La poesía es un cúmulo de escombros
Reseña sobre el poemario Luz de lluvia de Joan Margarit
La poesía es un cúmulo de escombros:
Reseña sobre “Luz de lluvia” de Joan Margarit
“La poesía es siempre esa presencia hecha de lejanías (…)
Amar esa distancia, tal vez, sea lo que nos lleva a amar el acto poético”
Después de todas las hecatombes nos quedará la poesía y esto no es una idealización, tampoco un vano consuelo. La obra poética de Joan Margarit se caracteriza por un palpable sentimiento de pérdida con todo lo que ella implica y por un lenguaje preciso, aunque exenta del patetismo con el que suele relacionarse tal experiencia. Publicada en 1987, “Luz de lluvia” (Barcelona) resulta un poemario bastante característico del catalán, tanto en la temática como en la estética que más adelante podría apreciarse en poemarios como “Cálculo de estructuras” o en “Joana”.
El poemario abre con “Alba de filósofo”, el motivo lírico del texto es el amanecer – el morado pajarraco del alba que se levanta – a través de un tono meditativo se contempla la inundación de la luz por toda la estancia, el enrarecimiento de la realidad ante el alba, trascender y desaparecer son parte del mismo proceso, líneas que en algún momento han de converger entre sí. Cabe destacar el carácter nostálgico de los poemas, no por un pasado idealizado como suele ocurrir, por el contrario, es uno al que se alude de manera irónica en todo momento. Poemas como “Asilo” o “Limonero” son un claro ejemplo de ello:
mientras llenas tus ojos de crepúsculo,
hallas entre las notas del recuerdo
de cuando al instalarte en esta casa
plantaste un limonero, hoy ha muerto
Acaso un símbolo de la ingenuidad de la juventud y las arquitecturas que nunca rozaron el cielo y se hundieron cada vez más en el fracaso, acaso una metáfora de la propia juventud.
“Elegía del alba” es sin duda un poema característico tanto en lo temático como en el apartado estético, la descripción sórdida de la ciudad no es mero adorno, - es un poeta gris de un país gris, en un mar invernal cuando amanece en una ciudad gris con un gran puerto - por el contrario, su recurrencia a lo “grisáceo e invernal” alude a la incertidumbre del pasado cuando el tiempo mismo lo vuelve más difuso. Este correlato objetivo remite “al niño que miraba la lluvia en los cristales” y que es ahora “un poeta que ve salir el sol tras los cristales”. El tiempo es el mar que bañó al niño y ahora al poeta. Poemas como “Imágenes” y “Viaje de invierno” también orientan su búsqueda hacia la reinterpretación del ayer:
El amor,
que tan difícil fue de construir
con castillos de arena, lo ha arrasado
el cotidiano mar. –
Ante el cáncer del tiempo lo que queda en las manos no es más que la experiencia, la sensación de esa mano que un día ardió, el eco que aún suele escucharse como un insomne pensamiento.
La nostalgia no es más que otro síntoma de la pérdida, la realidad subjetiva del hablante lírico en el poema “Retorno al Turó park” no es muy diferente a la de cualquier ser humano que debe afrontar el paso de un tiempo que jamás se detiene:
Cuando el pasado se convierte en sueño
bajo los árboles que ya no existen,
el parque extiende como un lujo de ayer
su color verde en tu mirada:
vuelven las lluvias rosas del verano
sobre los eucaliptus, y las voces
que esperan el olvido.
No obstante, alejado de lo patético el hablante lírico vuelve a poner su ojo crítico sobre el ayer, sobre la osadía y astucia simbolizada en Ulises:
Quizá un lejano Ulises murió en Troya,
y quizá lo lloró alguna mujer,
pero en el sueño de un poeta ciego continúas salvándote.
Ciegos o con la vista nublada, nuestra percepción del ayer puede ser una distorsión de la realidad, entonces, ante la imprecisión del recuerdo la experiencia recordada por las cicatrices sean acaso la única prueba de que algo pasó, una batalla, el amor, el odio o la vergüenza.
“Luz de lluvia” es un poemario corto, que sintetiza las características de la poesía de Margarit, desde el eje temático hasta elementos como el lenguaje conversacional, el tono a veces irónico y a veces intimista también es muy palpable a medida que se avanza con su lectura. La poesía puede ser lo único que queda después del tiempo, es la ceniza que nos recuerda que toda pérdida o derrota fue ayer una triunfo que al menos en la memoria no llega a oxidarse como todo lo banal, sin embargo, tampoco debe ser objeto de un orgullo patético y empobrecido, al menos en este poemario del autor catalán.