un ser humano que concibe su trabajo no como un logro personal o especial sino como producto de una tradición que se respeta y valora, en ese sentido, no vale la pena preguntarse qué hubiera sido de la fotografía de no existir Leiter, cualquiera, según él, terminaría haciendo lo que él hizo. Rodeado de pinturas a medio terminar, rollos sin revelar, cajas y más cajas repletas de recuerdos de su vida en pareja con Soames, nada nos hace suponer que ese hombre melancólico y bonachón, que no posee verdades absolutas, sino intuiciones aprendidas en el camino de la vida, es uno de los maestros de la fotografía callejera y del desnudo.

 

 

Víctor Ruiz

Víctor Ruiz. Poeta, fotógrafo, crítico literario y docente universitario, autor de los poemarios La vigilia perpetua (2008) y La carne oscura de lo incierto (2017). Su poesía ha sido incluida en las antologías Cruce de poesía, Salvador-Nicaragua (2006), Novísimos, poetas nicaragüenses del tercer milenio (2006) y Poetas, pequeños Dioses (Leteo, 2006). Ha brindado talleres de creación poética.  Miembro del Comité de Redacción de la Revista Poéticas. Colaborador de la revista de literatura el Hilo Azul, Revista de Lengua y Literatura del Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias y Carátula. Jefe de redacción de la revista Alastor.

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