Un cierto evangelio de la isla: poemas de Samuel Gregoire
En esta edición de Álastor presentamos una selección poética de Samuel Gregoire.
Un cierto evangelio de la isla
A Pedro Abreu
Primer capítulo; (somos locos).
Primero, la perla es brotada de los nervios de fangos viejos,
y en esta primicia, colándose, piafaron el oro, la caña dulce,
y se inclinó el areito hasta morir ante las notas gregorianas.
Los ébanos no tardaron en llegar al festín,
desprendidos de sus horizontes
bailaron forzados con los cueros de la civilización,
y sus ancestros se pigmentaron de los santos,
así nace el segundo capítulo, una nueva primicia,
la primera y última noche de libertad.
En trance la circulación sanguínea,
la desarticulación rojiza en la degolladura del animal insano
bautizando el abismo con un nombre más fino
libertad o muerte.
Tercer capítulo, se abre el telón, nunca lograron ser libres
sencillamente se salvaron de caerse en el olvido,
olvido que viene después del abismo.
En la puerta de todas las cités
A Jonathan Mejía
Calle de los milagros,
los desconocidos de Los Guandules,
un solo Cristo rey para las extremidades de la isla,
en el macadam se distingue el peregrinaje y la persecución,
el que va y viene, el distraído y el extraviado.
Cruz de los Bossales al pie del mercado de Los Mina,
ya no se venden negros
y la libertad se extiende hasta los realengos,
se vive de las chácharas, gramáticas de los escupitajos
y de la dictadura que circula en moneda falsa,
viven de un mercado negro,
y por la noche mora una miseria que nunca duerme.
Bajo el Puente Rojo, río Dajabón poseído por la masacre,
manantiales de todas emboscadas en nombre de todos los amores a la patria.
Calle Buena Fe hacia la San Martín en una nave cacharro,
las ciudades van del parque Independencia hasta Champs de Mars,
Ensanche Toussaint traicionado,
Villa Dessalines asesinado,
Carretera Duarte en el exilio,
Avenida derrocamiento sietemesino de Bosch,
las ciudades siguen mutando,
se instalan en un espejismo de gloria
porque aún permanecen de generación en generación,
hombres y perros durmiendo en la puerta de las ciudades.
Hombre pecador en vía de extinción
A León Félix Batista
Nuestra esperanza fornica nuestro tiempo y nuestro devenir
y abandonar es andar sobre azufres,
entre confundibles senderos
y descubrir que bellas y bestias son iguales de venenosas.
Miro la luz que nunca me prometo alcanzar
para no vivir el vicio de la melancolía
por mis pecados puedo animar mi sublime posesión
con placeres y carnes que invaden mi alma.
Y cuál sería la diferencia entre vagabundear y aventurar
actuar como seres ya ha dejado de ser un juego
yo, sigo siendo hijo mal amado de la paranoia de todos ustedes
mis pecados me acercan más a la humanidad.
Genealogía
A Gajaka
Nuestra genealogía es una arteria obstruida
deseada para ser degollada
gruñe, pero sus gruñidos no tienen huellas
y peor nadie se enamoró de su eco
ni de la bufonería de su peregrinaje hacia la muerte.
El firmamento fulminado con astros
estrangula la ruptura sangrante de su dolor,
abriendo en los eslabones grietas de libertades
y desde entonces tomó el nombre de Masacre.
Y desde entonces…
La genealogía del motín de los cimarrones,
de los decapitados,
de los fríos barrotes del Castillo de Joux,
del paludismo a la matanza de los blancos,
el mal pago del pacto del emperador en el puente Rojo,
el contagio de Charlemagne Peralte a Papá Liborio,
de las garras de los Cacos hasta la gangrena del Artibonito,
desde los sollozos rojizos de Jean Rabel hasta los sin epitafios
de Raboteau
y hasta el día de hoy...
Desde entonces
nuestra genealogía pisotea los talones de la vida.
Esto debe cambiar
A Jean Leopold Dominique
Los asesinos están en la ciudad
como gemelos malos de la vida.
Las metrallas tartamudean
ya los gritos y los silencios del pueblo son impopulares.
Los asesinos están en la ciudad
en mal trance de los Bizango.
Barón Simityé maestro fértil del inframundo
se desvanece en el embargo de las quimeras.
Los asesinos están en la ciudad,
la noche pertenece a los vaivenes de las luchas
y a la semejanza de los fantasmas.
Y el miedo del pueblo se transforma en creencias,
la paz ya no es panfleto de guerras
es una locura, por ser locura es errante
y por ser errante,
es un absurdo absoluto, exorbitante.
Los asesinos están en la ciudad
la voz pólvora se expira lejos de la puerta del cementerio,
el populacho sale a ensamblar sus huesos y fragmentos
esto debe cambiar,
esto debe cambiar,
no creemos en la democracia, son cosas de blancos,
gritamos y nos salen murmullos por las fisuras del lambí,
la voz pólvora se sofoca en las ironías de todos los bulevares.
Los asesinos están en la ciudad
gritando con los oprimidos:
esto debe cambiar.
Adelaida
A Valentín Amaro, por su amor a Adelaida
En el agua,
en el aire mojado,
el silencio está muerto.
El silencio es la muerte abandonada
en el sueño del vacío.
(El vacío sueña con una manada de abismos,
con cuerpos sin placeres
vestidos de un frío asexuado).
Adelaida,
la montada,
la poseída
de las voces de fuego,
de hierro, de sangre,
de tierras, de hojas de esmeralda,
de sol…
Un dios sol,
un sol dios
que apenas alcanza a ver
el nido de luz en tus ojos.
Adelaida,
flor de tambor brotada
sobre la orilla de lambí irisado,
flor irisada y mojada.
Los talones suspendidos sobre tu cabeza
de un cielo embriagado
de colores de Aida Wedo,
dejando caer un brazalete de vapor árido
en la onda de tu cuna de agua.
Y ahora la onda tibia
la peinas con tus dedos de lianas
encima de la cabeza de Simbi Andezo,
enamorada del rocío.
Flor de tambor,
flor de lambí irisado,
flor comilona de colores,
flor mojada,
y el rocío cae sobre tus pétalos
con gotitas de voces
escotando una sinfonía
para regar los sueños de tus labios.
Adelaida
danza con tintas de carne,
placer de arcángeles y de hombre,
codicias, un viejo pecado absurdo.
Un sol rojo (el sol dormilón)
se infiltra en tu rama de sangre
mientras una luz cromática
abusa del sexo de la luna.
(El silencio muerto bebe su sollozo).
Las alas del viento de la noche,
tu cuenca de fogata crespo,
el fantasma de mis fantasías
sus piruetas en tu libido carmesí.
Los gritos gelatinosos de tu hibisco clitogénico
agrietando esferas de orgasmos.
Eres carnal…
carnal, pecado inventado.
Adelaida,
la noche
desnuda tus piernas.
La noche llega con alas lentas
en país poema que excava el misterio
para enterrar verbos invertebrados.
La noche,
fuga de los Zobop,
la muerte del silencio muerto.
Cric crac,
los cuentos.
Cuéntame la historia
de este viento de oro y de sol
muerto sin poder ofrecerte
el aroma de los dondiegos de noche.
Chabon Difé
Inventan la muerte irreversible de la leña
azúcar negra
la dulzura cruel
la fiesta sublime de la inercia
la esperanza descabellada
piafando sobre el grito crepitado y sumiso
de la corteza
ajando el limbo del tronco.
Azúcar negra
la morfina tosca de la miseria.
Simulacros de paraísos
A Manuel Amador
De isla en isla,
tintas en movimientos,
fugas siempre irresolutas,
Olas del alma que atormentan los territorios del cuerpo
razón perdida en un garabato de inocencia,
la anatomía de la verdad desde una lengua descuartizada
o descosida enésima de veces.
De isla en isla
estoy gravitando pueblos dictadores.
Esta isla de este mundo entero
esta isla mutante
con su vertebre de fósiles
con su vertebre manufacturado
con su vertebre de rocas y pullas.
Esta isla verde, roja, cenizas
esta isla de metal, de escombros
esta isla roja y ceniza abrazada
aguantando vidas post-mortem
aguantando simulacros de paraísos
aguantando la plaga de voces acéfalas
Fábrica de mártires
Una isla nace en un fogaraté de orgasmos
y tus pecados son mis primeros conocidos.
Ignorados estos absurdos del bien y del mal
siembro a la vera del mar
botones de flores sobre senos desnudos
sobre el bulevar de unas cuantas estaciones salinas.
Inventando la celestina entre la inocencia y el naif
las fronteras de mis nervios se derivan.
Al fin somos pecados sin perdón
somos territorios carnales
sobrepoblados de placeres
órganos y órganos,
somos una anatomía de escándalo
somos palabras agridulces.
Segmentos para bailar mi poema
I
Soy el amanecer de muchas voces
iniciado en las fases del sol, en todas.
Soy madre de palabras sonoras y orales,
orquesto los gritos y los tambores
para quebrar el silencio usurpador.
yo llevo el murmullo, la injuria
y los estados de libertad
al mercado de la audiencia.
II
La guerra nos habla
“guarden las armas,
aprenden de la sinfonía
del rojo y del negro,
la gran estrategia
es callar esa boca a boca
entre insurgentes
contra la teogonía,
no sean enemigos del caos”
III
No solo te miro, voy hacia ti,
no te vengo a sembrar recelos.
No te escondes en la brecha de la sombra,
mírame con la cabeza alzada
Mírame , vengo hacia ti no como un cordero.
IV
Somos frágiles todos
como mariposas mensajeras
unidas en los dialectos de tormentos.
Pues, ahí están la luz y el arco iris
siervos de la hermenéutica de nuestras memorias,
con la esperanza de alegar ser nuestros primeros testigos.
V
Siempre he sido amante del nacimiento
Siempre he sido un embrión impaciente.
De hecho, ofrecí a la vida mi ritmo
antes que los primeros moldes de mi corazón.
VI
Espero los tambores,
el vigor del fuego solar
que reinventa la elegancia.
Espero los govi estremecidos
porque no podemos bailar solos este andar.
VII
Es tiempo de dejar de acalorarse
alrededor del Assòtò como luciérnagas,
seamos una sola luz en un trance exaltado,
seamos colores que carcajean
de aquellos que se creen indecibles.
VIII
Seamos franjas de las 21 divisiones,
gobernantes de esta kermesse
y crucemos este peristilo
para hollar el hounfort,
y esperar a los hacedores del POTOMITAN.